HISTORIA UNIVERSAL MODERNA Y CONTEMPORÁNEA I
ÍNDICE
Pág.
Introducción Temática de la Unidad I: Introducción al estudio de la
Historia. …………………………………………………………….…………….……. 2
Introducción Temática de la Unidad II: Sociedades precapitalistas.
El feudalismo y primeros indicios del capitalismo (Siglos
XII-XVI). ………………………………………………………………………….…… 36
Introducción Temática de la Unidad III: Transición a la sociedad
capitalista. Las revoluciones burguesas (Siglo XVI a principios del
XIX). ...…………………………………………………….…….……………………. 80
Introducción Temática de la Unidad IV: Auge del capitalismo de libre
competencia y presencia del movimiento obrero. Los nacionalismos
(Siglos XIX hasta 1873). ..………………………………………………………… 134
INTRODUCCIÓN TEMÁTICA DE LA UNIDAD I:
INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO DE LA HISTORIA
1.1. ¿Qué es y para qué estudiar Historia?
• La palabra historia tiene un origen griego. A pesar de que ha sufrido muchas deformaciones y reinterpretaciones, su sentido original es el de "indagar". Heródoto, a quien se le considera padre de esta disciplina, acuñó en el siglo V a.C. el término historia, entendiéndolo como actividad de "indagación", "averiguación" e "investigación" sobre la verdad de los acontecimientos humanos del pasado.
La palabra historia ha tenido dos significados distintos pero relacionados entre sí, mismos que se mantienen en la actualidad:
1. Historia como los acontecimientos o el proceso, los cambios que se desarrollan en las sociedades a través del tiempo. Podríamos denominarla historia-acontecimiento o historia-proceso.
2. Historia como narración o interpretación de los acontecimientos o del proceso. En este sentido Historia es el intento de explicar (a través de textos escritos), cómo, quién, cuándo, dónde, por qué y para qué sucedieron los hechos. A este sentido de la palabra se le denomina Historiografía.
Toda disciplina se plantea una serie de preguntas fundamentales, las de la historia son las siguientes:
- El cómo se refiere a la forma en la que sucedieron las cosas, los hechos.
- El quién, trata de responder al problema del sujeto de la historia.
- El cuándo, intenta situar los acontecimientos históricos en el tiempo.
- El dónde se refiere a la ubicación geográfica, al lugar o los lugares en los que se desarrollaron los acontecimientos y los procesos históricos.
- El por qué trata de buscar las causas de los movimientos o procesos.
- El para qué intenta saber si el proceso de la historia tiene algún sentido, si se dirige a algún lado, al fin de la propia historia, al comunismo, o al juicio final, según las interpretaciones teóricas que se sustenten a la hora de contestar esta pregunta.
Para poder acercarnos a la definición de Historia como interpretación, como disciplina, conviene establecer algunos criterios:
- La Historia estudia el movimiento a través del tiempo y por lo tanto abarca el pasado, el presente y el futuro.
- El objeto principal de la Historia es el hombre. La historia es esencialmente humana.
- El hombre no se entiende como algo aislado, como un individuo; al contrario, se define en cuanto tal como un ser social. Por esto, la Historia se dedica fundamentalmente al estudio de las sociedades, no de los individuos, por muy importantes que lleguen a ser.
Por las consideraciones anteriores, podemos entender a la Historia como el estudio científico de las sociedades a través del tiempo.
La Historia es una ciencia. Muchas definiciones modernas de la Historia la ubican como una ciencia en proceso de construcción. Esto significa que no es algo “acabado”, sino que cuenta con algunos avances, logros que le dan un carácter científico y la distinguen de otras formas de explicación como la crónica o los mitos, que no son científicas.
Así, tenemos que la crónica es una recopilación de hechos históricos en cierto orden de acuerdo con el tiempo, es decir, de acuerdo con cierto orden cronológico. Aquí es notorio el uso de dos palabras (crónica y cronológico) que provienen de la misma raíz: cronos, nombre del dios griego del tiempo.
Los mitos son representaciones colectivas estructuradas en forma de relato, que explican los fenómenos naturales o humanos atribuyéndoles a los dioses, tales como el del origen del mundo, de los hombres y de las técnicas.
Volviendo a la Historia, veamos sus principales logros:
- La conciencia del pasado. Se trata de un logro importante, pues ha habido y aún hay sociedades que no tienen una conciencia del paso del tiempo, una conciencia de que son el resultado de los procesos del pasado. Para que los pueblos “piensen históricamente” tienen que elaborar una idea del tiempo, del pasado, el presente y el futuro y enmarcar en él a su propia sociedad.
- La afirmación de que la existencia humana es temporal, profana y terrenal. Temporal, debido a que se ubica en un tiempo determinado. Si entendemos por profano a lo contrario de lo sagrado, entonces la conciencia histórica significa que el hombre se convence de que ni su vida ni la de la sociedad a la que pertenece están guiadas por dios, el destino o la providencia, sino que todo es obra de los propios hombres organizados en sociedad. Cuando hablamos de terrenal, nos referimos a que es algo perteneciente a la Tierra; es decir, ubicada en un espacio geográfico y, además, no divina.
- Queda excluido del devenir histórico la repetición, el retorno de lo sucedido, puesto que los hechos históricos son únicos e irrepetibles. A pesar de ello existe cierta regularidad en los fenómenos históricos, ciertas tendencias que los historiadores intentan descubrir y sistematizar.
- Otro avance fundamental es que los historiadores rechazan la idea de ver a la historia como un conjunto de acciones azarosas y, en cambio, tratan de localizar las causas de los acontecimientos y de estudiar las consecuencias de los mismos.
Cualquier ciencia tiene ciertas características que la distinguen de otro quehacer: objeto de estudio, método, coherencia, terminología, comprobación y renovación.
Las ciencias se asignan un objeto de estudio, mismo que delimitan y definen desde el principio; así, la Biología estudia las formas de vida; y la geografía, nuestro planeta Tierra. La Historia tiene también un objeto de estudio, es decir, un campo, un tema específico al que se dedica; dicho objeto de estudio, de acuerdo con las nuevas interpretaciones, es mucho más amplio que lo que tradicionalmente se ha entendido.
El objeto de estudio de la ciencia histórica es la dinámica de las sociedades humanas. La materia histórica la constituyen los tipos de hechos que es necesario estudiar para dominar científicamente este objeto. Clasifiquémoslos rápidamente:
1. Los hechos de masas: masa de los hombres (demografía), masa de los bienes (economía), masa de los pensamientos y de las creencias (fenómenos de "mentalidades", lentos y pesados; fenómenos de "opinión", más fugaces).
2. Los hechos institucionales, más superficiales pero más rígidos, que tienden a fijar las relaciones humanas dentro de los marcos existentes: derecho civil, constituciones políticas, tratados internacionales, etc.; hechos importantes pero no eternos, sometidos al desgaste y al ataque de las contradicciones sociales internas.
3. Los acontecimientos: aparición y desaparición de personajes, de grupos (económicos, políticos), que toman medidas, decisiones, desencadenan acciones, movimientos de opinión, que ocasionan "hechos" precisos: modificaciones de los gobiernos, la diplomacia, cambios pacíficos o violentos, profundos o superficiales.
Esta forma de estudiar la historia es más amplia que la tradicional, ya que trata de abarcar "el todo humano", la totalidad de los fenómenos que comprenden las sociedades: lo político, lo económico, lo social, y lo cultural.
Toda ciencia tiene un método, esto es, un conjunto de determinados pasos a seguir en cierto orden. La Historia sigue un orden en el estudio de sus temas: plantea hipótesis, investiga en las fuentes y establece conclusiones.
Coherencia significa que los elementos componentes de algo deben tener entre sí una estrecha relación, además de ser armónicos; es decir, debe haber entre ellos una jerarquía, una clasificación, un orden. La Historia tiene coherencia, ya que tiene equilibrio, orden en sus partes componentes. Como hemos apuntado, las ciencias cuentan también con ciertos términos especializados, palabras con un significado preciso, la Historia tiene también sus propios términos, si bien, algunos de ellos han sido tomados de otras disciplinas; citemos como ejemplos: paleolítico, sedentario, aristocracia, monarquía, revolución, etc.
Aún con los elementos anteriores, el conocimiento que aportan las ciencias perdería su seriedad si no fuera comprobable. Los experimentos de laboratorio son ejemplos de comprobación científica en algunas disciplinas de la naturaleza, como la Biología, la Química y la Física. También la Historia ha comprobado muchas de sus afirmaciones como la existencia de la ciudad de Troya, mencionada por Homero en La Ilíada y redescubierta siglos después por Schlieman.
El conocimiento científico no se detiene; por lo mismo las ciencias tienen que renovarse constantemente, aunque en ocasiones dicha renovación pone en duda los fundamentos de dichas disciplinas. La Historia también se encuentra en proceso de renovación, pero no es la primera vez que esto sucede, ya que a lo largo de su propio desarrollo ha pasado por fases de cambios profundos, como veremos en el análisis de las diversas teorías.
• ¿Para qué estudiar historia? La Historia es importante como disciplina que aporta conocimientos acerca del devenir de las sociedades, pero principalmente porque nos ayuda a entender nuestra realidad actual, ahí reside su razón de ser, su verdadera importancia que se manifiesta en la utilidad que esta disciplina tiene. En este sentido, la pregunta sobre la utilidad de la Historia puede ser contestada con amplitud, puesto que esta disciplina es útil en varias formas.
La historia sirve para entender nuestra identidad y reforzar nuestros lazos sociales. Cualquier grupo social necesita tener una conciencia de su pasado. Ello se debe a que los grupos humanos son heterogéneos en su composición; por ejemplo, tienen miembros de distintas edades y de varias generaciones. Esta conciencia del pasado del grupo es un componente de su presente, de su dinámica social, de sus instituciones, tradiciones, sistemas de valores, ceremonias y relaciones con el medio físico y con otros grupos humanos circundantes. Y esta concepción de su pasado común, de su duración como grupo, es indispensable para su identificación, orientación y supervivencia en el contexto del presente natural y cultural donde se encuentra ubicado. Se trata de algo que está presente en las sociedades, no importa si sean primitivas o avanzadas: ninguna de ellas podría funcionar adecuadamente sin tener una concepción y recuerdo de su pasado y del tipo de relaciones anteriores con otros grupos humanos coetáneos y coterráneos, tanto como con el medio físico. En otras palabras, los grupos deben recordar cuáles son sus aliados y cuáles sus enemigos, con quiénes comercian y con quiénes hacen la guerra, cuáles son sus límites territoriales, etc. Esta conciencia se llama Historia. Aquí nos queda clara su utilidad, en primera instancia, puesto que se trata de una utilidad de supervivencia.
La Historia sirve para entender nuestra sociedad y de dónde provienen sus estructuras y problemas. No podemos entender la realidad social actual, si no sabemos su Historia. Una mejor manera de entendernos es a través de la Historia, porque buscamos en ella, en el estudio del pasado de las sociedades, cómo se pudieron resolver ciertos problemas que nos aquejan. Por ejemplo: a partir del levantamiento indígena en Chiapas, aumentaron los estudios sobre la realidad indígena e incluso algunos programas de estudio de Historia en varios niveles de enseñanza dieron mayor espacio al tema del México Prehispánico.
La Historia sirve como justificación de los sistemas de dominación. En las sociedades de clases, la Historia forma parte de los instrumentos por medio de los cuales la clase dirigente mantiene su poder. El aparato del Estado trata de controlar el pasado, en el nivel de la política práctica y de la ideología. Esto quiere decir que los gobiernos en turno, para justificar su sistema político y las medidas a tomar, buscan en la Historia los antecedentes que expliquen dichas medidas, dicha conducta. Este es un fenómeno mundial, pues el gobierno de cada país hace lo mismo con la Historia: la deforma, la manipula con la finalidad de hacerse pasar por heredero de toda la tradición, la culminación de todos los logros, etc.
La historia como justificación de las luchas sociales. Si por Historia entendemos el pasado y hasta dónde ha llegado nuestra sociedad, entonces también ha servido y sirve como arma de lucha política y social. En México el movimiento indígena chiapaneco ha utilizado el símbolo del zapatismo como su bandera. Con esto queda claro que lucha por la tierra y por el mejoramiento de los indígenas, pero también que se concibe a sí mismo como continuación del zapatismo “original” de la Revolución Mexicana.
La Historia sirve para que con su conocimiento, seamos más tolerantes. Cuando estudiamos diferentes civilizaciones, culturas y pueblos, sus creencias, su forma de afrontar los problemas cotidianos, su relación con la naturaleza y con otras civilizaciones y pueblos, nos percatamos de que todos los humanos nos parecemos mucho, que son mayores nuestras semejanzas que nuestras diferencias. En esta forma llegamos a entender que no hay ni razas ni pueblos ni civilizaciones superiores, que todos han hecho y hacen su contribución al desarrollo de la humanidad. Esta comprensión nos lleva a ser tolerantes con cualquier manifestación cultural, étnica, religiosa y política, que son tan valederas como las que nosotros practicamos o profesamos.
Hay otra función importante de la Historia: ayuda a la humanización, ya que en la medida en que conocemos las grandes luchas, los fracasos y logros de los seres humanos desde los tiempos más remotos; en la medida en que la Historia ayuda a entender a la ciencia, el arte, la cultura, la tecnología, la política, las leyes y todo lo demás como producto humano lleno de contradicciones y de historicidad, nos identificamos con el género humano en general, y, por lo mismo, entenderemos mucho mejor el mundo que nos tocó vivir.
La Historia sirve para comprender la estrecha vinculación entre el pasado y el presente. Generalmente se afirma que la Historia estudia el pasado. Pero esto no es tan sencillo, puesto que la Historia va mucho más allá de ese enfoque simplista, tradicional. La Historia es un proceso ininterrumpido en el que el presente es producto, consecuencia del pasado. Más allá de esto que nos lo dice el sentido común, también la Historia (en este caso, la interpretación de la misma o la Historiografía) nos enseña que el presente influye en la manera como vemos el pasado. Veamos estas relaciones entre pasado-presente y presente-pasado.
Una primera relación entre el pasado y el presente es que los grupos que intervienen en la lucha política y social (gobernantes o de oposición) invocan al pasado como justificación de sus banderas. Y además en muchas ocasiones lo falsean de acuerdo con los intereses y lo que haya que justificar. Por ejemplo, cuando hablamos de “la traición” de los tlaxcaltecas en su alianza con los españoles contra los aztecas; en realidad los tlaxcaltecas no cometieron una “traición” puesto que no existía México como país, tal como ahora lo entendemos; lo que sí había era la lucha entre el pueblo de Tlaxcala y el de Tenochtitlan; entonces la alianza de un pueblo indígena con los hispanos no tuvo ese carácter “traicionero”, más bien fue, o una decisión “práctica” de Xicoténcatl (gobernante tlaxcalteca), o si queremos, “ingenua”: aliarse con el extranjero para vencer a su enemigo tradicional. Hay varias formas de falsear el pasado en beneficio del presente: simular, mentir, ocultar, etc.
Mas una cosa es reinventar y hasta falsificar el pasado en aras del presente, y otra es entender el presente gracias al pasado, como una consecuencia de éste. Aquí se impone el propio proceso histórico que no deja mentir al historiador.
1.2. El trabajo de los historiadores. Algunas interpretaciones de la historia.
La Historiografía como medio de análisis y construcción de la ciencia histórica. Las sociedades primitivas, con su escaso conocimiento de la naturaleza, estaban más preocupadas por el sustento diario que por la Historia. Además, carecían de las nociones de pasado-presente-futuro, propias del pensamiento histórico. El desarrollo del concepto de Historia refleja el desenvolvimiento de la conciencia humana, de la conciencia de sí del hombre. Si en sus orígenes esta idea no se encontraba desarrollada, su evolución permitió comprender el devenir humano como un todo permanente, con sus etapas, como un viaje sin regreso.
La investigación histórica es un proceso dialéctico de conocimiento en el que hay una amplia interrelación entre el sujeto (el historiador), su objeto de estudio (el proceso a estudiar) y el conocimiento producto de la investigación. Se trata de una interrelación compleja, en la que intervienen numerosos factores que influyen en las tres instancias del proceso. A lo largo de los siglos han escrito historia los conquistadores, los generales, los cronistas, los políticos, los luchadores sociales, los filósofos y los literatos. No todo lo que han escrito, sin embargo, sería calificado hoy como Historiografía, pero mucho de ello es tomado como elemento a considerar por los historiadores. Las memorias de Napoleón, por ejemplo, tal vez no sean propiamente Historiografía, pero sí una buena base, una fuente importante para los historiadores. Lo mismo se puede decir de la Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, una excelente crónica de la Conquista, pero a final de cuentas, parcial, intencionada, que el historiador debe confrontar con otras versiones y con otras fuentes.
• Cómo trabaja el historiador. El historiador sigue una metodología específica, entendida como una serie de pasos ordenados, hasta culminar en lo más importante, la parte interpretativa: escribir Historia, en el sentido de ir más allá de la narración de lo sucedido, ir a la comprensión de la sociedad y su complejidad, pasar de qué sucedió al por qué. Al principio el historiador tiene los hechos, cuya selección impone a quien los analiza un primer proceso de discriminación, de selección; estos hechos también influyen en el historiador, ya que se trata de reflexionar acerca de la naturaleza humana.
La investigación histórica. Ésta se inicia con la elección del tema. La Historia es materia pensable, que se puede racionalizar, para lo cual el historiador cuenta con un aparato conceptual y teórico. Viene entonces la delimitación del tema, para lograr su ubicación espacio-temporal: ¿dónde?, ¿cuándo? A este paso sigue el del planteamiento de una serie de interrogantes y posibles respuestas; nos encontramos entonces en el terreno de las hipótesis de trabajo. ¿Cómo se elige el tema? Hay muchas y diversas causas por las cuales un historiador elige uno o varios temas, desde el simple encargo hasta el interés o la curiosidad, la intención de desvelar mitos, etc. Una vez que se ha elegido el tema, el autor cuenta con un aparato conceptual y de categorías, es decir, maneja una serie de conceptos integrados en una teoría, de la que echará mano a lo largo de su estudio.
Las fuentes. La materia prima del historiador son las fuentes. Entendemos por fuente a todos los documentos, testimonios u objetos que sin haber sufrido ninguna reelaboración sirven para transmitir un conocimiento total o parcial de los hechos pasados. Por ejemplo, las fuentes escritas, como los manuscritos o impresos; iconográficas, como las obras plásticas (esculturas, pinturas, relieves, obras arquitectónicas, etc.) Hay también testimonios orales y otro tipo de fuentes, tales como instrumentos de trabajo o útiles de la vida cotidiana. La valoración y el uso de las fuentes tienen que ver directamente con el tema y también con la teoría historiográfica que sustenta el autor y con la o las hipótesis que planteará a lo largo de su investigación.
Durante siglos la Historiografía se limitó a las fuentes escritas, principalmente a crónicas y documentos oficiales, por lo tanto, de carácter público. Sin embargo, conforme la Historia fue enriqueciéndose en teorías, planteamientos y relaciones con el resto de las ciencias sociales, amplió su mirada, se planteó nuevos problemas y por lo tanto utilizó nuevas fuentes. Las fuentes también han sufrido una transformación a lo largo del tiempo.
Crítica de las fuentes. La obtención de fuentes no agota la investigación histórica, es apenas el primer paso. A continuación se necesita criticarlas. Entendemos por crítica de las fuentes el análisis y la verificación de las mismas, comprobar si son auténticas, veraces o no, cotejarlas con otras, comparar, etc. Esto se debe a que los historiadores saben que a veces las fuentes mienten. Por ejemplo ¿podemos confiar siempre en las memorias de un general? Sabemos que en el momento de una batalla el testigo presencial solo tiene una visión parcial de los hechos y el dirigente se tiene que basar en los informes de sus subalternos. También debemos de considerar la existencia posible de mentiras u omisiones involuntarias. Y esto no es todo, pues hay documentos deliberadamente falsificados con alguna intención. Independientemente de la corriente teórica que tenga el historiador, las fuentes con las que trabaje deben pasar por el filtro de la crítica.
Análisis y procesamiento de los datos. El momento verdaderamente creativo del historiador se inicia en las dos últimas fases de la investigación histórica: análisis y procesamiento de los datos, síntesis y redacción.
¿Hay qué relatar o interpretar? La Historia tradicional es básicamente un relato de acontecimientos, una historia narrativa. En el siglo XVIII Voltaire despotricaba contra ésta. En una carta enviada a Madame Chatelet, afirma: "quisiérais que la Historia antigua hubiera sido escrita por filósofos, porque queréis leerla como filósofa. Sólo buscáis verdades útiles, y me decís que no habéis encontrado sino errores inútiles." Entonces plantea Voltaire la necesidad de crear un nuevo tipo de historia más allá de la simple narración, una Historia que interprete, y no sólo se limite a narrar. Este tipo de Historia implica plantearse preguntas, nuevas interrogantes. Pero esto era en el siglo XVIII. Más de dos siglos después, a principios del XXI, cuando se desconfía de las teorías, al menos en ciertos medios intelectuales y académicos, no han faltado quienes suspiren por el retorno a la Historia narrativa, pero esto es sólo una salida falsa. El problema de la historia puramente narrativa se queda en la superficie, nos cuenta cómo fueron las cosas, pero lo que verdaderamente importa es por qué. En el por qué se encuentra una de las claves de la interpretación.
La interpretación de la historia implica el planteamiento de nuevos problemas e hipótesis de trabajo, lo que influye en la búsqueda de nuevas fuentes, provoca la utilización de nuevos métodos de interrogar a la realidad e incluso buscar en otras ciencias las posibles respuestas. Veamos esto a través de un ejemplo. Si tenemos como tema la Revolución Mexicana, el historiador puramente narrativo se limitará a contarnos cómo sucedió, desde los antecedentes hasta las consecuencias; en cambio, el historiador con más ambiciones, se puede preguntar cuáles fueron las causas principales de la Revolución: ¿una crisis económica, concretamente la de 1907? ¿la inequitativa distribución de la tierra? ¿la descomposición política del sistema político porfirista?
Una vez planteada la hipótesis, el historiador buscará las fuentes adecuadas. Si se cree que fue la crisis económica, entonces se buscará en censos, listas de precios, nivel y variación de salarios, etc. Cuando el historiador ha recogido la información y ha criticado las fuentes procede al análisis, que consiste en apuntalar o bien en rechazar las hipótesis planteadas inicialmente.
El trabajo del historiador estará concluido cuando se escriba lo que considera su versión definitiva, que sabemos que no existe, pues la Historia siempre se reescribe. Faltará después ponerlo a disposición de la comunidad intelectual, de los profesores, los alumnos, los medios de comunicación, o el partido político; es decir, entregarlo a quien está destinado.
• Algunas interpretaciones de la historia. Vamos a entrar en los terrenos de la Teoría de la Historia. Cualquier conocimiento que se precie de científico necesita estar respaldado por una concepción del mundo, por un enfoque filosófico. En este caso se encuentra también la Historia. A su vez, las Teorías de la Historia se derivan de las diferentes concepciones filosóficas. Teoría de la Historia o teoría Historiográfica es el sistema coherente de pensamiento que, partiendo de una base filosófica, se pregunta sobre el devenir del hombre, no tanto como acontecimiento sino en cuanto a los procesos que impulsan este devenir.
Una Teoría de la Historia cuestiona problemas tales como el lugar que ocupa dicha disciplina entre las ciencias y la naturaleza de su propia condición científica; el sujeto de la historia; su causalidad (¿cuáles son las causas que mueven a la historia?); las leyes del movimiento histórico, etc. La teoría de la Historia también aplica determinada metodología de acuerdo con su concepción filosófica. La teoría de la Historia indaga las causas del movimiento histórico, el sentido que éste tiene, el papel de los sujetos, la división en períodos o periodización y el carácter científico del conocimiento histórico. Lo anterior significa que la teoría de la Historia se ubica en un nivel de racionamiento más alto, que toma elementos filosóficos coherentes entre sí aportaciones derivadas de la observación de los grandes procesos históricos. En seguida veamos las características principales de las Teorías de la Historia más representativas.
Positivismo. El pensador francés Augusto Comte (1798-1857) es considerado como el fundador del Positivismo. Comte busca la existencia de leyes en la sociedad, y por lo mismo un método que las estudie y en esta forma se inclina por la imitación del método propio de las Ciencias Naturales. Desarrolló este autor la llamada ley de los tres estadios, según la cual la humanidad ha pasado por tres etapas de pensamiento: estadio teológico, estadio metafísico y estadio positivo. Se trata de un esquema del desarrollo de la historia. En esta forma la ciencia se basa en la realidad y también en la experiencia. Se supone que el estadio positivo implica que se han rebasado las etapas anteriores, o sea que ha habido un progreso en la mente humana. No hay que olvidar este aspecto del Positivismo: tiene una profunda fe en el progreso en general. Hoy en día, casi ningún estudioso serio, trátese de filósofo, sociólogo o historiador, se cree lo de los tres estadios. Pero el Positivismo sigue presente en la historia, sobre todo en la actitud metodológica. ¿Cómo se manifiesta este positivismo en la historia? El historiador con influencia positivista cree que "los hechos hablan por sí solos", y que por lo tanto su labor consiste en recopilarlos y verificar la autenticidad de los documentos. De esta manera se llegará a completar -algún día- el cuadro del desarrollo histórico.
Leopold Von Ranke (1795-1886) es el autor más influyente dentro de la corriente positivista. Este historiador alemán escribió Historias de los pueblos románicos y germánicos, y La Historia de los Papas. En su primer libro mencionado, al criticar a la concepción histórica de la Ilustración, escribe una frase que va a tener gran influencia: el historiador debe mostrar los hechos tal como sucedieron. De ahí se derivarán dos actitudes metodológicas exageradas:
- La idea de que la única Historia valedera es aquella que se hace investigando en los documentos escritos.
- La tesis de la neutralidad ideológica del historiador.
El autor que estamos analizando da por sentado que el historiador es imparcial, lo que significa ser capaz de superar sus emociones, fobias o predilecciones, así como de rechazar y sobrepasar todo condicionamiento social en la percepción de estos acontecimientos. Por ejemplo, si vas a hacer una Historia de la conquista de México, no te deben importar las atrocidades de los españoles, no debes tomar partido. Es así como se construye una concepción de la Historia de acuerdo con el positivismo clásico: basta reunir una cantidad suficiente de hechos bien documentados, para que surja por sí misma la ciencia de la Historia. La reflexión teórica, filosófica en particular, es inútil, ya que introduce un elemento especulativo en la ciencia positiva.
El Positivismo histórico no ha muerto, ya que se trata de un enorme camaleón que cambia de color según el medio ambiente; por ejemplo, en la actualidad asume el punto de vista de la cuantificación (la medición de los fenómenos). La cuantificación no es negativa en sí misma, al contrario, qué bueno que se puedan medir los fenómenos, pues de esta manera los historiadores pueden estar más seguros de sus afirmaciones. Lo malo es cuando se pretende convertirla en la única solución, en el único método científico válido, es decir, negar autenticidad a todo lo que no esté cuantificado.
La actitud metodológica exagerada del Positivismo sería: el estudioso está ahí solamente para “reflejar” la realidad, tal como se presenta. Su papel es pasivo. Una aportación interesante y rescatable de esta corriente es el respeto por la autenticidad del documento histórico, la búsqueda de la veracidad del documento.
Materialismo Histórico. Las Teorías de la Historia reflejan de alguna manera las condiciones históricas en que se gestaron: el nivel de desarrollo de la economía y del pensamiento, la ciencia, la Filosofía y, básicamente, el tipo de sociedad en que nacen y se desarrollan, lo que significa la existencia de las clases dominantes y las dominadas, así como su propia lucha. El Marxismo, o Materialismo Histórico no escapa a este hecho.
Para hablar del Marxismo retomemos la concepción dialéctica de Hegel. Este autor considera que todo está en movimiento y por lo tanto también las sociedades, es decir, la historia. Hegel tuvo discípulos, que a su vez se dividían en tendencias: por ejemplo, los conservadores o hegelianos de derecha (que retomaron sus posiciones idealistas) y los críticos o hegelianos de izquierda (que retomaron sus posiciones dinámicas, dialécticas.) A mediados del siglo XIX los filósofos y luchadores sociales Karl Marx y Federico Engels, que recibieron influencia del pensamiento idealista de Hegel y del materialista de Feuerbach se ubican en la línea crítica, plantearon las bases de una nueva concepción teórica en el libro La ideología alemana. Ahí señalan que antes de cualquier cosa el hombre necesita comer y satisfacer sus necesidades básicas. Pero para ello trabaja, produce. Este es el primer hecho histórico, y esta es la base materialista de la historia según Marx y Engels.
Si a la concepción dinámica, dialéctica, la enlazas con la materialista, tendremos las bases teóricas esenciales del Marxismo. Otro aspecto fundamental de la concepción marxista de la historia es el de totalidad: la historia se debe entender como un todo coherente cuyas partes se encuentran en estrecha relación. Cada fenómeno, acontecimiento o proceso se debe ver desde el punto de vista de la totalidad, y aunque nunca la podemos abarcar, en cambio la debemos tener presente en nuestro análisis. Marx y Engels proponen una teoría general de las sociedades en movimiento, cuya originalidad consiste en integrar, a través de la observación y el razonamiento:
a) El análisis económico b) El análisis sociológico c) El análisis de las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas, filosóficas, en resumen, de las formas ideológicas a través de las cuales los hombres toman conciencia de sus conflictos y los llevan hasta el final.
Hay que aclarar que la visión marxista de la historia no privilegia el estudio de lo "económico" sobre "lo político", sino que considera a la historia como la expresión de múltiples contradicciones articuladas en una totalidad social. Así, se estudian esas contradicciones en su especificidad y cómo se articulan todas ellas.
Otra de las aportaciones del Marxismo es el papel de las clases sociales y su lucha como motor de la historia. Dicho concepto de clases implica los siguientes aspectos:
- Que las clases sociales se generan a partir de una matriz económica: la propiedad sobre los medios de producción (tierra, maquinaria, fábricas, etc.)
- Que al relacionarse con otras clases, por vía de explotación, existen entre ellas relaciones antagónicas.
- Que las clases sociales al derivarse de determinados modos de producción tienen una existencia histórica concreta y una forma especial de relacionarse no sólo con los medios de producción, sino también con las otras clases. A ciertos modos de producción corresponden determinadas clases.
- Las relaciones antagónicas de las clases, cuya expresión es la lucha de las mismas, implican que las sociedades no evolucionan armónicamente, sino que lo hacen también mediante cambios violentos, revoluciones. De hecho en la historia podemos ver los dos tipos de cambios combinados: el armónico y el violento.
Uno de los aspectos que definen con mayor fuerza al Materialismo Histórico es que no se limita al estudio, al análisis de la sociedad, sino que es un instrumento de lucha social y política en manos de las clases explotadas. Al respecto, vale la pena que hagamos referencia a la famosa onceava tesis de Marx sobre Feuerbach. Dice Marx: "Todos los filósofos no han hecho más que interpretar de diferentes maneras el mundo, de lo que se trata es de transformarlo". Es decir, el Marxismo es una concepción no sólo teórica sino también práctica, política, que tiene por objetivo acabar con el sistema capitalista e instaurar el socialismo.
La visión marxista ha influido mucho en la Historia y en las Ciencias Sociales en general; incluso varias corrientes historiográficas que combaten al Marxismo han tomado, sin embargo, conceptos claves del mismo. También se puede señalar que algunas escuelas historiográficas, como la francesa de los Annales, han partido de concepciones marxistas. El Materialismo Histórico posee una gran ventaja: el descubrimiento de las condiciones materiales como una buena base para el estudio de la historia, así como el estudio de la lucha de clases como un motor importante de la propia historia.
Corriente o Escuela de los Annales. Aunque hasta ahora se está poniendo de moda en nuestro país, la corriente de los Annales tiene ya varias decenas de años. Nació en 1929 con la publicación de la revista Annales de Historia Económica y Social. Sus creadores son dos historiadores conocidos en México: Marc Bloch y Lucien Febvre, ambos franceses. Tres son las características de esta corriente, por lo menos en sus principios:
1. Su lucha contra la Historiografía tradicional, positivista o historicista, centrada en el estudio de lo político y lo diplomático, una Historia de acontecimientos.
2. Su apertura a las Ciencias Sociales. Los estudios históricos que se apoyan en la Economía, la Geografía, la Sociología y la Antropología, entre otras ciencias, comienzan a desarrollarse ampliamente a partir de los "Annales".
3. Aportaciones metodológicas. Nuevos enfoques. Nuevos objetos de estudio.
Los annalistas lucharon desde un principio contra el Positivismo y el Historicismo, la biografía, la Historia puramente política o "de acontecimientos". Combatieron contra la Historia acartonada y especializada. Los annalistas estaban influidos por la “nueva Geografía” de Vidal de la Blanche, que planteaba enfáticamente los problemas humanos en esa disciplina; por la Sociología de Emile Durkheim, que quería una supersociología que abarcara todo lo humano incluyendo a lo histórico, si bien supeditado esto último al "imperialismo" sociológico. Los enfoques de Jules Michelet y sobre todo de Marx estaban presentes en la mente de los primeros colaboradores de Annales. La revista fue concebida no sólo para ser una publicación más sobre Historia, sino como una guía intelectual en los campos de la Historia económica y la Historia social. El número uno se publicó el 15 de enero de 1929. Los Annales han tenido influencias de la Economía, la Sociología, la Antropología y otras ciencias y han hecho aportaciones muy interesantes a la Ciencia histórica.
Método comparativo. Los Annales recuperan el método comparativo de las Ciencias Sociales, ensayado anteriormente por Durkheim, la Lingüística, la Etnología, etc. Comparar en Historia significa poner en referencia dos o más fenómenos con similitud pero que pertenecen a procesos distintos. Se basa en la llamada similitud evidente, que es distinta al razonamiento por analogía. Se puede comparar cuando los fenómenos pertenecen a medios históricos diferentes.
Historia globalizante. Con evidente influencia de Marx, para quien sólo había una ciencia: la Historia, el enfoque globalizante propio de los Annales lo es en dos sentidos: por su objeto de estudio pertinente y por el modo de aproximación a los problemas. Los annalistas pretenden romper las dicotomías entre pasado y presente y entre prehistoria e historia. El objeto de la Historia es todo lo humano: la alimentación, la vida privada, el sexo, etc., además de los temas ya tantas veces estudiados: lo político, lo económico, etc. En cuanto al modo de aproximación: hacer Historia total es ser capaz de reconstruir en todo momento los aspectos concretos que se estudian con el resto de ellos.
Historia problemática. Esto es una cuestión de enfoque, de acercamiento a la realidad histórica. No se trata de hacer reseñas, de narrar sucesos, sino de plantearse problemas de conocimiento. Hay que construir el conocimiento histórico partiendo de una actitud científica: la del investigador ante su objeto de estudio.
Historia abierta. Esta es una gran novedad del proyecto científico de los primeros Annales. La Historia como empresa razonada de análisis rompe con la Historia descriptiva, la crónica o relato, el mito o la leyenda. Pero también es una ruptura con toda posible Filosofía de la Historia. La Historia se pretende abierta a las Ciencias Sociales y al resto del conocimiento; es más, abierta a todo lo humano.
Historia multideterminada o compleja. Al contrario de todo "monismo" que busca un factor determinante en el movimiento histórico, los Annales plantean que el conjunto determinante del hecho o del proceso histórico es múltiple. En un proceso intervienen infinidad de elementos de todo tipo (económico, político, cultural, religioso, etc.) con sus relaciones específicas y su peso determinado.
Larga duración histórica. Fue Fernand Braudel quien descubrió este tema de los diferentes "tiempos" de la historia. Según él mismo afirma, llegó a este descubrimiento cuando redactaba su obra El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II. Sin entrar en grandes explicaciones, diremos brevemente que para Braudel existen tres "tipos" de tiempo en la historia: Corta duración, es el tiempo propio de los acontecimientos, dura la vida de un hombre (promedio); Duración media, es el tiempo de las "coyunturas", que dura varios decenios; Larga duración, es tiempo propio de las "estructuras", un tiempo que dura siglos, "casi inmóvil". Dicho autor, para explicar este asunto de los tiempos, recurre a una analogía con el mar. Resulta que el fondo, casi inmóvil, es la larga duración; el cercano a la superficie, la duración media, y finalmente las olas de la superficie son los acontecimientos o tiempo corto.
Microhistoria Italiana. La Microhistoria es la más importante corriente que se desarrolla en este país europeo durante las tres últimas décadas del siglo XX y al mismo tiempo una de las grandes corrientes historiográficas actuales. La Microhistoria italiana es posterior a 1968. Casi en la misma forma que la revista Annales de historia económica y social está ligada a la corriente de los Annales, la revista Quaderni Storici lo está con la Microhistoria Italiana. Cuando se publica por primera vez, en 1966, se denominaba: Quaderni Storici delle marche. Es decir, trataba principalmente Historia regional. 1976 es un año clave en esta corriente historiográfica italiana, ya que se publica El queso y los gusanos, de Carlo Ginzburg, uno de los libros más importantes de la Microhistoria. Los cuatro autores principales de esta corriente son: Edoardo Grendi, Giovanni Levy, Carlo Ginzburg y Carlo Poni. En 1988 ocurre el desmembramiento del equipo.
La Microhistoria Italiana aporta tres importantes paradigmas metodológicos:
- Cambio de escala de observación.
- Análisis exhaustivo-intensivo del universo microhistórico (descripciones densas)
- Paradigma indiciario.
Cambio de escala de observación. Al modificar la escala de observación, se perciben más o menos detalles. Por ejemplo, en un mapa: mientras sea mayor la escala: 1: 100, 1: 200. etc., menos detalles se perciben. En un mapa de una costa determinada, mientras más nos acercamos, más detalles percibimos.
Para los microhistoriadores, no es lo mismo la macro que la microhistoria. Los antropólogos habían inventado, en el trabajo de campo, la observación participante. Pero tanto la Antropología como la Historia local, se olvidan del nivel de análisis macro. Entonces, el objeto de estudio de los microhistoriadores no es lo micro en sí mismo, sino la dialéctica compleja entre lo macro y lo micro. El objeto de los historiadores italianos de esta corriente es el nivel microhistórico. El pensamiento micro, toma algún planteamiento teórico macro y cambia la escala. El microuniverso puede ser un individuo (Menocchio, de El queso y los gusanos...), una aldea, un cuadro pictórico, etc. Se toman ciertas hipótesis macrohistóricas más o menos válidas y se llevan al microuniverso (lugar de experimentación). No cualquier microuniverso es un “laboratorio pertinente”. Por ejemplo la relación de un león con el zoológico de Chapultepec. En cambio, si se quita al león de la “cadena evolutiva” de Darwin, cambian las cosas.
Análisis exhaustivo-intensivo del universo microhistórico. “Experimento macrohistórico”. La Microhistoria Italiana toma hipótesis macro, cambia la escala a microhistórica, la usa como lugar de experimentación para revisar las hipótesis macro. ¿Cómo lo hace? A partir de un análisis. El microhistoriador afirma que es capaz de captar el todo micro. Por ejemplo un estudio de Levy: 80 familias, 300 personas del pueblo de Santena, Italia (La herencia inmaterial). Entendemos por intensivo la lectura voluntaria e involuntaria de todos los significados que pueden tener los hechos investigados.
Paradigma indiciario. El más importante artículo de metodología histórica después de 1959 (en que se publicó “La larga duración” de Braudel) es el texto de Carlo Ginzburg: “Huellas: raíces de un paradigma indiciario”. Ginzburg cuestiona los límites del saber burgués, básicamente racionalista, frente a las formas de saber popular. Plantea que en la segunda mitad del siglo XIX empiezan a desarrollarse en la Literatura, la Historia del arte y el Psicoanálisis, varias formas del saber que son “galileanas”, que se basan en “trazos insignificantes” (pintura); en psicoanálisis, (cómo se revela el inconsciente): Un ejemplo es la novelística de Arthur Conan Doyle, en las que su personaje, el famoso detective Sherlock Holmes, utiliza dichas formas de saber.
Estas formas de saber tienen una raíz antigua: el saber popular. Por ejemplo, los cazadores, quienes a través de elementos indirectos saben por dónde ubicar al animal a través de sus huellas, de plumas o piel dejadas en alguna rama, etc. Utilizan estas formas de saber, además de los señalados, los marineros, mujeres, políticos e historiadores. Se trata de saberes en los cuales el grado de “incertidumbre” del objeto de estudio tiene mucho de imprevisible. Son saberes “conjeturales”. Una forma de saber se basa en lo individual; otra en lo general. Con este texto de los “indicios”, Ginzburg se plantea cuál es el estatuto del conocimiento histórico: en historia no existe nunca la verdad absoluta, la certidumbre total.
¿Cuál es el objeto del conocimiento histórico? ¿“captar lo único e irrepetible” o ¿“descubrir lo general”? Lo que hay que conocer es cómo las leyes generales se concentran en lo particular. A partir del paradigma indiciario se ponen en cuestión las fuentes. El saber racionalista hunde sus raíces en Platón y posteriormente en Galileo. Pero el saber popular es “diferente”, mas no inferior al burgués racionalista, no estanca, sino acumula; es el saber “original” de la propia humanidad. El saber popular nace de la práctica.
1.3. El acontecer en la sociedad como totalidad y como proceso. Sujeto, tiempo y espacio.
• Es importante conocer cómo la historia concibe a la sociedad. Desde este punto de vista consideraremos dos características sociales: la totalidad y el proceso. En realidad, si bien lo vemos, se trata de dos aspectos unidos estrechamente.
La sociedad como totalidad. Marx insistió en concebir a la historia de una manera amplia y global, cuando afirmó que no conocía la existencia más que de una sola ciencia, la Ciencia de la Historia. En esta forma incluía en la “historia de los hombres” todas las formas de actividad humana desplegadas a lo largo de todo el itinerario vivido por el hombre, Marx se anticipa a la muy similar definición de Marc Bloch, que ha definido a la Historia como todo el conjunto de “la obra de los hombres en el tiempo”.
Esto significa que la Historia es concebida, tanto por el Marxismo como por los Annales, en esta globalidad de su objeto o campo de estudio, y es también reivindicada como Historia total o globalizante por el modo de su acercamiento o análisis hacia los distintos problemas y espacios que aborda. Así, la Historia es global en la medida en que puede asumir y recrear constantemente la totalidad de la que forma parte el fenómeno o problema histórico particular estudiado. Como afirma Braudel, la Historia económica es la misma Historia general, pero vista desde la economía, y toda categoría histórica, como ha enseñado Marx, sólo es capaz de ser instrumento explicativo de lo real, en la medida en que se sitúa dentro de esa “iluminación general”, dentro de ese contexto global de la totalidad, que en los distintos momentos le otorga su verdadero sentido.
Por su parte, el tratadista español Julio Aróstegui sostiene que hay tres principales sentidos en que se aplica a la Historia el criterio de totalidad:
1. El proceso histórico no es divisible en partes. La Historia está formada por el proceso temporal global de la sociedad. En este sentido empleamos habitualmente el término Historia general. Historia de todos los procesos que se dan en la sociedad sin excluir ninguno.
2. La totalidad significa universalidad. La verdadera Historia es la Historia universal; no puede haber unos pueblos en la historia y otros no. En este sentido hablamos de Historia universal o Historia mundial, la que trata de todas las culturas del mundo.
3. El sentido sistémico. Es decir, el hecho de que no puede haber un desarrollo o proceso de cambio de un sector o parte de la sociedad sin que tal proceso afecte a todas las demás partes o sectores de esa sociedad misma. No hay una historia aislada de alguna parte de la humanidad. Aquí habríamos de hablar de una Historia sistémica o Historia integrada.
Es imposible escribir una “narración” de todos los acontecimientos de la historia, pero sí puede haber un discurso no narrativo donde la lógica total de un proceso histórico quede expresada. La totalidad no es el conjunto de todos los hechos históricos, de todos los acontecimientos y cambios sociales ocurridos en el tiempo y en todos los lugares, sino que es la representación hecha por el historiador desde el inventario exhaustivo de las condiciones en que se produce cada proceso histórico que pretende ser explicado.
Lo que la Historiografía presenta como su discurso más completo es la historia general, es decir, la primera acepción que hemos visto. La Historia general es la representación de esa atribución de la temporalidad, de ese movimiento real de las sociedades en el tiempo, que constituye lo histórico. Una Historia general no lo es porque comprenda “toda” la historia. La Historia general pretende representar el movimiento histórico “global”. Por ende, puede hacerse una Historia general, puede escribirse una Historia general, de un pequeño trozo de historia real. Una Historia general de una pequeña agrupación humana, de una localidad, o de un pequeño lapso de tiempo. Lo que debe quedar claro es que la Historia general es aquella que tiene siempre como horizonte de su discurso la historia “total”.
• La historia como proceso. Otra característica del movimiento histórico es que se trata de un proceso. Entenderemos aquí por proceso el conjunto de acontecimientos y cambios de la sociedad que están relacionados entre sí, que se combinan e interactúan en forma compleja en tiempos y espacios determinados. Es decir, la historia es un fluir continuo de procesos con diversas duraciones y ritmos. Debido a ello su estudio precisa de un principio organizador de los acontecimientos que la constituyen, a fin de poderlos entender.
Se puede hablar de dos tipos de procesos, los que son los específicos y los generales. En tanto que los primeros pueden enfatizar, ya sea los aspectos económicos, políticos, sociales, de mentalidades y culturales, los segundos comprenden la articulación de los específicos o particulares.
La historia como proceso implica:
- El hecho de que existe un movimiento continuo en las sociedades.
- Este movimiento, sin embargo, implica: retrocesos, avances, estancamientos y ritmos (aceleración, lentitud), cambios, permanencias, etc.
- El historiador debe ser capaz de distinguir esos elementos anteriormente citados.
• Sujeto de la historia. Aquí se plantea la pregunta clave: ¿quién o quiénes hacen la historia? Para acercarnos a este tema consideremos que existen tres respuestas posibles, cada una de ellas inscrita en una postura teórica: los héroes, las élites y los grandes grupos humanos (clases sociales, pueblos).
Los héroes. Incluso actualmente, no faltan quienes asignan a los héroes el peso principal de la historia. Esta visión caudillista no es nueva; tal vez sea la más antigua de todas. Posiblemente se inicia con los mitos y leyendas de fundadores, conquistadores y otros personajes que encarnaban a sus propios pueblos, hasta llegar a la tesis del “hombre superior” y sin mancha que para a la historia por sus hazañas: Aquiles, Rómulo y Remo, Quetzalcóatl, Juárez y otros. ¿Cuál es el fondo de esta tesis caudillista de la historia? La idea de que los pueblos son solamente una masa amorfa y dúctil, que no tiene iniciativa propia. Si vemos con atención, una gran parte de las biografías de grandes personajes ocultan esta idea central.
Las elites o grupos selectos. Otra manera de ver al sujeto de la historia, es creer o afirmar que ésta es hecha por “grupos selectos”, “minorías” iluminadas, unos cuantos personajes. Ya no es, entonces el individuo solitario, el héroe, sino varios personajes que de alguna manera son responsables de los grandes cambios históricos.
Las clases sociales, los pueblos. La historia la hacen las masas, las clases sociales, los pueblos. Principalmente el Materialismo Histórico defiende esta tesis.
• Tiempo y Espacio como parámetros de la historia. Todos los fenómenos históricos se ubican en dos parámetros: tiempo y espacio. En efecto, nada de lo que acontece es ajeno al cuándo y al dónde.
El tiempo en la historia es un concepto difícil de captar y aún más, de aplicar. Prácticamente nadie puede recordar la forma en que aprendió a percibir el tiempo histórico, ya sea en la escuela o fuera de ella. Ni los historiadores podríamos responder a la pregunta: ¿cómo descubrí por primera vez la forma de ubicarme en el tiempo histórico?
El tratamiento del tiempo en la historia implica, en primer lugar, distinguir dos clases de este concepto: el tiempo cronológico y el histórico. El tiempo cronológico es aquel que se refiere a la medición del tiempo en su transcurrir, el que se divide en siglos, décadas, lustros, años, etc. Mediante la cronología (de cronos, tiempo y logos, tratado) ubicamos los hechos históricos con fechas: por ejemplo, 476 d.C. (después de Cristo), es la fecha de la caída de Roma, la capital del Imperio romano de Occidente en poder de los “bárbaros”; 1453 d.C. ubica la caída de Constantinopla, capital del Imperio romano de Oriente en poder de los turcos; en tanto que 1789 es la fecha de la Revolución Francesa.
El tiempo histórico puede referirse a fechas en las que se ubican –más o menos- los movimientos de la historia. Pero va más allá de las puras fechas del tiempo cronológico. Por ejemplo, implica la periodización o división del tiempo en períodos: así, 476 d.C. fecha de la caída de Roma, marca el final de Edad Antigua; 1453 d.C. ubica la caída de Constantinopla, el final de la Edad Media; en tanto que 1789 es la fecha que ubica la Revolución Francesa y por lo mismo la frontera entre la Edad Moderna y la Contemporánea.
El tiempo histórico también implica el estudio de la sincronía y la diacronía. La sincronía se refiere a lo que sucede en el mismo tiempo (lo que está sincronizado, lo que es simultáneo), mientras que la palabra diacronía significa los procesos a través del tiempo. Digamos, para simplificar, que lo sincrónico es una fotografía y lo sincrónico una película (formada a su vez de muchas fotografías).
Continuando con el tiempo histórico, otro aspecto que abarca su estudio se refiere a la permanencia y el cambio: ¿cuáles son los elementos, aspectos característicos de las sociedades que se mantienen constantes en cada uno de ellos? ¿cuáles de esas condiciones se transforman y dan lugar a la conformación de modificaciones, de cambios que permiten apreciar el avance y desarrollo de los procesos históricos?
Los ritmos (aceleraciones, estancamientos y retrocesos) pertenecen también al tiempo histórico. Con la palabra ritmo, aplicada a la historia, nos referimos a la velocidad entre dos o más cambios. Si los cambios van apareciendo de manera rápida, uno detrás de otro, hablamos de aceleración (por ejemplo la tasa demográfica del crecimiento natural mundial a partir del siglo XIX se acelera). Si, por el contrario, los cambios se dan muy de tarde en tarde o de una manera casi imperceptible, hablamos de estancamiento (la técnica agraria de la época romana hasta el siglo XVIII en términos generales vive una larga etapa de estancamiento). Si una situación histórica pasa a vivir circunstancias en las que los niveles políticos, culturales y económicos (o uno de estos aspectos) cambian en sentido negativo, hablamos de retroceso: por ejemplo, la alta Edad Media (siglos V-IX d.C.) en el Occidente europeo es una época de retroceso respecto al Bajo Imperio romano precedente (siglos III-IV d.C.) Relacionado con el concepto de ritmo, hay que mencionar también el concepto de ruptura o quebrantamiento: son ejemplos de ruptura el “milagro” griego, en el aspecto mental; la caída del Imperio romano o la invasión islámica de la península Ibérica, en los aspectos político y religioso, en el siglo V d.C; etc.
El concepto de Duración forma parte también del tiempo histórico. En este caso, se trata de la duración relacionada con la naturaleza de los distintos hechos históricos. Entendemos por duración, la continuidad de existencia de una determinada naturaleza de hechos históricos entre dos momentos concretos fechables de manera aproximada. La duración está relacionada con la naturaleza del hecho. Los hechos políticos son de una decisión corta (una decisión del Consejo de Ministros, una batalla, la muerte de un jefe del Estad, etc.) Los hechos económicos son de duración media y presentan períodos de oscilación relativamente regulares (como máximo, una generación, alrededor de unos 50 años). Finalmente, algunos hechos institucionales (la estructura de la familia), algunos de naturaleza ideológica, mental o imaginaria son de larga duración y muy resistentes a los cambios. La larga duración es el tiempo de la estructura. La duración media es el tiempo de la coyuntura y la corta duración es el tiempo del acontecimiento puntual, periodístico y de los conflictos bélicos.
En resumen tenemos así dos tipos de tiempo: el tiempo cronológico basado en fechas, división del tiempo en unidades; y el tiempo histórico, cuya base la forman el ritmo, la duración, la periodización, la sincronía y diacronía, la permanencia y cambio. Conviene aclarar que si bien el tiempo histórico es mucho más complejo que el puramente cronológico, eso no significa que la historia no lo utilice. Las fechas son importantes, nos ayudan a situar, a ubicar los fenómenos a estudiar, pero no son suficientes para explicar el movimiento de la historia y su complejidad.
El espacio. Desde el punto de vista científico, la palabra espacio es objeto de múltiples aplicaciones. En cada ámbito del pensamiento científico el espacio toma sus concreciones según la aplicación que se le dé. Así, para las Matemáticas los espacios son conjuntos de puntos, para la Física se asimila con el concepto de campo y nos remite generalmente al concepto de espacio cósmico. Desde el punto de vista de las Ciencias Sociales, el espacio remite principalmente al ámbito o los lugares en los que se desarrollan las actividades humanas. Cuando pensamos el espacio desde las Ciencias Sociales se relaciona directamente con lugares, con la representación física y empírica de la idea de espacio.
¿Por qué necesitamos aprender a pensar el espacio? Actualmente en las Ciencias Sociales y con un enfoque crítico, el espacio se considera una variable básica de los hechos sociales y en relación dialéctica con la sociedad. No puede aislarse el espacio como concepto por sí solo. Los esquemas espaciales que cada individuo va conformando a lo largo de su vida son sumamente complejos, más aún en nuestros días. La vida actual hace que el espacio al que accedemos cotidianamente nos implique una espacialidad diferencial y una representación muy compleja, multiesférica del espacio. Normalmente nos desplazamos cotidianamente por el espacio a mucha velocidad, en forma directa, para ir del lugar en el que vivimos a donde trabajamos, o a la casa de los amigos. No es ésta la única manera en que lo hacemos, ya que también nos desplazamos, no directamente, por espacios muy diversos a partir de las noticias de televisión, las comunicaciones por computadora, la radio, o el teléfono que nos permite salvar distancias de miles de kilómetros en pocos segundos.
Estas vivencias espaciales conforman una manera de pensar el espacio con discontinuidades importantes. Los contextos espaciales pueden ser muy diversos, pero podemos distinguir los siguientes:
- Contextos espaciales ligados a los desplazamientos físicos. Aquí, pensar el espacio, supone resolver problemas de orientación, decidir acerca de itinerarios, saber leer un mapa de carreteras, un esquema del metro, o la Guía Roji para ubicar una calle, es decir, aprender a pensar el espacio en que vivimos.
- Conceptos espaciales vinculados a la comprensión de las redes espaciales de las que formamos parte, y que tienen diferentes características y escalas, como las redes de carácter básicamente administrativo: la delegación, el municipio, el Estado, el país, etc.
- Contextos espaciales relacionados con el procedimiento de la información de los medios de comunicación. En ellos abundan los conceptos geopolíticos que reflejan “teorías explicativas”: las regiones Norte-Sur, la Unión Europea, la ex Yugoslavia, la globalización…Pensar el espacio en este contexto implica aplicar un proceso riguroso de análisis, de racionalidad.
En relación con la Historia, que es lo que en última instancia nos interesa, una idea más actualizada del espacio permite pensarlo como el ámbito socialmente construido por el hombre, en el que la naturaleza y la sociedad no son dos opuestos, sino que “es preciso ver en ellas un antagonismo indisoluble que las diferencia, pero que, al mismo tiempo, las integra en una unidad”. Puede entenderse de esta manera que “los sujetos sociales, mediante sus capacidades creativas y de trabajo, han ido transformando los espacios naturales conformando lo que se ha dado en llamar la segunda naturaleza, una producción social”.
Entendido así, el espacio histórico sería el ámbito espacial socialmente construido –o destruido- por el hombre a través del tiempo. Como bien señala Henry Lefebvre: “Como todo, el espacio es un producto histórico en el sentido clásico del término”, puesto que “el espacio ha sido conformado o moldeado a través de elementos históricos y naturales, pero éste ha sido un proceso político”.
La ubicación espacial. Puede concluirse entonces que también en este aspecto se hace necesario revisar los criterios con que tradicionalmente se ha ubicado la Historia en el espacio. Ejemplo: Historia Universal es uno de los cursos que en las escuelas pretenden dotar a niños y jóvenes de los primeros conocimientos históricos. Éste no abarca la historia del universo, ni siquiera la del mundo, puesto que por lo general se refiere a la historia de Europa y algunas zonas de Asia, África o América –sólo en determinadas épocas, que se pueden identificar con claridad- y se reduce a una visión eurocentrista u occidentalista, con lo que se incurre en otra percepción viciada.
Oreo ejemplo: los conceptos “Oriente” y “Occidente” –referidos también a fijaciones de ubicación espacial- parten de la visión del europeo. Para el latinoamericano o para el chino, tales denominaciones aluden a entidades geográficas completamente diferentes. Para los mexicanos, pongo por caso, el Cercano Oriente es Cuba, mientras que en el Lejano Oriente se sitúa ¡Europa “Occidental”! Tales rutinas de conceptualización se aceptan, sin embargo, porque se han generalizado en el mundo entero a raíz de la expansión capitalista, económica y cultural.
Debido a que no es posible modificar los términos con los cuales se expresan tales formas de concebir el espacio histórico, es deseable que los profesores tengan conciencia de ello para explicarlo así en los procesos de enseñanza, y hacer conscientes a los no especialistas de las diferentes formas de denominación que asumen las regiones geográficas, independientemente de su relación con el sujeto que las percibe.
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INTRODUCCIÓN TEMÁTICA DE LA UNIDAD II: SOCIEDADES PRECAPITALISTAS. EL FEUDALISMO Y PRIMEROS INDICIOS DEL CAPITALISMO (SIGLOS XII-XVI)
2.1 Visión panorámica de las sociedades que antecedieron al capitalismo.
Las formaciones económicas y sociales que anteceden al desarrollo capitalista, siguiendo la propuesta de Marx y Engels son: la Comunidad Primitiva, el Modo de Producción Asiático, el Esclavismo y el Feudalismo.
• La comunidad primitiva. Se caracterizó en un primer momento por tomar de la naturaleza lo que necesitaba para su subsistencia, es decir se dedicó a la recolección, pesca y caza. Sin embargo, al ir incrementándose el número de sus miembros e ir teniendo mayores necesidades tuvo que empezar a crear o a producir sus medios de producción:
“Los antecedentes de este avance son muy remotos; de hecho, incluyen y requieren toda la evolución anterior del género humano. En forma más concreta, el primer paso, aún muy lejano del resultado que ha de producirse, es el dominio del fuego. Éste es un ser ‘vivo’ que hay que ‘alimentar’… el fuego proporciona muchas ventajas directas a sus poseedores: protección, calor, posibilidad de aprovechar nuevos alimentos.”
“Un segundo adelanto en la misma dirección es la domesticación del perro… Pero la trasformación decisiva, la que ha de modificar toda la vida del hombre, es el invento de la agricultura y de la ganadería. Sus inicios datan probablemente de unos 15 000 años.”
Lo anterior, propició que el hombre de ser nómada pasara a ser sedentario. Y una mayor sedentarización implicó un crecimiento de los pueblos primitivos, lo que hizo indispensable que el hombre desarrollara una serie de instrumentos para un mejor dominio de la naturaleza, como son por ejemplo canoas, hachas, lanzas, cestos de carga, azada, el hierro.
El desarrollo de la agricultura y la ganadería van a otorgar al hombre primitivo la posibilidad de tener un excedente económico:
“La tierra se nos presenta, entonces, como la condición natural del trabajo, no como resultado del trabajo sino como su supuesto. La apropiación del individuo de las condiciones objetivas del trabajo es medida por su existencia como miembro de la comunidad. El comportamiento respecto a la tierra como propiedad es siempre medida por la ocupación de la tierra por la horda. Por otro lado, la existencia efectiva de la comunidad está determinada por la forma específica de su propiedad de las condiciones objetivas del trabajo.”
En cuanto al trabajo la relación de producción más primitiva, es aquella basada en la cooperación y reciprocidad. Sin embargo estas relaciones se fueron modificando dando lugar a la aparición de una división social del trabajo en donde la mujer se dedicaba a la recolección y el hombre a la caza, lo anterior como una primera forma de división del trabajo. No obstante, con el aumento de la población, el surgimiento de otras formas de organización como la tribal van a determinar una división del trabajo más especializada:
“La creciente división del trabajo derivada de las fuerzas productivas y el intercambio de productos cada vez mayor, fueron desbordando el marco de la propiedad comunal.”
“… la desigualdad se desarrolla en el seno de la comunidad y el trabajo excedente tiende a ser apropiado por el jefe de la comunidad o por las líneas de parentesco consideradas como superiores en tanto que él o que ellas representan los intereses de la comunidad a un grado más elevado, a un nivel superior. A este proceso interno de diferenciación social se agrega, según las circunstancias, el fenómeno de la conquista o del sometimiento de las comunidades vencidas.”
El proceso de desarrollo del hombre de la comunidad primitiva, crea nuevas formas de organización que se caracterizan por la desigualdad, lo que llevó a las tribus de la comunidad primitiva a enfrentamientos sobre todo por la posesión de la tierra. Lo anterior propició el surgimiento de la servidumbre y el esclavismo.
• Modo de producción asiático. La trasformación de la comunidad primitiva a través del tiempo por la cada vez mayor apropiación del hombre de la naturaleza, la aparición de la agricultura y la ganadería, el incremento demográfico, la aparición del Estado y las formas despóticas de gobierno, establecen un cambio en las sociedades asiáticas dando paso al fortalecimiento de la explotación humana y por lo tanto una nueva formación social llamada modo de producción asiático.
El modo de producción asiático tuvo como base la comunidad aldeana; sin embargo formó también una comunidad dominante, el Estado: “Así pues la aparición del Estado y del gobierno despótico han transformado las formas primitivas de propiedad, trabajo y existencia social, pero ha conservado en su seno tales formas primitivas y se ha edificado sobre ellas, sin disolverlas, sin disolver los lazos primitivos.”
La propiedad común persistió bajo la forma de propiedad estatal. Las sociedades del modo de producción asiático se organizaron en aldeas autosuficientes para seguir desarrollando la agricultura y poder cultivar productos como el trigo, la cebada, el lino y dedicarse al pastoreo. Para lograr lo anterior tuvieron que crear sistemas de irrigación.
Para el cumplimiento de los trabajos se estableció un sistema tributario que podría ser en trabajo o en especie: “Estas comunidades entregan, colectivamente, determinada cantidad de bienes o también de trabajo a otro sector social, en un sistema de explotación que no está basado en la propiedad de unos y la falta de ésta para otros.”
“Las grandes construcciones, la religión y sobre todo el arte alcanzan en estas sociedades una altura muy elevada, puesto que se dan las condiciones de división del trabajo en las cuales una clase se ve obligada al trabajo pesado, en tanto que otra, que vive en el ocio, se dedica al cultivo de las actividades intelectuales. La casta sacerdotal, monopolista del conocimiento astrológico y astronómico, se convierte en árbitro de la agricultura; en varias civilizaciones los templos funcionan como grandes almacenes de grano. Los sacerdotes coordinan también la edificación de construcciones religiosas, así como el calendario de festividades…”
Finalmente, la sobrepoblación, la jerarquización social, las guerras y la propiedad privada van a deteriorar al modo de producción asiático: “Así pues, mientras más aparece el carácter común como una unidad negativa orientada hacia el exterior, más se realizan las condiciones en las cuáles el individuo se convierte en el propietario privado del suelo, de una parcela particular, cuyo cultivo le corresponde, así como a su familia.”
• Esclavismo. Surgió en la Europa Occidental, entre los griegos y los romanos. Las relaciones de producción se establecieron sobre la base de la propiedad privada, la cual creó la posibilidad de enriquecimiento particular y de grandes desigualdades.
En este período no sólo se poseía la tierra como propiedad privada, sino también a los esclavos, en quienes recayó la producción (principalmente de la agricultura, ganadería y minería), por lo que surgen grandes haciendas esclavistas.
Los esclavos fueron considerados como simples instrumentos que no sólo trabajaron en el campo, sino también fueron requeridos en los ejércitos. “La esclavitud representaba la más radical degradación imaginable del trabajo al convertirse los hombres en medios inertes de producción, privados de todos los derechos sociales y tratados como bestias de carga. Legalmente el esclavo fue definido como herramienta parlante, hecho que lo situaba un grado por encima del ganado…”
La explotación de los esclavos hizo posible el engrandecimiento de Grecia y Roma: “…el gran florecimiento de la Antigüedad sólo fue posible gracias a la degradación, a la explotación más despiadada y a la deshumanización más atroz del sector productivo de esta comunidad, de los esclavos y de otros trabajadores. Sin embargo ¡qué florecimiento! Se desarrollan las artes, se edifican grandes construcciones, se relacionan numerosos pueblos y la investigación humana se atreve a desprenderse de las muletas del mito y enfrentarse a la realidad del mundo… se sientan las bases de la organización social, que se expresan en las normas de la filosofía y de la estética griegas, en el derecho romano y en muchos elementos del pensamiento científico incipiente.”
“En el modo de producción esclavista, la apropiación del excedente y la expansión económica no se basa tanto en el desarrollo tecnológico, sino en la expansión geográfica y la reproducción ampliada de las relaciones esclavistas en cada vez más productos.”
Por último, este modo de producción se deterioró por la insurrección de los esclavos contra los amos, por la sobreexplotación de la que eran objeto, y otras causas como:
“Rebelión de los esclavos, encabezada por Espartaco, 73-71 a. C.
Crisis económica y política (siglos I y II); comprende el colonato como una de las características esenciales.
Del siglo III en adelante. Crisis política acentuada con el militarismo y la separación gradual de las provincias, así como la naturalización de la economía. Se va dejando atrás el uso de la moneda y se vuelve al trueque. Regresión económica general.
Siglo IV. Separación, por Teodosio, en dos imperios romanos: el Oriental, con capital en Constantinopla; y el Occidental, con Roma como sede. Lucha entre éstas, al tiempo que se generaliza la crisis a todos los niveles. Final caída de Roma en 476 D.C.”
• Feudalismo. El deterioro del esclavismo por las invasiones de los bárbaros, así como el rompimiento del mundo mediterráneo y de su comercio, la aparición de la Iglesia católica como institución, dieron paso, entre otros factores, al régimen económico-social y político conocido como el feudalismo, basado en la explotación de la tierra: “En los primeros tiempos del feudalismo, la mayor parte de las tierras de Europa centro-occidental estaban divididas en dominios o feudos autosuficientes. Reinaba la economía natural. Un feudo estaba formado por una villa o aldea y varios centenares de acres de tierra laborable.”
Hubo entonces una nueva forma de relaciones de producción entre el feudo y la servidumbre. La tierra pertenecía a los señores feudales, compuestos por los nobles guerreros (tanto los vasallos como los reyes conquistadores) y la alta jerarquía de la Iglesia (que se convirtió en la gran terrateniente). El siervo no era un hombre libre, pero tampoco un esclavo; tenía derecho a rentar y cultivar la tierra; existían diferentes tipos de siervos (el de la gleba, el bordar, el colono, el jornalero y el villano); el producto de su trabajo no le pertenecía en su totalidad, pues tenía que entregar cierto porcentaje a los señores feudales distintos tipos de renta (en trabajo, en especie, en dinero, además del diezmo a la Iglesia).
“Era una economía en la que cada aldea feudal prácticamente se bastaba a sí misma. El señor feudal por su lado, agregó a su servidumbre los siervos que eran buenos artesanos, para que hicieran cuanto él necesitaba. El dominio señorial producía y consumía todo lo que requería”
Al ir avanzando el período de formación del sistema feudal en la Alta Edad Media (del siglo V a principios de XI), hay una separación de la agricultura y de los oficios, por lo que se da una producción artesanal y la formación de ciudades con actividades comerciales.
Con respecto a las clases sociales en el régimen feudal, la clase dominante estaba compuesta por los nobles y clérigos, en las que existían jerarquías; esta clase controlaba el orden, político, social y la cultura, la cual tenía un carácter teocéntrico. En las ciudades o burgos (que mantuvieron una lucha constante por sacudirse la autoridad de los señores feudales), vivían los comerciantes organizados en guildas, los artesanos agrupados en gremios y diversos grupos marginados. Finalmente los campesinos siervos explotados, que eran el sostén de la producción, de la riqueza y bienestar de los señores de la tierra.
2.2 La expansión del cristianismo occidental: Bizancio y la presencia del Islam en el mundo mediterráneo. El caso español.
• Sabemos que la civilización occidental después de la división del Imperio Romano entre Oriente y Occidente en el año 395 propició y desarrolló dos sociedades diferentes en el mismo espacio pero con el cristianismo como elemento común, mientras el mundo occidental se consolidaba en Europa bajo la forma de sociedad feudal, en Oriente se consolidaba el llamado Imperio Bizantino, desde el año 960 hasta 1453 cuando cae en manos de los turcos la ciudad de Constantinopla. Su territorio fue enorme, desde la costa oriental del mar Adriático hasta la frontera con Persia y desde el río Danubio hasta el desierto africano.
Dicho Imperio tenía como lengua dominante el idioma griego y contaba con grandes ciudades donde se desarrollaba un enorme comercio: Constantinopla, Odesa, Antioquía, Jerusalén y Éfeso.
Durante este período la economía bizantina, muy enriquecida por su posición de privilegio con el Oriente, les permitió un fuerte crecimiento de la población, el fortalecimiento de sus ciudades y la proliferación de obras públicas. En el campo la situación contrastaba por su pobreza con las ciudades.
El Imperio Bizantino vivió en constante presión exterior ejercida por los ávaros, eslavos, persas y árabes; esto fue sobre todo grave en el siglo VII. Sin embargo, en toda la época bizantina se notó claramente la conversión hacia un Estado militarista.
Durante los años 858 y 867 se da el enfrentamiento con el Papado de Roma desembocando en el cisma de estas dos grandes regiones del cristianismo. Durante la segunda edad de oro bizantina, bajo la dinastía macedónica, se buscó un acercamiento pero sin aceptar la primicia del Papado romano, casi siempre con el interés de frenar el avance musulmán.
Hacia el año mil fue cuando se trazaron de manera clara las principales rutas del comercio exterior, la del norte desde el mar Báltico, la del sur que los conectaba con los musulmanes a través del golfo Pérsico y el mar Rojo, la del Este que los comunicaba hasta China, y la del Oeste a través del mar Adriático o del río Danubio.
Esta época de oro tuvo un efecto importante en el renacimiento cultural de Bizancio. También en su expansión territorial a expensas de búlgaros y rusos. Sin embargo, el siglo XV marca el final de este Imperio, muy al parejo de la crisis general del sistema feudal.
• No podemos ignorar en este período la creciente importancia que adquiere el mundo musulmán a partir del inicio de la predicación de Mahoma en el siglo VII. Se notan dos etapas de desarrollo: la primera del VII al X con el único Califato de Bagdad, y la fragmentación que inicia la aparición de los Califatos de Córdoba (Omeya) y del Cairo (Fatimí). El Islam constituye en todo este período una poderosa fuerza que se opone al Occidente. La unidad de su lengua árabe le da también una enorme fortaleza.
La zona geográfica donde se desarrolla esta civilización es a partir de Arabia, enrome zona desértica, dos millones y medio de kilómetros cuadrados, habitada en su mayoría por nómadas, pastores y mercaderes.
En lo político estaban gobernados por un Califa, que sin embargo veía disminuido fuertemente su poder frente a los Jeques de las tribus en que estaba organizado el mundo musulmán. Esto, sin embargo, no impidió un rápido crecimiento, incorporando al antiguo Imperio Persa y reduciendo a Bizancio a un tercio de su territorio, aprovechando la crisis del siglo VII del Imperio Bizantino.
La segunda etapa, ya con los tres califatos, tiene una enorme importancia para el mundo occidental, a través de España. Árabes y bereberes entran a la península Ibérica en 711, donde se mantienen sin muchos problemas porque no alteran la vida económica, social y cultural de la península, lo que les facilita quinientos años de convivencia con la sociedad peninsular. Tampoco podemos olvidar los efectos benéficos de esta ocupación, por ejemplo: la introducción de sistemas de riego, la intensa vida mercantil y la arabización de la cultura.
El nacimiento del Califato Omeya de Córdoba en 929, permite consolidar esta influencia árabe en la llamada España seca, en los valles de los ríos Ebro y Guadalquivir.
Después de los Tratados de Jaén en 1246, con Fernando III de Castilla, que les reconoció la existencia a cambio de la sumisión y el tributo anual, quedó claro que este último reducto sobreviviría hasta que Castilla lo permitiera y todavía sobrevivieron a 250 años de enfrentamientos internos.
El último reducto de la presencia árabe en España fue Granada, que cayó en manos de los Reyes Católicos el 2 de enero de 1492.
2.3 El crecimiento de las ciudades, la producción artesanal y los inicios de la expansión comercial en la Baja Edad Media.
• En un primer período de formación del régimen feudal, que abarca del siglo V al XI y que corresponde a la etapa de la Alta Edad Media, se mantiene una simbiosis entre los bárbaros, la cultura grecorromana y la Iglesia; todavía no se separan los oficios de la agricultura, el comercio no florece y las ciudades prácticamente no existen; superviven aún las tierras comunales de las aldeas y la sociedad en general es inestable y amorfa. Después, la sociedad propiamente feudal transita por un segundo período que tiene lugar durante la Baja Edad Media, en la cual alcanza su desarrollo. Entra luego a un tercer período que marca el final de la época medieval, donde las relaciones de producción señoriales serán reemplazadas por otras de tipo moderno, las capitalistas:
“Siglos XI-XV. En el segundo período se inicia el desarrollo de las estructuras básicas del feudalismo… Esta es la etapa iniciada con el desarrollo de los oficios separados de la agricultura, y como consecuencia el crecimiento en las ciudades con las consiguientes actividades artesanales y mercantiles. Del siglo X al XIII se solidifica el dominio de la Iglesia… Por otro lado, en el siglo XII se establece la Inquisición como poderoso instrumento represivo y que evitará en mucho el desarrollo cultural.
Tercer periodo. Final del medioevo. Descomposición de las relaciones feudales y nacimiento de las relaciones capitalistas. Del siglo XV hasta mediados del XVII.”
A partir del segundo período de la Edad Media sobre todo a partir del siglo XI, el desarrollo de la producción artesanal y el incremento del comercio género una mayor movilidad social:
“Con el desarrollo del comercio, los señores autorizaron a trabajar para otros a un número creciente de sus artesanos especializados, a cambio de una redistribución. Al mismo tiempo, redujeron su plantel de empleados domésticos que producían exclusivamente para el dominio así como las prestaciones en objetos fabricados.”
“A medida que se acentúa, a partir del siglo X, el renacimiento comercial de Europa, las colonias mercantiles instaladas en las ciudades o al pie de los burgos, van creciendo ininterrumpidamente. Su población se acrecienta en función de la vitalidad económica.”
Los cambios generados por el surgimiento de las ciudades, se dieron también en la organización política, pues el crecimiento de la burguesía originó tensiones con la gente que tenía a su cargo el burgo, sobretodo con los eclesiásticos y los príncipes, pues los burgueses pretendían lograr el reconocimiento de su autodeterminación y libertad personal. Lo anterior dio como resultado una serie de rebeliones.
Con el desarrollo comercial y la inconformidad de los burgueses a seguir pagando impuestos elevados y desear tener una cierta autonomía se paso a una etapa capitalista: “Junto con una supervivencia más o menos amplia de las relaciones feudales en el campo, y también de ciertos elementos políticos del mismo tipo (como son todo el régimen de distintos privilegios, y las aduanas internas en el aspecto económico), se desarrolla un sistema de producción y de distribución ya capitalista, basado en el mercado, en la circulación de las mercancías…”
2.4 La crisis del feudalismo en el siglo XIV y primera mitad del siglo XV. Vida cotidiana.
• Se puede considerar el principio del siglo XIV como el término del período de expansión de la economía medieval. Esta afirmación de Henri Pirenne explica muy bien el inicio de esta época histórica también conocida como la transición del feudalismo al capitalismo. Este proceso tiene lugar en Europa Occidental aproximadamente del siglo XIV al siglo XVIII.
Los siglos XII y XIII para Europa fueron de gran desarrollo, pero se llegó al tope de sus posibilidades, se abrieron menos tierras al cultivo, se fundaron menos ciudades; además, en términos geográficos, la posibilidad de hacer crecer el comercio al Oriente fue frenada por el obstáculo que representaban los musulmanes.
Éste fue un período en que la evolución de la economía se detuvo, el comercio exterior no volvería a crecer hasta después de los grandes descubrimientos del siglo XV.
Los primeros indicios de esta crisis se viven en la economía entre 1315 y 1318. Europa sufre de malas cosechas sucesivas, originadas por los fríos extremos y las lluvias pródigas que se produjeron durante estos tres años.
Los primeros síntomas de esta crisis se dejan ver en la quiebra de algunos bancos italianos, el freno al crecimiento de la población y, por si fuera poco, el hambre y la peste negra que los asolaron de 1315 a 1350. Ésta se inició en Francia en 1348 y se extendió por toda Europa; probablemente desapareció un tercio de la población europea; además, la epidemia resurgió con fuerza posteriormente, sobre todo en 1360 y 1371. Europa tardó doscientos años en volver a alcanzar la cifra de población que tenía en 1300.
El mundo feudal cambió, el campo se despobló rápidamente por la peste y por la búsqueda de refugio en las ciudades. Muchas tierras quedaron abandonadas o se rentaban a bajo precio, lo que propició una fuerte reducción en la producción agrícola europea. Todo ello empeorado por un cambio climático caracterizado por mayor frío.
Los efectos sociales fueron terribles. Se iniciaron una serie de revueltas campesinas que fueron provocadas en parte por las consecuencias de la peste y de la guerra: la llamada Jacquerie, que asoló el campo de Francia en 1358, la revuelta inglesa de 1381 y la revuelta de los irmandiños en Galicia.
Esta inestabilidad se vio también reflejada en el ámbito de la política. En el campo internacional los grandes señores para mantener su posición acudieron incluso a un último extremo: la guerra. La lucha entre Francia e Inglaterra dio origen a la Guerra de los Cien Años, que haría del tránsito del siglo XIV al XV una época terrible, que en definitiva sería la liquidación de la Edad Media y que daría paso a los tiempos modernos.
En el nivel interno se van gestando los Estados Nacionales. Con la consolidación del Estado absolutista, la ciudad se convierte en centro del nuevo poder político. Aunque las ciudades se desarrollan a partir del siglo XII como parte de la estructura feudal, es decir, sin ser un cuerpo extraño a dicha sociedad, paulatinamente se irán convirtiendo en el centro de los elementos más dinámicos.
La ciudad, cuyo crecimiento se vuelve incontenible, se convierte desde el punto de vista económico, en una explotadora del campo: absorbe mano de obra, efectúa un intercambio desigual comprando productos agrícolas y vendiendo los elaborados. Provoca con estos mecanismos un aumento de valor en las tierras, y es la sede de los comerciantes que, a fin de cuentas, son los favorecidos con dichos fenómenos.
Se formó el Estado absolutista, forma de gobierno del naciente Estado Nacional. Dicho Estado se encuentra, a nivel de desarrollo histórico, en medio del Estado señorial (feudal) y del Estado burgués, que surge posteriormente a las revoluciones de los siglos XVII y XVIII. Son características del Estado Nacional, surgido en el transcurso de los siglos XVI al XVIII en el Occidente europeo: la formación de un ejército nacional, la existencia de una burocracia, un derecho codificado, un mercado nacional unificado.
Este nuevo Estado asume una serie de medidas fundamentales:
a) Suprime barreras comerciales internas y patrocina aranceles exteriores contra competidores extranjeros;
b) Proporciona al capital usurario inversiones en la Hacienda Pública;
c) Durante la Reforma incauta bienes eclesiásticos, movilizando la propiedad rural;
d) Patrocina empresas coloniales, favoreciendo así el saqueo a las colonias.
Se desarrolla una doctrina económica coherente, que es al mismo tiempo una política estatal: el mercantilismo. A grandes rasgos, dicho sistema teórico representaba los intereses de una clase en ascenso (la burguesía), estableciendo una serie de medidas que el gobierno realizaría con miras al enriquecimiento de la misma. Se suponía que la riqueza de un país se basaba en la cantidad de metales preciosos que éste poseyera; de ahí que toda la política económica debería estar orientada en este sentido. Los medios apropiados eran lograr una balanza comercial favorable mediante el proteccionismo, ayudar a las empresas comerciales o manufactureras, usar los impuestos para desalentar las importaciones, favorecer el desarrollo de una arma¬da poderosa, etc.
Un aspecto básico en esta etapa de transición del feudalismo al capitalismo, fue la destrucción de las relaciones entre los señores feudales y los siervos. Es en la destrucción de los gremios en las ciudades y la repercusión de este hecho en el medio rural lo que produjo el derrumbe del feudalismo.
La profundidad de los cambios en esta época puede ejemplificaras con la creciente división del trabajo. La sociedad feudal con su economía natural era estática: en sus clases, en su producción, en sus actividades económicas, en su concepción del mundo. Más adelante la manufactura implicaría una nueva división del trabajo llevada al seno mismo del taller.
Las conquistas sobre los nuevos territorios implicaron una división internacional del trabajo, en tanto se dio la existencia de metrópolis y colonias con funciones económicas asignadas por las primeras. El propio capital, hacía apenas unas décadas, considerado algo nuevo, se dividió en usurario, comercial, bancario, manufacturero, agrícola.
Como ya afirmamos, la crisis demográfica y agrícola influye en la industria textil, pues disminuyen la mano de obra y el número de consumidores, lo que significa menos demanda, descenso de la producción y baja de los salarios.
También en los intercambios comerciales se advierte una crisis profunda, posterior a la agrícola. Por ejemplo, las ferias de Champaña decaen y la ruta que desde el mar Mediterráneo se dirigía al mar del Norte por el valle del río Ródano se traslada hacia el Este. En las ciudades de la Hansa (Liga comercial del norte de Europa) y en los puertos del Mediterráneo, hubo una baja demográfica, como en Barcelona, que había alcanzado los 40,000 habitantes a mediados del siglo XIII, sólo tendría 20,000 a mediados del siglo XV.
Las personas que llegaron a acumular alguna riqueza durante la Baja Edad Media, para escapar de las prohibiciones de la Iglesia católica, realizan sus préstamos bajo la forma de compra de la renta de la tierra: a cambio de una canti¬dad global, un propietario de tierras cede al prestamista las rentas anua¬les de sus tierras, hasta que haya reembolsado el capital adelantado. De hecho, la tierra se convierte en propiedad del prestamista, el propietario solamente la recobra pagando su deuda.
Sólo el comer¬cio internacional hace posible una importante acumulación de capital mercantil, apoyado fundamentalmente en los artículos de lujo destinados a las clases poseedoras. Gracias a él, los mercaderes se apoderan de una parte de la sobreproducción agrícola de que viven las clases poseedoras terratenientes. En la Europa occi¬dental el desarrollo del comercio durante la Edad Media, el comercio de especias y productos de Oriente, así como el comercio de paños flamenco e italiano, constituyó el auge de un comercio de lujo típico.
En cuanto a los grandes mercaderes italianos y alemanes de los siglos XIII a XVI, los Bonsignori, Scotti, Peruzzi, Bardi, Medici, Fugger, Welzer y Hochstátter, el capital que adquirían por el comercio lo empleaban en grandes operaciones de crédito, y una parte importante de las ganancias era utilizada en la compra de tierras.
El descubrimiento de América proporciona un éxito impre¬visto. El pillaje sobre México y Perú, la cir¬cunnavegación por África, el establecimiento de contacto marítimo con la India, Indonesia, China y Japón, transforman completamente la vida económica en Europa occidental. Se produce la revolución comercial, la creación de un mercado mundial de mercancías.
Los metales preciosos, cuyo precio de producción se había conservado estable durante un milenio, se vieron bruscamente envilecidos por importantes revoluciones técnicas. Esto trajo consigo una impor¬tante revolución en los precios: una misma cantidad de dinero sólo era equivalente de una cantidad inferior de mercancías. Inmediatamente, el alza de precios se extendió por toda Europa, donde la nueva masa de metales preciosos se dispersó.
Se aceleró así la ruina de la nobleza y de las clases asalariadas. Por primera vez en la historia humana, la propiedad de la tierra perdía el predominio económico, adquirido desde el origen de la civilización.
Con el crecimiento comercial se desarrolla una primitiva acumulación de capital-dinero procedente de dos fuentes principales: la pirate¬ría y el bandidaje. Más tarde, en los siglos XV y XVI, la acumulación de los mercaderes portugueses, españoles, holandeses e ingleses procederá también de la misma fuente.
Scott observa que hacia 1550 reina en Ingla¬terra una gran penuria de capitales. En algunos años, las empresas de piratería contra la flota española organizadas en forma de sociedades por acciones, modificarán la situación. La primera empresa de piratería de Drake, que data de los años 1577-1580, se lanzó con un capital de 5,000 libras en el que participaba la reina Isabel. Esta empresa produjo unas 600,000 libras de ganancia, la mitad de las cuales recibió la reina. Beard calcula que durante el reinado de Isabel los piratas introdujeron en Inglaterra unos doce millones de libras esterlinas.
Todas las clases desahogadas de la población desearon participar en esta lluvia de oro procedente del saqueo de las colonias. Reyes, duques, prínci¬pes, jueces y notarios procuraron colocar sumas de dinero con los grandes comerciantes para obtener intereses fijos, y compraron acciones o participaciones en las compañías coloniales. En el siglo XVI, se calcula que Hochs¬tátter, el banquero de Nuremberg, gran competidor de los Fugger, recibió en depósito sumas por valor de más de 100 millones de libras. La New Royal African Company, encargada hasta 1698 del tráfico de negros, contó con socios tan distinguidos como el duque de York y el conde de Shaftes¬¬bury, así como su ilustre amigo, el filósofo John Locke.
• Vida cotidiana. Ésta fue una época de grandes cambios en todos los ámbitos de la sociedad europea, la vida apacible del campo medieval se había mantenido en los márgenes acotados por la costumbre y los límites impuestos por la Iglesia católica que intentaba controlar la vida individual, familiar y social en general; sin embargo, la aparición de las ciudades y la expansión del comercio habían introducido, poco a poco, cambios que cada vez eran más notables. Podemos mencionar, por ejemplo:
- El vestido en la ciudad. Los burgueses como protagonistas de las modas adaptaban de manera progresiva el vestido cada vez más al cuerpo, delineando mejor su silueta, diferenciando el atuendo femenino del masculino e incorporando nuevas piezas como los guantes, sombreros, pieles y velos, todos ellos cada vez más lujosos.
- Los alimentos. La cocina se volvió más refinada y aumentó la cantidad de productos que el comercio podía aportar: carne, frutas, verduras y especias. Ya no sólo el pan y el vino o la cerveza.
- Las casas en las ciudades dejaron de ser lo rústicas que eran en el campo y se volvieron muy lujosas. Burgueses y funcionarios del Estado competían con los grandes castillos medievales. Fernando el Católico en España llegó a decir de la casa de Zaragoza de su rico tesorero Gabriel Sánchez, que era “gran jaula para tan pequeño paxaro”. El primer efecto de esto en las ciudades fue el desplazamiento de los más pobres y de los talleres hacia la periferia, introduciendo además una serie de mejoras como el empedramiento de las calles, la construcción de redes de alcantarillado y conducción de aguas. En el interior de las casas se empezó a dar un uso específico y diferenciado a las habitaciones, buscando construir espacios privados ahora con puertas que permanecen cerradas. La cocina se vuelve más sofisticada, manteniendo el espacio de privilegio del hogar para cocinar. Los pisos y muros se fueron llenando poco a poco de alfombras y tapices, todo ello impulsado por el desarrollo de la industria textil.
- El ritmo de la vida también cambió. Se abandona poco a poco el ritmo agrícola que marca las estaciones del año y la salida y puesta del sol. El orden establecido por la Iglesia a través de campanas dividía el día en maitines (medianoche), laúdes, prima, tercia, sexta (mediodía), nona vísperas y completas, pero los toques de prima y completa marcaban el inicio y el fin del día, pero no coincidía en las mismas horas porque variaban según la época del año.
- Al consolidarse las ciudades y crecer el trabajo artesanal y comercial, el uso del tiempo se volvió más importante para la economía y se desarrolló poco a poco la necesidad de medir el tiempo de manera más exacta. El primer ajuste fue el establecimiento más exacto de la hora nona para poder dividir en dos la jornada diaria de trabajo, hasta llegar a la actual división de 24 horas por día. Deja de ser el tiempo prolongado, lento y épico y pasa a pertenecer al hombre, que debe administrarlo y usarlo con sabiduría porque puede comprarse y venderse.
- Las cofradías, también surgidas en las ciudades, desplazan algunas de las actividades que la Iglesia sostenía. Se establece la beneficencia pública para ayudarse mutuamente en caso de enfermedad o escasez, buscando apoyar a los más débiles.
- También hay cambios en las festividades, controladas durante toda la Edad Media por la Iglesia. Las procesiones abren poco a poco paso a festividades populares, presididas por el exceso y destinadas a ser una transgresión de las prohibiciones y buscando invertir, al menos simbólicamente, el orden social. El ciclo festivo que mejor se adapta a este esquema es el del invierno, celebrado a comienzos del año entre la Navidad y la Epifanía, siempre basado en la subversión del orden establecido. El Carnaval, donde predomina el disfraz, la mascarada y la burla, donde los excesos en todo llegaban quizá al máximo en la comida y la bebida. El Carnaval como preludio que clausuraba el período festivo para iniciar el de la Cuaresma, caracterizado por la penitencia y la abstinencia, el que se iniciaba el miércoles de ceniza, como una forma de revancha o de lucha entre Don Carnal y Doña Cuaresma.
2.5 Origen de la mentalidad moderna: la herencia cultural grecorromana, Renacimiento, Humanismo y la nueva ciencia. La Reforma y la Contrarreforma.
• Origen de la mentalidad moderna: la herencia cultural grecorromana. Dentro de la realidad de la sociedad feudal de Europa occidental se fueron dando las condiciones objetivas para el surgimiento de una nueva sociedad. Entre los siglos XIV y XV, las comunidades civiles dieron muestras de estar cambiando de mentalidad aún dentro del mismo contexto religioso. Se palpaba una sensibilidad colectiva diferente, una especie de laicización o rechazo a la ideología dominante de la Iglesia católica, pero sin poderse separar de manera definitiva. Sin embargo, el proceso hacia una cultura laica estaba en marcha.
La inspiración para este cambio, que ponía en peligro el enorme poder de la Iglesia católica, radicó en la revisión que se empezó a realizar acerca de la herencia inigualable del mundo grecolatino en todos los terrenos del saber humano mediante su propio autor: el mismo ser humano. Dichos saberes eran, por ejemplo: el científico de los llamados siete sabios de Grecia, entre los que se encontraban Tales de Mileto, Pitágoras, Galeno; el filosófico de Sócrates, Platón y Aristóteles, como los principales; el artístico como el de Homero, Sófocles, Esquilo, Praxíteles, Fidias, Apeles, entre otros muchos.
• Renacimiento. Fue un proceso histórico-social que se basó en la esencia del Humanismo al retomar la figura humana para sustituir la forma plana; las dimensiones del largo y ancho dentro del arte de la pintura feudal por la utilización de los cánones del arte de la antigüedad grecolatina, en el que el volumen que da la tridimensionalidad y la exaltación de la belleza humana fueran factores para lograr obras más objetivas y representaran una realidad sensible y humana, y no fueran sólo algo simbólico.
Se promovieron los estudios humanísticos sobre las obras antiguas de griegos y romanos; hubo mecenas o patrocinadores de estudios y obras de arte, principalmente en Florencia, Venecia y la Curia (sede papal) de Roma. Con su concepción histórica postulaban de manera implícita la autonomía y la plenitud ética de toda comunidad humana.
Tanto esta sensibilidad colectiva, arriba mencionada, como la realidad social de la época, se empezaron a reflejar en las obras de arte que fusionaban y trabajaban el tema religioso para que se les tolerara –a los artistas-, pero con adaptaciones laicas que daban a entender que ya eran otros tiempos. Por ejemplo: Dante Alighieri en su obra magistral La Divina Comedia, dividida en las tres partes (la gloria, el purgatorio y el infierno); o bien las pinturas de distintos autores con el tema de La Anunciación, obras pictóricas con tema religioso pero que ya tienen otros elementos para presentarlas como el volumen o tercera dimensión, además de tomar en cuenta la figura humana y la naturaleza, la perspectiva, el color, la luz, o las vírgenes que pasan a ser madonas (Leonardo da Vinci), etc., que se consideran aportaciones renacentistas.
También en las otras ramas de las Bellas Artes se observaron los cambios tanto de contenido como de forma, como en la escultura (Miguel Ángel Buonarroti), la orfebrería (Benvenuto Cellini), la arquitectura (Donato Bramante), la música (Adrian Willaert), y la literatura (Giovanni Bocaccio); se citan sólo algunos artistas, pero en esta época fueron muchísimos de gran calidad en su arte específico y que, en ocasiones, tenían trabajos en varias disciplinas tanto artísticas como científicas. El movimiento humanista crea una cultura laica que recupera las lenguas griega y latina para las obras literarias.
Así, podemos observar que el arte, en su nueva manifestación, se realizó principalmente en los dos polos culturales de la época: Flandes (en lo que hoy es parte de Holanda, Bélgica y Francia) e Italia (sobre todo Florencia).
• El Humanismo y la nueva ciencia. El Humanismo, en los siglos XIV y XV, fue un movimiento ideológico-social que promovió la estructuración de la nueva sociedad profana europea en la que no hubo conflicto entre valores humanistas y religiosos; sin embargo, el humanista cambia de clima cultural, aliviado del anterior predominante. Se inició en Italia, con Giovanni Pico della Mirándola, cuyas ideas plasmadas en su obra titulada Oración tratan acerca de la dignidad del ser humano; en el caso de Francia e Inglaterra, fue Erasmo de Rotterdam -escribió el Elogio de la locura- quien lo introdujo.
Así, la cultura alcanza una autonomía propia. El humanista hace su función dentro de la sociedad laica, cultiva la forma lingüística y la convierte en uno de los instrumentos de las relaciones civiles, renovándolas e impregnándolas de autosuficiencia y vigor, aunque la transformación se produjo a un ritmo lento.
Dentro de este movimiento ideológico-social, en esta etapa que abarca inclusive hasta 1550, despega el saber científico aún cuando todavía no está estructurado como ciencia, y no llega a constituir un cuerpo sistematizado de nociones.
El antecedente de estos estudios, descubrimientos y experimentos también se ubican en la producción científica de las sociedades antiguas griega y romana: por ejemplo, Hipócrates y Galeno en la Medicina, Euclides en la Física, Aristóteles en la Filosofía y las Ciencias Naturales (Biología, Física y Química).
Las obras de Andrés Vesalio y Jerónimo Fracastori en la Medicina, y Nicolás Copérnico en la Astronomía, tienen un gran significado para esta etapa precientífica. Otros científicos y técnicos notables fueron Andreas Libavius (a quien se atribuye el primer libro de Química), Biringuccio, Valturio da Rimini y Agrícola.
• Reforma y Contrarreforma. Los cambios en las ciudades aceleraron toda una serie de procesos que se venían fraguando en los últimos siglos. Uno de los poderes básicos en el feudalismo era la Iglesia Católica. La ambición del Papado de los Borgias, que habían negociado el asunto del pago de las indulgencias, dejó establecido en la Bula del 31 de marzo de 1515, que la mitad de lo recolectado sería para el Papado. En Alemania, la prédica empieza en 1517 en voz del dominico Juan Tetzel, subcomisario de Maguncia.
Ante el hecho, Martín Lutero inicia una crítica publicando en la puerta lateral del castillo de Wittemberg las 95 Tesis sobre las indulgencias, el 31 de octubre de 1517. Acusa a la imposición de las indulgencias, entre otras cosas. la de conferir a los creyentes una falsa seguridad.
El asunto pudo haber quedado allí, pero en el marco de los problemas que el Papado ya tenía con una Alemania sin unidad, las Tesis de Lutero lo convertían en un héroe nacional. Vinculados a los príncipes, y con una riqueza creciente, los burgueses alemanes empezaban a ganar mucho dinero, y supieron aprovechar el acoso que el papado inicia contra Lutero para salir del control de la Iglesia católica con el establecimiento de una nueva, la Iglesia protestante, una nueva Iglesia que no les estorbe. El Papa León X va a intentar frenar el cisma controlando a Lutero, pero no lo consigue, hay muchos intereses en juego. Aunque el Papa publica la Bula Exsurge Domine, en las diócesis de Brandenburgo, Meissen y Magdeburgo, en septiembre de 1520. La respuesta de Lutero en agosto de 1520 es la publicación del Manifiesto a la nobleza cristiana de la nación alemana, Todavía en marzo de 1521 deberá comparecer ante la Dieta de Worms (1521), pero para este Lutero, cada vez mas desafiante, ya está todo escrito; aunque no es clara la conformación de una nueva Iglesia, la realidad es que ya no hay paso atrás. Primero el Papa lo pone fuera de la Iglesia católica y luego su aliado, el Emperador, lo deja fuera de la ley.
Todo este escándalo, además de las revueltas campesinas, permiten que el luteranismo se consolide hacia 1530.
El Papado intentará reponerse del avance del protestantismo impulsando en España la creación de una orden que le permita atrincherarse; así nace la Compañía de Jesús, los jesuitas.
2.6 Surgimiento de los Estados monárquicos europeos: Francia, Inglaterra y España.
• Hubo dos factores fundamentales para que se formaran los Estados nacionales monárquicos europeos: la guerra de los Cien Años y la expansión colonial.
La guerra de los Cien Años (1337-1453) fue un conflicto político entre las dinastías de Francia e Inglaterra, por la forma como se podía acceder al trono. Sin embargo, fue tan desgastante que ambas naciones tuvieron que unificar intereses aumentando el poder centralizado de sus reyes, con lo que se iría disolviendo el sistema feudal. Dicha guerra permitió deshacer el poder feudal en Francia, dando paso a la transición de los poderosos gobiernos absolutistas del reino galo.
Así, cuando los Estados absolutistas quedaron constituidos en Occidente, su estructura quedó determinada fundamentalmente por el reagrupamiento feudal contra el campesinado, tras la disolución de la servidumbre; pero estuvo sobredeterminada en segundo grado por el auge de una burguesía urbana que, tras una serie de avances técnicos y comerciales, estaba desarrollando ya las manufacturas preindustriales en un volumen considerable.
El orden estatal siguió siendo feudal mientras la sociedad se hacía cada vez más burguesa. El principal efecto de la modernización jurídica fue, pues, el reforzamiento del dominio de la clase feudal tradicional. La aparente paradoja de este fenómeno quedó reflejada en toda la estructura de las monarquías absolutas, construcciones exóticas e híbridas cuya fachada traicionaba una y otra vez un subterráneo arcaísmo. Esto puede verse con toda claridad en el estudio de las innovaciones institucionales que anunciaron y tipificaron su llegada: ejército, burocracia, impuestos, comercio, diplomacia.
En cuanto a la expansión colonial -propiciada por las conquistas turcas en el Este de Europa y el dominio sobre el Mar Mediterráneo, que obligó a la búsqueda de nuevas rutas marítimas hacia la India-, se basó en los descubrimientos geográficos del llamado Nuevo Mundo que sería conocido como América: España, en el mismo 1492, empezaría a surgir como un poderoso Estado al liberarse del poder árabe mediante la Reconquista; así mismo, iniciaría su propia lengua nacional basada en la Gramática castellana elaborada por Antonio de Nebrija.
• Francia. Aunque los primeros indicios de producción capitalista se presentan ya, esporádicamente, en algunas ciudades del Mediterráneo y en diferentes regiones de Europa durante los siglos XII al XV, la era capitalista sólo data, en realidad, del siglo XVI. Allí donde surge el capitalismo hace ya mucho tiempo que se ha debilitado la servidumbre y que el punto de esplendor de la Edad Media ha declinado y palidecido.
Como resistencia de las ciudades de Occidente a lo largo de la peor crisis del siglo XIV, se desarrollaron importantes industrias urbanas, tales como el hierro, el papel y los textiles. Considerada a distancia, esta vitalidad económica y social actuó como una interferencia objetiva y constante en la lucha de clases por la tierra, y bloqueó cualquier solución regresiva que pudiera darle la nobleza.
Entre 1450 y 1500 se iniciaron las monarquías absolutistas de Occidente, asimismo quedó atrás la larga crisis de la economía feudal debido a la novedosa combinación de las fuerzas productivas en las que por vez primera la tecnología jugó un papel importante en el sector urbano. Así, los inventos se situarían en la frontera en la que se mezclan los períodos feudal y capitalista.
En esta etapa sucedió el resurgimiento de la monarquía basada en la autoridad y la unidad política. La decadencia feudal y las consecuencias de las guerras de las Rosas y de la guerra de los Cien Años, hicieron posible las primeras monarquías absolutistas que se levantaron en varias naciones. En el caso de Francia fue desde el reinado de Luís XI.
Cuando los Estados absolutistas quedaron constituidos en Occidente, su estructura estaba determinada fundamentalmente por el reagrupamiento feudal contra el campesinado, tras la disolución de la servidumbre; pero estaba sobredeterminada secundariamente por el auge de una burguesía urbana que, tras una serie de avances técnicos y comerciales, estaba desarrollando ya las manufacturas preindustriales en un volumen considerable.
Los Estados absolutistas reflejaban una lógica arcaica en su más íntima estructura. Eran máquinas construidas especialmente para el campo de batalla. Es significativo que el primer impuesto regular de ámbito nacional establecido en Francia, la taille royale, se recaudara para financiar las primeras unidades militares regulares de Europa, las ompagines d´ordonnance de mediados del siglo XV, cuya primera unidad estaba compuesta por aventureros.
El modo de integración de la nobleza feudal en el Estado absolutista que prevaleció en Occidente, adoptó la forma de adquisición de “cargos”. El sistema nació en el siglo XVI y se convirtió en un soporte financiero fundamental de los Estados absolutistas. Su carácter groseramente parasitario es evidente: en situaciones extremas (de la que es un ejemplo Francia en la década de 1630), podía costar al presupuesto real desembolsos por arrendamiento de impuestos y exenciones casi tanto como le proporcionaba en remuneraciones.
Si la venta de cargos fue un medio indirecto de obtener rentas de la nobleza y de la burguesía mercantil en términos beneficiosos para ellas, el Estado absolutista gravó también, y sobre todo, naturalmente, a los pobres. La transición económica de las prestaciones en trabajo a las rentas en dinero vino acompañada, en Occidente, por la aparición de impuestos reales para financiar la guerra que, en la larga crisis feudal de finales de la Edad Media, fueron una de las principales causas de los desesperados levantamientos campesinos de la época. Una cadena de rebeliones campesinas dirigidas claramente contra los impuestos estalló en toda Europa. No había mucho que elegir entre los saqueadores y los ejércitos amigos o enemigos: unos se llevaban tanto como los otros. Pero entonces aparecieron los recaudadores de impuestos y arrasaron con todo lo que pudieron encontrar.
• Inglaterra. En este país, la unidad nacional necesitó de la guerra civil de las Dos Rosas -entre las dinastías de los York y los Lancaster, ganada por los últimos- para que Enrique VIII (de la familia de los Tudor) centralizara el poder real y creara las bases de la monarquía absoluta, colocando los cimientos de la mencionada unidad nacional inglesa.
En 1559, la reina Isabel I desarrolló una política religiosa con base en la moderación y en la negociación, aplicando la cautela y la tolerancia para evitar que los problemas religiosos crecieran y obstaculizaran el cambio impulsado por ella: la fundación del anglicanismo o Iglesia nacional de Inglaterra, lo que fue posible gracias al apoyo del Parlamento y la nobleza para revocar la legislación de su antecesora, la reina María. De esta manera, apaciguó las diferencias entre protestantes y católicos. Por otra parte, dos personajes talentosos, Sir William Cecil y Sir Francis Walsingham, desde su cargo de Secretario principal de Estado, desempeñado sucesivamente, aseguraron en un gran porcentaje el éxito del reinado isabelino en los asuntos internos y externos.
Al darse cuenta Isabel I de la situación en que recibió el reino, donde a pesar de tener una marina bien equipada, pero con finanzas que no podían sostener una guerra a gran escala con otro país y un ejército militarmente atrasado, tuvo que adoptar una política exterior cautelosa y moderada, evitó alianzas que la obligaran a entrar en guerra con alguna potencia importante, mientras acumulaba recursos económicos para ello, lo que llevó a cabo contra la España de Felipe II, cuando la flota marítima denominada la Armada Invencible pretendía invadir a Inglaterra; al darse el enfrentamiento, le inflingió a los españoles una apabullante derrota que constituyó un golpe psicológico para éstos.
Alentó a la piratería inglesa, en forma extraoficial, contra las naves y las colonias españolas para obtener los cargamentos de metales preciosos, además de cumplir con las misiones de ayudar de manera clandestina a los hugonotes franceses y a los calvinistas holandeses para debilitar a Francia y a España, respectivamente.
Así, durante su reinado, la reina Isabel I convirtió a Inglaterra en una gran potencia, líder de las naciones protestantes de Europa, echando los cimientos de un futuro imperio mundial.
• España. Es significativo que los años transcurridos entre 1450 y 1500, que presenciaron los primeros pasos de las monarquías absolutas unificadas de Occidente, fueran también los años en que se superó la crisis larga de la economía feudal gracias a una nueva combinación de los factores de producción, entre los que, por vez primera, jugaron un papel principal los avances tecnológicos específicamente urbanos.
Esta fue precisamente la época en que resurgió la autoridad y la unidad política. Desde lo más hondo del tremendo caos feudal y de las convulsiones de la guerra de los Cien Años y de la segunda guerra civil de Castilla, las primeras monarquías nuevas europeas se irguieron, prácticamente al mismo tiempo, durante el reinado de Fernando e Isabel (los Reyes Católicos) en España.
España se convertiría en la primera potencia europea en el inicio de la modernidad capitalista. Carlos I de España y V de Alemania fue el siguiente emperador de ese vastísimo territorio que ubicaba al reino de España en tres continentes: Europa, Asia y América. En el mismo siglo XVI, sería Felipe II, quien heredaría un gran poder imperial sobre los dominios españoles, pero al no conseguir realizar ninguno de los proyectos del país dejó el tesoro vacío y una economía débil.
A mediados del siglo XVI, el ochenta por ciento de las rentas del Estado español se destinaban a gastos militares. El historiador español Vicens Vives pudo escribir que: “el impulso hacia la monarquía administrativa a la moderna se inicia en el occidente de Europa con las grandes operaciones navales emprendidas por Carlos V contra los turcos en el Mediterráneo occidental en 1535”.
2.7 Las grandes expediciones geográficas y las nuevas rutas comerciales.
• A lo largo del siglo XV aumentan notablemente las navegaciones y exploraciones de los europeos por el Océano Atlántico -en especial de los portugueses y los castellanos- que adquieren un carácter continuo y preciso tanto en su desarrollo y programación como en sus objetivos y finalidad.
En dicho siglo, en plena época del Renacimiento, con la apertura de nuevas rutas marítimas y el descubrimiento de nuevas tierras, se inicia en la historia de la navegación y del comercio la llamada Era Oceánica. Los grandes descubrimientos geográficos, que abarcan un período comprendido aproximadamente entre los años 1400 y 1600, son una proyección del Renacimiento científico.
Otro aspecto fundamental, es que los grandes descubrimientos geográficos constituyeron la fuente más importante del capitalismo moderno. La apertura de nuevos caminos marítimos y el hallazgo de nuevas tierras, son el punto de partida para una revolución trascendental de toda vida la vida económica de Europa en la primera etapa del capitalismo: la del capital comercial. Desde fines del siglo XV, en el comercio mundial ya no desempeña un papel principal el comercio mediterráneo y del Mar Báltico, sino el tráfico marítimo internacional; la navegación, de mediterránea, se convierte en oceánica.
Las causas determinantes de esta expansión europea en los mares y hacia lugares hasta entonces desconocidos, fueron: el interés por el el control del comercio de oro, plata, especias, sedas, marfil, incienso, objetos de lujo y otros productos de gran demanda entonces en el viejo continente; el afán de aventura y de riqueza; la sed de conocimientos geográficos y científicos; los progresos técnicos en los instrumentos de navegación -desde los navíos a la cartografía- y la protección de monarcas y mercaderes a los estudios náuticos y empresas de navegación; el espíritu religioso y el propósito de extender el catolicismo a países habitados por infieles. En fin, la búsqueda de la ruta marítima libre hacia las Indias..
De las causas anotadas anteriormente, la de mayor importancia está representada por el interés de extender el comercio, particularmente el de las especias. Desde principios del siglo XV, los turcos obstruían el comercio de los europeos, impidiéndoles casi totalmente el acceso a las Indias Orientales en busca de mercancías que proporcionaban beneficios seguros y considerables a quienes comerciaban con ellas. Éstas eran principalmente la seda y el terciopelo; las piedras preciosas y las perlas; los perfumes, el incienso y las porcelanas, pero por encima de todo, las especias. El Occidente necesitaba éstas para la cocina, “inimaginablemente sosa e insípida” hasta antes de las Cruzadas; además, eran indispensables para conservación de las carnes. Los productos provenientes de la India y regiones vecinas, eran caros a causa de los privilegios y dificultades del transporte, las grandes distancias y la multitud de aduanas existentes. A pesar de los obstáculos anteriores, el tráfico de especias fue a partir de las Cruzadas el más provechoso, “ya que el menor volumen de la mercadería iba unido a la mayor cantidad de beneficios”.
Al ocurrir la irrupción de los árabes en el Mediterráneo oriental, casi todo el comercio con la India quedó exclusivamente en sus manos. Para destruir ese monopolio comercial se llevaron a cabo las Cruzadas de fines del siglo XI a finales del XIII. Los europeos consiguieron abrir las rutas comerciales al Oriente, pero no lograron conquistar Egipto en poder de los musulmanes y éstos siguieron dominando la ruta a la India. Desde principios del siglo XV se presentó la necesidad imperiosa de hallar otro camino a la India, libre e independiente, para abatir entonces el monopolio mercantil de los turcos otomanos, que se apoderaron de Constantinopla en 1453, bloqueando el acceso europeo a los mercados de Oriente. Portugueses y españoles se lanzaron al Océano Atlántico siguiendo caminos hasta entonces desconocidos.
• Portugal. Los portugueses fueron los primeros que trataron de encontrar ese nuevo camino, y navegando hacia el sur fueron sometiendo poco a poco a su influencia económica las costas del occidente de África, estableciendo en ellas factorías. También concertaron tratados con caciques y jefes de la región para obtener esclavos. Lisboa fue el primer mercado de esclavos de la edad moderna.
Con la expulsión de los moros en el siglo XII, en Portugal se creó un Estado fuerte y centralizado. En el siglo XV era ya una nación con intereses marítimos perfectamente definidos. Su excelente situación geográfica, en el punto más avanzado de Europa, favoreció esa natural tendencia a la navegación marítima y el tráfico con tierras lejanas. Además, monarcas protectores de comercio y deseosos de adquirir mayores riquezas, influyeron decisivamente en la transformación de esa pequeña nación en potencia mercantil interesada en empresas lejanas.
En las primeras etapas del proceso de la expansión ultramarina europea, la figura más sobresaliente fue el príncipe portugués Enrique “el Navegante”. Se distinguió en la conquista de Ceuta, limítrofe con Marruecos, que en 1415 estaba en manos de los árabes; en 1420, como gobernador del Algarve, se instaló en Sagrés donde formó una pequeña corte integrada en gran parte por hombres de mar o interesados en el comercio y la exploración marítimos: navegantes, astrónomos, fabricantes de barcos, cartógrafos, fabricantes de instrumentos que se concentraron bajo su dirección; quien comenzó a enviar desde el próximo puerto de Lagos una serie de pequeñas expediciones, aunque regulares, a explorar la costa occidental de África y de paso trazar la ruta hacia las Indias.
Los viajes y exploraciones por el Atlántico tenían dos claros destinos, relacionados entre sí: por un lado, los grupos de islas, y por otro, las costas africanas. Los grupos principales de islas que estaban involucrados eran: las Islas Canarias; las Madeira, colonizadas desde 1420; las Azores, desde 1432; las de Cabo Verde, colonizadas hasta 1462. Los europeos, desde principios del siglo XIV, conocían la existencia de tales archipiélagos. Estas islas del Atlántico eran importantes por tres razones que enumera J. H. Parry: en primer término, por sí mismas, puesto que muchas de ellas eran fértiles y llegaron a ser sumamente productivas; en segundo lugar, como bases y puertos que, de ser ocupados por extranjeros, podían servir para atacar al comercio portugués del África occidental; y en tercero, hacia fines de siglo, como puertos de refugio y escala en posibles tentativas para llegar a Asia navegando por el Atlántico.
Al firmarse el Tratado de Alcacovas en 1479, tras la Guerra de Sucesión entre España y Portugal de 1475, la corona portuguesa renunció a cualquier derecho a las islas Canarias, mientras que los españoles se comprometían a respetar el monopolio portugués en los otros tres archipiélagos, así como de la costa occidental africana.
La exploración de la costa atlántico-africana fue obra de Portugal con base en los planes del infante D. Enrique. Fue Gil Eanes en 1434 quien superó el Cabo Bojador, que se consideraba un punto insuperable –lo que se debía a la creencia de que ahí se terminaba la orilla del planeta y los que iban más allá caían al vacío, pues se decía que ya no regresaban- pero él demostró que el mar del sur era igual que el del norte. Después de 1434, la exploración marítima continuó fácilmente a un ritmo mucho más rápido. En 1442 fue alcanzado el Cabo Blanco y en los años siguientes las naves portuguesas fueron trayendo esclavos procedentes de la costa entre ambos cabos. El comercio de esclavos llegó a incrementarse tanto que en 1448 el príncipe Enrique ordenó la construcción de un fuerte y depósito en la isla Arguim, en el Cabo Blanco, que fue la primera factoría comercial europea en ultramar. Poco antes, en 1444 los portugueses hablan llegado hasta Senegal. Y en 1455 el italiano Cadamosto, enviado por el infante portugués, llegó a Gambia. El infante D. Enrique murió en 1460, y durante algún tiempo disminuyó el ritmo de las exploraciones, aunque después los portugueses continuaron con las navegaciones y viajes marítimos y, en 1487, Bartolomé Dias dobla el Cabo de las Tormentas, en el extremo sur de África, luego bautizado como Cabo de Buena Esperanza. Y por fin en 1497, Vasco de Gama emprendió el viaje que lo llevó a la India.
Al cabo de los años, mediante el hallazgo de una nueva ruta marítima hacia las Indias, los portugueses señalaron otros rumbos al comercio marítimo internacional, convirtiendo el Océano Índico en un lago portugués y sometiendo casi todo el Extremo Oriente a su dominación económica. Sin embargo, faltó a Portugal una base territorial militarmente segura y la fuerza necesaria para conservar su lugar de gran potencia económica, por lo que su apogeo comercial fue breve. Más tarde, agotada por el gigantesco esfuerzo realizado en sus grandes empresas económicas, tuvo que ceder, una a una, sus colonias más importantes a los Estados comerciantes de los siglos siguientes. A fines del siglo XVI los holandeses sustituían a los portugueses en el dominio de la India.
Durante los comienzos de la presencia española en América, se registró paralela e igualmente la inicial acción colonial portuguesa en América del Sur. En 1500 la flota mandada por Álvarez Cabral llegó a la costa noreste del actual Brasil; a lo largo de los siglos XVI y XVII se fue produciendo la penetración y colonización del interior, a partir de sus derechos sobre la bahía de Río de Janeiro y sobre los territorios vecinos al estuario del Amazonas, así como la prosperidad creciente de la colonia, sobre la base de la demanda y producción del azúcar. De esta forma Portugal fue construyendo su Imperio americano. Así, desde el siglo XVI habían surgido dos sistemas principales de comercio europeo oceánico: uno entre España y América, y otro entre Portugal y Oriente. Además, América había sido colonizada exclusivamente por españoles y portugueses, que controlaban la navegación y el comercio y habían dado nacimiento a sus respectivos Imperios ultramarinos, que, les daban una situación de privilegio en Europa.
• España. La expansión española se inició con la conquista de las Islas Canarias, y en fecha muy posterior a la portuguesa. Antes, en 1469, con el matrimonio de los Reyes Católicos Isabel y Fernando, se había realizado la unión de Castilla y Aragón, dos de los Estados más importantes de la península Ibérica. Hasta 1492 los Reyes Católicos habían estado preocupados con los problemas de la paz interior en sus Estados, originados principalmente por la lucha de la realeza contra los nobles feudales y la guerra contra los moros. Pero a principios de dicho año, al ocurrir la entrada triunfal de Isabel y Fernando en Granada, último baluarte de la dominación árabe en la península, había concluido la guerra de reconquista iniciada en 711.
España iba a convertirse en una primera potencia, con intervención en las cuestiones europeas. En el mismo año 1492, con el auxilio de mercaderes y magnates, Colón partía en tres barcos y acompañado de noventa hombres, en busca de la India por el Occidente. Patrocinaron la histórica empresa con sus recursos económicos y técnicos: el judío Santángel, tesorero de la corona de Aragón; los duques de Medinaceli y de Medinasidonia, los hermanos Pinzón, los Niño y otros más.
Los expedicionarios españoles que partieron del puerto de Palos en busca de una nueva ruta marítima a la India, al seguir la corriente de las Canarias y entrar después en la región de los alisios y de la corriente ecuatorial del Golfo, tuvieron que ser empujados necesariamente a las Antillas y descubrir por tanto América. No se equivocó Colón en suponer que la tierra era esférica y que navegando en una misma dirección podía llegarse al extremo opuesto y aún al punto de partida. Pero la superficie terrestre era mucho más extensa de lo que él creyó, inspirándose en los cálculos del florentino Toscanelli. El marino genovés admitía firmemente que la longitud de la circunferencia terrestre era un tercio menor de lo que es en realidad, error que le hizo concebir el propósito de buscar el Oriente por el Poniente, como escribió él mismo en una frase de Las Profecías. Y de este modo, en lugar de la India, muy distante del punto en que él creyó se hallaban, los audaces navegantes españoles encontraron un nuevo continente.
El 12 de octubre de 1492 Colón desembarcaba en la isla de Guanahaní (que llamó San Salvador), descubriendo después Cuba y Santo Domingo. Él creyó haber descubierto Cipango (Japón) y otras islas de la costa de Asia Oriental. Tres viajes más realizó: en la segunda de sus cuatro expediciones descubrió Puerto Rico y Jamaica; en la tercera, navegando hacia el sur llegó a la isla Trinidad y a las bocas del río Orinoco, en las costas de Venezuela; en la cuarta y última arribó a las costas de la América Central, en tierra firme del continente americano, llegando cerca de la bahía de Honduras. Nunca se dio cuenta Colón de que había descubierto un nuevo mundo. Siempre ignoró que otro océano, mayor que el Atlántico, se extendía entre la India y las tierras descubiertas por él. Después de Colón, Américo Vespucio, navegando al servicio de España, logró llegar más al sur de Venezuela, siendo el primero que determinó el hecho de que las tierras descubiertas por Colón formaban parte de un nuevo continente y no eran la India.
Se inició una serie de viajes de exploración y descubrimiento, así como nuevas colonizaciones por la zona de las Antillas y América Central. Colonizaciones como: la de Jamaica, por Esquivel en 1509; Cuba, por Velázquez en 1511; el norte de Colombia, por Ojeda en 1510; la más importante fue la colonización de zonas de América Central, por Núñez de Balboa, que fundó Darién, y en 1513 atravesó el Istmo descubriendo el Mar del Sur -Océano Pacífico-. Con el conocimiento de los dos Océanos, separados por un continente nuevo, se fomentó la búsqueda de un paso entre ambos.
De las muchas expediciones que se organizaron con esta finalidad, la que lo encontró fue la dirigida por Fernando de Magallanes, marino portugués al servicio de España, que partió de Sevilla en 1519, atravesó el Atlántico llegando al estrecho que lleva su nombre, con lo que abrió el paso buscado para llegar a las verdaderas tierras de la especiería. En el Pacífico, llegó a las islas de los Ladrones -isla de Guam-, y continuó hasta Filipinas donde fue muerto. La expedición completó la primera vuelta al mundo bajo el mando de su lugarteniente Juan Sebastián Elcano, que regresó a España en 1522, tras pasar por las islas Molucas y atravesar el Océano Indico y el sur de África. Así, treinta años después de la gloriosa hazaña colombina, se confirmaba que las tierras descubiertas no formaban parte de Asia y sí constituían parte de un nuevo continente. De esa manera quedó plenamente demostrada la esfericidad de la tierra y vencida toda duda en el campo de la Geografía.
Por otra parte, la acción colonial en América fue ante todo obra de los españoles como conquistadores, por medio de la espada de los soldados y del crucifijo de los religiosos, basados en su superioridad técnica. El Imperio español en América fue el primero –cronológicamente- de los grandes Imperios ultramarinos de la Europa occidental; durante largo tiempo fue el más rico y temible, el foco de la envidia, del temor y del odio; fue creado con asombrosa rapidez, en poco más de dos generaciones y resultó muy duradero.
La fase que se extiende durante la primera mitad del siglo XVI estuvo dedicada a la exploración, conquista y colonización tanto de las islas de las Antillas como de los grandes reinos o dominios del continente americano que dieron origen al establecimiento del primer gran Imperio europeo ultramarino. Esta conquista, que logró resultados duraderos, se basó en la superioridad técnica y militar, como la posesión de armas de fuego, y en los medios disponibles, como la utilización de caballos.
La invasión del continente americano comenzó con la conquista del señorío mexica en México. En 1519, la expedición destinada a esta conquista, promovida por el gobernador de Cuba, Diego Velázquez, y mandada por Hernán Cortés, desembarcó en Veracruz, y tras una serie de luchas y de acuerdos con algunos pueblos indígenas, entró en la capital mexica: Tenochtitlan. Después de nuevas alteraciones y luchas en las que fue muerto el tlatoani mexica Moctezuma II, y tras el reforzamiento español con nuevas fuerzas procedentes de Cuba, en 1521 Hernán Cortés ocupó definitivamente la capital mexica, que tras su rendición y destrucción, levantó una nueva capital.
En los años inmediatos, entre 1522 y 1524, y desde México, se organizó la conquista de los territorios mayas de América Central: Pedro de Alvarado ocupó Guatemala, y Cristóbal de Olid lo hizo en Honduras. De esta forma quedó fundado el Virreinato de Nueva España. Años después, Hernando de Soto llegó a Florida en 1539, y Vázquez Coronado al río Mississippi en 1541.
En el sur del continente americano, el territorio quechua gobernado por los Incas en Perú fue conquistado por Francisco Pizarro al frente de una expedición que había salido de Panamá en 1530. Invadió el país desde el norte, derrotó y mandó ejecutar al inca reinante Atahualpa, ocupó la capital Cuzco en 1533, y en 1535 fundó la nueva capital en la costa, Lima.
Desde el nuevo Virreinato del Perú se enviaron expediciones tanto hacia el norte (Quito, por Belalcázar), como hacia el sur (Chile, por Almagro en 1536, continuado por Valdivia en 1541, quien fundó Santiago). Jiménez de Quesada, por su parte, ocupó Bogotá desde el norte, dando nacimiento al Virreinato de Nueva Granada. Y Orellana recorrió el Amazonas en 1542.
Hacia 1550 todos los centros principales de América Central y del Sur estaban en poder de los españoles. Después de estas conquistas continuaron por el norte de México y al este de la cordillera de los Andes. Además, en 1565, una conquista bien planeada y hábilmente dirigida por Legazpi añadió las islas Filipinas al ya extenso imperio colonial ultramarino español, que había nacido en pocos años.
Las Indias occidentales fueron consideradas reinos de la corona de Castilla y administradas por el Consejo real llamado Consejo de Indias. Los indios, que tuvieron un destacado defensor en el Padre Bartolomé de las Casas, eran súbditos directos de la corona, eran libres y no podían ser esclavizados, y debían ser convertidos al cristianismo.
• Holanda, Francia e Inglaterra. La situación del monopolio peninsular ibérico pronto quedó rota al entrar en rivalidad con las nuevas expansiones oceánicas y coloniales de ingleses, franceses y holandeses, que iban a acabar con el predominio hispano-portugués a lo largo del siglo XVII.
La trata de esclavos fue una de las principales actividades coloniales, de carácter mercantil, realizada por los europeos entre África y América durante los tiempos modernos, constituyendo uno de los hechos históricos que más huella van a dejar en el continente africano, y que iba a influir asimismo de manera decisiva tanto en América como en Europa.
Los principales países que realizaron dicho tráfico de esclavos -desde África occidental, a través del Océano Atlántico, hacia América- fueron Portugal y España desde el siglo XVI. Holanda y Francia lo hicieron en el XVII, así como Inglaterra, que fue la que practicó el comercio triangular (Europa-África-América) para que se iniciara el mercado mundial.
Durante el siglo XVI, los ingleses, franceses y holandeses, emprendieron la búsqueda de un paso entre los dos Océanos por el norte de América, además de dedicarse al comercio y a la explotación pesquera. Inglaterra planeó un gran número de viajes al Norte, que fueron financiados por sindicatos especiales o por las Compañías mercantiles que se formaron a mediados del siglo.
En 1497, Juan Cabot, al servicio de Inglaterra, alcanzó la península del Labrador y descubrió en Terranova su riqueza en pesca mayor, de la que después se aprovechó Portugal. Al mismo tiempo se establecían factorías pesqueras temporales por ingleses y franceses. A finales del siglo XVI, hubo un proyecto de Humphrey Gilbert para reemplazar los campamentos estacionales por colonias permanentes en Terranova y otras partes de Norteamérica.
Walter Raleigh propuso dos lugares para colonizar: la Guayana -entre la Venezuela española y el Brasil portugués-, y Virginia, donde intentó poner en marcha una colonia en 1587 que fracasó. Así, los ingleses iniciaron el establecimiento de colonias en la costa atlántica de América del Norte. En el siglo XVII iniciaron su expansión colonial en América, aunque desde antes navegaban por el Atlántico Norte.
En América del Norte, como en las Antillas, la colonización francesa fue casi al mismo tiempo que los ingleses y se establecieron en lugares análogos y próximos en la costa atlántica del continente americano. Y también utilizaron el recurso de las Compañías de tipo mercantil para fundar colonias.
La cronología de la formación y desarrollo de la América francesa es muy parecida y paralela a la inglesa. Entre 1534 y 1542, J. Cartier había explorado parte de Canadá y del río San Lorenzo en búsqueda de un paso hacia el Pacífico, tratando de establecer una colonia, que no tuvo éxito.
En 1567 fracasa un intento de colonizar Florida, lo que lleva a los franceses a intentar establecerse en los territorios situados más al norte del continente. Sería el siglo XVII cuando la colonización francesa tuviera éxito.
Holandeses, franceses e ingleses buscaron después los pasos del noroeste y del noreste económico del Asia Oriental. Pero habiendo fracasado en su empresa, iniciaron las luchas coloniales contra España y Portugal, conflictos que se intensificaron a partir del siglo XVII.
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INRTODUCCIÓN TEMÁTICA DE LA UNIDAD III: TRANSICIÓN A LA SOCIEDAD CAPITALISTA. LAS REVOLUCIONES BURGUESAS (SIGLO XVI A PRINCIPIOS DEL XIX)
3.1. La expansión colonial europea: sus repercusiones y las respuestas de los pueblos colonizados ante la conquista y dominación. La contribución de América y África a la cultura universal.
• El primer reparto del mundo fue entre España y Portugal, por lo que Holanda, Inglaterra y Francia quedaron excluidas de éste.
Las consecuencias de los descubrimientos geográficos fueron numerosas e importantes. En primer término, la creación del mercado mundial que hizo posible más tarde, a partir del siglo XVIII, la gran Revolución Industrial. Primero surgió la necesidad, en los países descubiertos aparecieron nuevos y grandes núcleos de consumidores a los que había de proveerse de los productos que demandaban.
La apertura de nuevos países al comercio y las manufacturas europeas, influyó también en el progreso del capitalismo mercantil porque los exploradores y navegantes encontraron en aquellos productos y materias primas como algodón, seda, azúcar, especias, maderas de tinte y de ebanistería, café, tabaco y otros artículos, que extendieron el tráfico y las manufacturas, desarrolladas uno y otras por la necesidad de abastecer los nuevos mercados ultramarinos.
El aumento de capital mobiliario fomentó el desarrollo de nuevas ideas y sistemas económicos, entre ellos el mercantilismo y el proteccionismo. En busca de metales preciosos, los Estados europeos intensificaron su política colonial y organizaron monopolios comerciales para explotar la riqueza de los países descubiertos y conquistados.
Grandes masas de metales preciosos afluyeron a Europa y contribuyeron a la acumulación de capitales, y al progreso de la economía monetaria y con ésta a la expansión del crédito, de los bancos y de las bolsas. Además, se produjo una “revolución de los precios” en el viejo continente, caracterizada por el alza rápida de la renta de la tierra y de los precios de los alimentos y de las manufacturas.
Se crearon grandes imperios coloniales y el centro del comercio internacional se desvió del Mar Mediterráneo al Océano Atlántico. Este hecho produjo la decadencia de las ciudades mediterráneas y de las del Mar del Norte y el surgimiento de nuevos centros comerciales y marítimos en la costa occidental de Europa.
La resistencia a la ocupación colonial, se dio tanto al interior de las metrópolis como en los territorios coloniales. Las formas de oposición locales al dominio colonial de las potencias extranjeras eran diversas. Una de ellas fue la defensa de valores tradicionales de carácter cultural o religioso. Otro fue el desarrollo de las sociedades secretas. También comenzó a forjarse una oposición de carácter político.
Al declinar el poderío económico de España y Portugal, otros países –como Holanda, Francia e Inglaterra- iniciaron su expansión y exploraron nuevas rutas, hacia el Norte, intentando llegar al Oriente por el Ártico, lo cual fue imposible por los hielos perpetuos de la zona.
Para debilitar la dominante posición de Portugal y España, las potencias rivales acudieron a la piratería y ataques de corsarios en los mares y costas de los imperios español y portugués, que alcanzaron su apogeo en el siglo XVII y como efecto de la derrota de la Armada española por los ingleses en 1588. Portugal fue unido a España en el principio de la decadencia marítima y comercial de ambas para separarse poco tiempo después.
El comercio con las nuevas tierras estimuló el rápido crecimiento de la burguesía mercantil y la declinación de la nobleza feudal. Se produjeron guerras coloniales y se desarrollaron la piratería y el comercio de contrabando, que alcanzaron su culminación en los siglos XVII y XVIII respectivamente.
Esto condujo a las grandes invenciones técnicas de siglo XVIII, que determinaron el tránsito de la manufactura (lo que se hace a mano) a la maquinofactura (los productos que se hacen a máquina) y del taller a la fábrica.
La colonización de las zonas de América efectivamente dominadas por los españoles fue objeto de una profunda penetración desestructuradora de las formas de vida indígena, aún existiendo pervivencias de los antiguos modos de organización, creó sociedades nuevas. La verdadera hora de la organización del mundo colonial comenzó fundamentalmente después de la conquista de los grandes imperios continentales. Hasta mediados del siglo XVI predominó la figura del conquistador y se realizó lo más espectacular de la expansión territorial las dos décadas siguientes; el encomendado, el misionero y el funcionario del rey fueron quienes la promovieron. Pero conquista y colonización se dieron, muchas veces, de manera simultánea y la conquista cumplió una función pasajera, casi instrumental, para dar paso a la actividad pobladora.
La distribución de la tierra de las regiones recién incorporadas a La Corona de Castilla fue una de las primeras manifestaciones del nuevo poder. Las tierras se concedieron entre los conquistadores y después también entre aquellos que querían pasar a las Indias.
En el siglo XVI, la ganadería –no así la agricultura- tuvo un auge muy señalado en lo que se refiere a las especies animales traídas por los españoles, por la excelente aclimatación de éstas, que se multiplicaron de forma extraordinaria y llegaron a abundar y a constituir los cueros, un artículo que, en algunas zonas como México y Cuba, se embarcaba en grandes cantidades con destino a Europa.
Desde los primeros años pasaron a las Indias artesanos españoles que introdujeron las técnicas y las modalidades de muchos oficios europeos, así como la peculiar forma corporativista de los gremios que siguieron en América el modelo peninsular. En México, en ese siglo se expidieron 153 de las ordenanzas o reglamentaciones gremiales de las 233 que se emitieron durante todo el periodo colonial. La primera ordenanza mexicana fue la de herreros de 1524. Se crearon igualmente manufacturas que en las colonias tomaron el nombre de obrajes y se dedicaron fundamentalmente a los textiles. En general las leyes protectoras de los productos metropolitanos impidieron el desarrollo de las posibilidades industriales de los territorios americanos. La producción se dirigió al consumo local, aunque algunos sectores llegaron a gozar de relevancia como la industria mexicana de la seda, que experimentó un desarrollo óptimo pero entró en declive por la competencia de las sedas chinas importadas a Nueva España por el poderoso grupo de los comerciantes de Acapulco que se beneficiaban del comercio del galeón de Manila, en las islas Filipinas.
La corona organizó el comercio entre España y las posesiones de ultramar en un rígido monopolio que hacía de Sevilla la única ciudad por donde se podía ejercer el tráfico colonial. En el siglo XVIII y hasta el proceso de la libertad de comercio fue Cádiz la ciudad que ostentó este privilegio. Los demás puertos de España no podían comerciar con América y de todos los españoles, solamente los castellanos fueron autorizados a ello hasta la segunda mitad del siglo XVIII. El monopolio tenia como finalidad ejercer un máximo de control con un número reducido de oficiales y funcionarios y evitar los fraudes. A estos mismos objetivos respondía la organización del sistema de flotas anuales, la que se dirigía a Cartagena y Portobelo y enlazaba allí con los transportistas que cubrían la distancia entre Perú y Panamá, y otra flota que llegaba a Veracruz; cuando llegaban los convoyes al continente americano tenían lugar las Ferias de la Flota en las que los mercaderes se abastecían, para encargarse de la posterior distribución y reventa de las mercancías.
El volumen del tráfico era cuatro veces mayor de América a España que de España a América. Los efectos europeos se encarecían enormemente debido a la escasez, en los primeros años de la colonia, y después al monopolio, así como a las cargas excesivas de impuestos y a la gran demanda. Los precios subían de tal modo que en algunos centros mineros se hacían ganancias del 100% sobre el precio inicial. El sistema del galeón anual que, a partir de los primeros años del siglo XVII efectuaba el comercio con Filipinas. En Manila confluían embarcaciones procedentes de las costas chinas cargadas de mercancías que, como la seda, se transportaban a la Nueva España.
El predominio en la economía correspondió al sector minero. Fuente de rápida riqueza para el Estado y los particulares, muchos aspectos de la vida colonial se organizaron en torno a él. Los primeros años de la presencia española en América no fueron muy esperanzadores en este sentido. El oro de las Antillas procedía en primer lugar de los adornos que utilizaban los indígenas y en segundo lugar los placeres, oro aluvial que se explotó con mano de obra forzada en condiciones penosas y con graves perjuicios de las economías tradicionales. Las consecuencias se reflejaron en la fuerte caída demográfica que se ha mencionado.
El saqueo de los tesoros de los imperios mexica e inca hizo llegar a España las primeras grandes cantidades de oro. El momento decisivo de la minería americana se inició a mediados del siglo XVI cuando se descubrieron las grandes minas de plata: Potosí en el Virreinato del Perú en 1545; Zacatecas en el de Nueva España en 1546; en Nueva Granada se hallaron importantes fuentes auríferas en 1541-1546, todos ellos no se empezaron a explotar definitivamente hasta 1565. La plata, mucho más abundante tomó la delantera con respecto al oro; éste, que se enviaba a Sevilla en cantidades mucho más reducidas era, sin embargo, importante por su alta cotización.
La minería de la plata chocaba con una serie de dificultades técnicas y exigía una fuerte inversión de capital. En la época que nos ocupa era de un 95%; de 1584 a 1653 fue del 85%; a mediados del siglo XVIII constituía aún el 78%.
Una gran parte de la mano de obra utilizada en la minería era de carácter obligatorio. Las formas de trabajo forzado se ensayaron en los primeros años de colonización en las Antillas, instaurándose el sistema de las encomiendas que asumieron la forma de servicios personales. La encomienda, o era una concesión de tierras, o era otorgar un número de indígenas a un colonizador en encomiendas, que muchas veces ambos favores coincidían en una misma persona. El beneficiado contraía una serie de obligaciones, debía prestar servicios militares y ocuparse del adoctrinamiento de sus encomendados en la fe cristiana y de las prácticas piadosas de éstos.
El sistema fue trasladado al continente resultando más eficaz en las áreas más pobladas y acostumbradas a autoridades más opresoras. A mediados del siglo se dispuso el fin de este tipo de encomienda, que fue desapareciendo. La concesión de nuevas encomiendas se hacía con una modalidad diferente ya que no se trataba de servicios personales sino de la percepción de tributos, a finales del siglo XVI eran una simple renta en metálico y tendieron a desaparecer. El Estado, para aumentar sus ingresos, las fue absorbiendo conforme sus detentadores iban falleciendo. Hacia el año 1670 de las 23,000 familias españolas que residían en América solamente 4,000 vivían de las encomiendas, aunque en algunas partes como en Yucatán, se mantuvieron más tiempo.
Las formas de trabajo en las colonias fueron múltiples abarcando prácticamente todos los tipos, desde la esclavitud hasta el trabajo asalariado pasando por formas de trabajo obligatorio semiservil, algunas de ellas de esencia específicamente colonial. La más importante es la que se conoce con el nombre común de repartimiento, que engloba no pocas variantes. Surgió como consecuencia de la supresión legal de las encomiendas de servicios y ante la problemática presentada por la catástrofe demográfica ya evidente a mediados del siglo. La gran mortandad de indígenas causada por la conquista y su secuela de acontecimientos llevó a una merma del potencial humano que en términos generales se puede calibrar en un 70%. La propia resistencia de los indígenas a trabajar para sus dominadores y las necesidades de trabajadores para la explotación minera llevó a disponer de esta forma de trabajo forzado aunque pagado, según disponían. El repartimiento en esencia consistía en la obligación que se imponía a las comunidades indígenas de suministrar un determinado número de hombres durante un periodo estipulado para que realizaran tareas agrícolas, pesqueras, domésticas, de transporte, mineras, etc.
En Perú tomó el nombre de mita aprovechando la existencia de las instituciones indígenas, cuya denominación se conservó. De diferentes tipos según la actividad a la que se encauzara, uno de ellos lo constituyó la mita minera que adquirió una singular relevancia. En general las condiciones de vida de los mitayos de las minas fueron aún peores de lo que las leyes dejan suponer, cometiéndose toda clase de abusos. Las minas más importantes fueron también los centros donde vivió el máximo de gravedad de la explotación. Las consecuencias sobre la población fueron terribles, provocándose una gran mortandad o pérdida de vidas humanas.
Una forma de repartimiento se llamó coatequil en México, donde también se aprovecharon sistemas ya existentes a la llegada de los españoles para desarrollar formas obligatorias de trabajo. De ellas la esclavitud fue otra modalidad. En un principio se redujo a los indígenas, por captura y guerra antes que a compra. Más tarde las leyes prohibieron esclavizar a los indígenas. Fue la inmigración forzosa de africanos la que proveyó el contingente de esclavos. Su llegada fue muy temprana y respondió a la necesidad de trabajadores en las Antillas planteadas por la desaparición –por muerte- de sus naturales. El comercio de negros continuó a lo largo de todo el periodo colonial. El centro principal de la trata fue Cartagena de Indias (Colombia) y los esclavos se emplearon en la minería, los obrajes, trabajos domésticos, pero sobre todo en plantaciones tropicales e ingenios azucareros.
El contrabando se desarrolló de manera notable en la segunda mitad del siglo XVII operándose desde las Antillas, Guadalupe, Martinica, Jamaica y Curazao, sobre el continente. Las prohibiciones de la Corona fueron ineficaces para aclarar con los fraudes y el comercio extranjero y la lucha contra el contrabando no impidió que éste continuara en aumento, siendo también importante en el siglo XVIII.
• La primera fase de la presencia portuguesa en África estuvo dominada por el comercio del oro. Este oro llegaba desde siglos atrás a través de las rutas saharianas hasta el norte de África y de allí pasaba en parte a Europa. Su lugar de procedencia era una amplia franja que se extendía desde Senegal hasta Sudán. Alcanzar las fuentes del oro era un deseo de los occidentales, lo cual explica las actividades de estos en suelo marroquí y el descenso de las costas atlánticas africanas. Gambia fue la etapa decisiva. Diego Gomes remontó este río hasta Cantor que era ya un gran mercado y fue aprovechado por los portugueses. Otros puntos importantes de obtención de metal fueron: Sierra Leona y sobre todo San Jorge Da Mina el punto crucial en esta actividad. De las cantidades medias anuales de llegadas de oro de 1504 a 1545, la más baja supera los 371 Kg. y la más alta está por encima de 443, solamente para San Jorge Da Mina.
Los esclavos también constituyeron un factor de tráfico aunque sin tener la importancia que más tarde adquirirían. Más al sur los portugueses una larga relación con el reino de Congo o Manicongo, limitado por el río Congo al Norte y el Atlántico al oeste, donde se enviaron misioneros y se mantuvo una política de amistad y de suministro de esclavos. De allí se inició la expansión portuguesa hacia Angola que se convirtió en centro de operaciones desde 1520 en delante de una red de trata negrera que fue una importante fuente de abastecimiento y exportación. En la costa oriental se creó una base en la isla de Mozambique, núcleo de posterior expansión y se retomó el río Zambaza creando varias factorías en su curso.
De las islas del Atlántico, Madeira y Porto Santo eran conocidas desde hacia algún tiempo pero su colonización no empezó sino a partir de 1420, iniciándose su doblamiento y la explotación de madera, tintes, trigo y azúcar que se introdujo y fue durante la primera mitad del siglo XVI el principal producto de exportación. En las Azores las condiciones para el cultivo de la caña y la obtención de azúcar no fueron tan favorables. Fue una zona ganadera y triguera además de proporcionar también maderas y tintes. También fueron colonizadas en el Golfo de Guinea la Isla de Santo Tomé y otras creándose una economía ganadera y de plantación de azúcar desde donde sería después llevada al Brasil. Igualmente el archipiélago de Cabo Verde fue una colonia productora de sal, ganado, azúcar y algodón.
En cuanto a las posesiones portuguesas de América, resultado del reparto entre España y Portugal, la efectiva colonización del Brasil no empezó sino hasta 1530 cuando se inició el asentamiento de colonos y el reparto de tierra entre los nobles capitanes donatarios y sus hombres.
Poco poblado, Brasil no sería penetrado hasta los límites que hoy conocemos sino mucho más tarde. Los primeros asentamientos fueron costeros y basados principalmente en la explotación de una madera tintórea, el palo brasil, objeto de comercio internacional. La colonia fue pronto lugar de recepción de numerosos africanos que se importaban como esclavos dadas las facilidades y el control que tenían los portugueses de este tráfico. El clima y la mano de obra esclava permitieron la introducción de la caña de azúcar desde la Isla de Santo Tomé. Desde los años 1560 a 1570 se desarrolló la economía de plantación y la producción de azúcar que se convirtieron en la principal fuente de beneficios, desplazando al palo brasil como producto de exportación. Para Europa, la mayor abundancia de azúcar sería el principio de un cambio en la dieta alimenticia y este producto se convirtió en objeto de un importante tráfico y en estímulo para posteriores ensayos de este tipo en otras regiones propias.
Ya en el siglo XVIII, Brasil tomó el rumbo de gran productor de oro, fenómeno que tuvo una gran repercusión en el crecimiento europeo y comentaremos más adelante.
• La contribución de América y África a la cultura universal. En el orden cultural, los descubrimientos geográficos contribuyeron a crear un mundo nuevo y a transformar las perspectivas mentales de los hombres originando una revolución científica y subvirtiendo las bases espirituales de la época.
Las ideas en Europa sufrieron un cambio profundo por el conocimiento de religiones, costumbres y civilizaciones antes ignoradas.
El comercio con las colonias de América, el tráfico de esclavos y la explotación de los aborígenes aumentó desmesuradamente la cantidad de capitales que afluían a Europa.
América y África significaron en la vida cultural una serie de elementos de la vida cotidiana: la comida, ciertas formas de la religiosidad popular, la forma de vestir así como modificaciones en las lenguas europeas. En nuestro caso, palabras como tlapalería (tierras de colores) son de origen náhuatl; para las lenguas africanas tenemos en nuestra lengua marimba, que es de origen yoruba.
Otra contribución fue la creación del mercado mundial con base en la explotación a los aborígenes así como en el saqueo sobre las colonias de América, además del tráfico con esclavos negros de África, lo cual benefició completamente a Europa y al naciente sistema capitalista.
3.2. La acumulación originaria de capital, el despojo y la ruina de los productores directos. El mercado mundial, las manufacturas, el mercantilismo de los Estados absolutistas.
• Los orígenes de la primitiva acumulación de capital pretenden explicarse relatándolos como una anécdota del pasado. En tiempos muy remotos – se nos dice – había, de una parte, una minoría trabajadora, inteligente y sobre todo ahorrativa, y de la otra un tropel de descamisados, haraganes, que derrochaban cuanto tenían y aún más. Es cierto que la leyenda del pecado original teológico nos dice que el hombre fue condenado a ganar el pan con el sudor de su frente; pero la historia del pecado original económico nos revela por qué hay gente que no necesita sudar para comer. No importa. Así se explica que mientras los primeros acumulaban riqueza, los segundos acabaron por no tener ya nada que vender más que su pelleja. De este pecado original arranca la pobreza de la gran mayoría, que todavía hoy, a pesar de lo mucho que trabajan, no tienen nada que vender más que sus personas, y la riqueza de una minoría, riqueza que no cesa de crecer, aunque haya ya muchísimo tiempo que sus propietarios han dejado de trabajar. Sabido es que en la historia real desempeñan un gran papel la conquista, la esclavización, el robo y el asesinato; la violencia, en una palabra.
Ni el dinero ni la mercancía son de por sí capital, como no lo son tampoco los medios de producción ni los artículos de consumo. Necesitan convertirse en capital. Y para ello han de concurrir una serie de circunstancias concretas, que pueden resumirse así: han de enfrentarse y entrar en contacto dos clases muy diversas de poseedores de mercancías; de una parte, los propietarios de dinero, medios de producción y artículos de consumo, deseosos de valorizar la suma de su propiedad mediante la compra de fuerza ajena de trabajo; de otra parte, los obreros libres, vendedores de su propia fuerza de trabajo y, por lo tanto, de su trabajo.
Obreros libres, en el doble sentido de que no figuran directamente entre los medios de producción, como esclavos, los siervos, etc., ni cuentan tampoco con medios de producción propios, como el labrador que trabaja su propia tierra, etc.; libres y dueños de sí mismos. Con esta polarización del mercado de mercancías, se dan las dos condiciones fundamentales de la producción capitalista. El régimen del capital presupone el divorcio entre los obreros y la propiedad sobre las condiciones de realización de su trabajo. Cuando ya se mueve por sus propios pies, la producción capitalista no sólo mantiene este divorcio, sino que lo reproduce y acentúa en una escala cada vez mayor. Por tanto, el proceso que engendra el capitalismo sólo puede ser uno: el proceso de disociación entre el obrero y la propiedad sobre las condiciones de su trabajo , proceso que de una parte convierte en capital los medios sociales de vida y de producción, mientras de otra parte convierte a los productores directos en obreros asalariados. La llamada acumulación originaria no es, pues, más que el proceso histórico de disociación entre el productor y los medios de producción. Se le llama “originaria” porque forma la prehistoria del capital y del régimen capitalista de producción.
La estructura económica de la sociedad capitalista brotó de la estructura económica de la sociedad feudal. Al disolverse ésta, salieron a la superficie los elementos necesarios para la formación de aquélla.
• El despojo y la ruina de los productores directos. El productor directo, el obrero, no pudo disponer de su persona hasta que no dejó de ser esclavo o siervo de otra persona. Además, para poder convertirse en vendedor libre de fuerza de trabajo, que acude con su mercancía a dondequiera que encuentra mercado para ella, hubo de sacudir también el yugo de los gremios, sustraerse a las ordenanzas sobre los aprendices y los oficiales y a todos los estatutos que embarazaban el trabajo. Por eso en uno de sus aspectos, el movimiento histórico que convierte a los productores en obreros asalariados representa la liberación de la servidumbre y la coacción gremial, y este aspecto, es el único que existe para nuestros historiadores burgueses. Pero, si enfocamos el otro aspecto, vemos que estos trabajadores recién emancipados sólo pueden convertirse en vendedores de sí mismos, una vez que se ven despojados de todos sus medios de producción y de todas las garantías de vida que las viejas instituciones feudales les aseguraban.
El proceso de donde salieron el obrero asalariado y el capitalista, tuvo como punto de partida la esclavización del obrero. En las etapas sucesivas, esta esclavización no hizo más que cambiar de forma: la explotación feudal se convirtió en explotación capitalista. Para explicar la marcha de este proceso, no hace falta remontarse muy atrás. Aunque los primeros indicios de producción capitalista se presentan ya, esporádicamente, en algunas ciudades del Mediterráneo durante los siglos XIV y XV, la era capitalista sólo data, en realidad, del siglo XVI. Allí donde surge el capitalismo hace ya mucho tiempo que se ha abolido la servidumbre y que el punto de esplendor de la Edad Media, la existencia de ciudades soberanas, ha declinado y palidecido.
En la historia de la acumulación originaria hacen época todas las transformaciones que sirven de punto de apoyo a la paciente clase capitalista, y sobre todo los momentos en que grandes masas de hombres se ven despojadas repentina y violentamente de sus medios de producción para ser lanzadas al mercado de trabajo como proletarios libres, y privados de todo medio de vida. Sirve de base de todo este proceso la expropiación que priva de su tierra al productor rural, al campesino. Su historia presenta una modalidad diversa en cada país, y en cada uno de ellos recorre las diferentes fases en distinta gradación y en épocas históricas diversas. Pero donde reviste su forma clásica es en Inglaterra, país que aquí tomamos, por tanto, como modelo.
Como fue expropiada de la tierra la población rural. En Inglaterra, la servidumbre había desaparecido ya, de hecho, en los últimos años del siglo XIV. En esta época, y más todavía en el transcurso del siglo XV, la inmensa mayoría de la población se componía de campesinos libres, dueños de la tierra que trabajan. En las grandes fincas señoriales, el bailiff (bailío), antes siervo, había sido desplazado por el arrendatario libre. Los jornaleros agrícolas eran en parte, campesinos que aprovechaban su tiempo libre para trabajar a sueldo de los grandes terratenientes y en parte una clase especial, relativa y absolutamente poco numerosa, de verdaderos asalariados... El poder del señor feudal, como el de todo soberano, no descansaba solamente en la longitud de su rollo de rentas, sino en el número de sus súbditos, que, a su vez, dependía de la cifra de campesinos independientes. Por eso, aunque después de la conquista normanda, el suelo inglés se dividió en unas pocas baronías gigantescas, entre las que había algunas que abarcaban por sí solas 900 de los dominios de los antiguos lords anglosajones, estaba salpicado de pequeñas explotaciones campesinas, interrumpidas sólo de vez en cuando por grandes fincas señoriales.
El preludio de la transformación que ha de echar los cimientos para el régimen de producción capitalista, coincide con el último tercio del siglo XV. El licenciamiento de las huestes feudales – que, como dice acertadamente Sir James Steuart, “invadieron por todas partes casas y tierras”- lanzó al mercado de trabajo a una masa de proletarios libres y privados de medios de vida. Los grandes señores feudales, levantándose tenazmente contra la monarquía y el parlamento, crearon un proletariado incomparablemente mayor, al arrojar violentamente a los campesinos de las tierras que cultivaban y sobre las que tenían los mismos títulos jurídicos feudales que ellos, y al usurparles sus bienes comunes. El florecimiento de las manufacturas laneras de Flandes y la consiguiente alza de los precios de la lana, fue lo que sirvió de acicate directo en Inglaterra, para estos abusos. La antigua aristocracia había sido devorada por las guerras feudales, y la nueva era hay una hija de los tiempos, de unos tiempos en los que dinero es la potencia de las potencias. Por eso enarboló como bandera la transformación de las tierras de labor en terrenos de pastos para ovejas...
• El mercado mundial. Fueron numerosas e importantes las consecuencias de los descubrimientos geográficos y la colonización. Una de ellas es que se desplaza el comercio del Mediterráneo hacia el Atlántico,. Por ello las ciudades mediterráneas entran en decadencia en tanto se inicia el auge para aquellas con vistas al Atlántico. Las potencias ahora serán Portugal, España, Holanda, Francia e Inglaterra.
La Península Ibérica se convirtió en una plataforma de lanzamiento para la expansión de ultramar. Y sin embargo los navegantes ibéricos fueron solamente la avanzada de un proceso más amplio de expansión de los pueblos cristianos de Europa, que culminaría con el alumbramiento del primer orden mundial.
Además, tanto la llegada de Oriente de la naves europeas circunnavegando el cabo de Buena Esperanza como el descubrimiento y la conquista de América consagraron el protagonismo de las costas del Atlántico en el comercio europeo. Así, Lisboa, Sevilla, Cádiz y otros puertos españoles y portugueses adquirieron una importancia creciente y en ellas se establecieron comerciantes y banqueros italianos, alemanes y flamencos. Fueron así como Portugal y España, en primer término y posteriormente Holanda, Inglaterra y Francia, es decir las potencias con acceso al océano Atlántico, asumieron el liderazgo de la expansión europea de ultramar a lo largo del primer orden económico mundial.
Se crean nuevos mercados a los que afluyen metales preciosos y materias primas; ello impulsa el comercio y naturalmente refuerza a la clase burguesa, debilitando a los feudales. De esta manera las grandes riquezas acumuladas serán un elemento importante en la formación de la industria moderna a finales del siglo XVIII.
Los portugueses tuvieron durante un tiempo el control sobre las costas africanas y la ruta hacia Oriente; así, no sólo dominaron el comercio oriental de especias y otros productos que ya hemos mencionado, sino que además inician el inhumano comercio de esclavos negros.
• Las manufacturas. El régimen de producción capitalista en su período manufacturero, sólo fue factible que se desarrollara en aquellos lugares donde se habían gestado las condiciones necesarias dentro del propio modo de producción feudal. En este sentido, el desarrollo del comercio, los medios de cambio, la navegación y la industria, sólo pudieron acelerar el elemento revolucionario de la sociedad feudal, en aquellos lugares donde los gérmenes del capitalismo habían enraizado con la fuerza y la antigua organización feudal o gremial de la industria ya no podía satisfacer la demanda, que crecía con la apertura de nuevos mercados. Entonces vino a ocupar su puesto la manufactura; el estamento medio industrial suplantó a los maestros de los gremios; la división del trabajo entre las diferentes corporaciones desapareció ante la división del trabajo en el seno del mismo taller.
Es así, que el sistema de cooperación basado en la división del trabajo (y en la división de la ciencia en ciencias particulares) se desarrolla en el periodo manufacturero, es decir, que el producto social de una colectividad de artesanos, especializados cada uno de ellos en una operación parcial distinta.
El carácter subversivo y revolucionario del mercantilismo respecto a las condiciones feudales prevalecientes, lo constituye su insistencia permanente en la eliminación de las trabas señoriales que obstaculizaban el comercio interior y la vida económica en general. Esta actitud política asumida por los mercantilistas, generalmente aceptada e impulsada por el Estado, permitió superar la subordinación formal, que a través de comerciantes y usureros, el capital le había impuesto al trabajo.
El proceso manufacturero se erige, como un proceso de consolidación del dominio del capital, hacia la estructura productiva en general y el trabajo asalariado en particular.
• El mercantilismo de los Estados absolutistas. La primera corriente de pensamiento que hizo objeto de sus elucubraciones al intercambio internacional fue la del mercantilismo, sencillamente porque antes del siglo XVI no había propiamente Estados nacionales constituidos y porque el comercio entre las diferentes regiones del mundo había adquirido importancia desde las Cruzadas (1095-1270), que pusieron en contacto a los pueblos europeos con los asiáticos. Especial importancia tuvo el Renacimiento con todo lo que este acontecimiento significó en cuanto a una nueva concepción del mundo que se tradujo en confianza en la razón humana y en su capacidad para resolver problemas, actitud que se fue haciendo extensiva a todos los órdenes de la vida: en lo ideológico y religioso, en lo filosófico y científico; en lo político y económico, y en lo artístico, social, cultural y en lo comercial.
El centro de atención del pensamiento de los mercantilistas fue el Estado y no la religión y la moral como había sucedido durante la Edad Media, ni el individuo y la mercancía, como sucedería años después con la escuela clásica, sino los metales preciosos. Su objetivo central era constituir un Estado económico rico y políticamente poderoso. Se trataba de una política a largo plazo, basada en el desarrollo de las fuerzas productivas y que tendía hacia el logro de un nacionalismo potente y celoso de su autonomía.
En consecuencia, los mercantilistas lucharon dentro de sus respectivos países por eliminar las alcabalas, abolir el régimen anárquico en materia monetaria, fiscal y de pesas y medias y, en general, en contra de todo proteccionismo local que significara trabas al libre juego de los intereses económicos.
Se declararon también en contra de la política de abastos que tendía a beneficiar al consumidor basada en prohibiciones a la exportación y estímulos a la importación porque, según los mercantilistas, era una política circunstanciada hacia objetos de corto plazo que perdía de vista el desarrollo de las fuerzas productivas.
Pugnaron por la subordinación del individuo al Estado y porque los recursos se explotaran en beneficio de éste, partiendo del principio de que la actividad económica es un medio, no para satisfacer las necesidades, sino para fortalecer al Estado. Era, pues, una política que tendía a prestar apoyo a una filosofía nacionalista, y el principal medio para alcanzar esa meta era lograr una balanza comercial favorable, cuyo saldo produjera los tan codiciados metales preciosos.
Los cambios de las formas de explotación feudal que acaecieron al fin de la época medieval no fueron en absoluto insignificantes; por el contrario, son precisamente esos cambios los que modifican las formas del Estado. El absolutismo fue esencialmente eso: un aparato reorganizado y potenciado de dominación feudal, destinado a mantener a las masas campesinas en su posición social tradicional, a pesar y en contra de las mejoras que habían conquistado por medio de la amplia conmutación de las cargas. Dicho de otra forma, el Estado absolutista nunca fue un árbitro entre la aristocracia y la burguesía ni, mucho menos, un instrumento de la naciente burguesía contra la aristocracia: fue el nuevo caparazón político de una nobleza amenazada.
Pero las dimensiones de la transformación histórica que entraña el advenimiento del absolutismo no deben ser minimizadas de ninguna manera. Por el contrario, es fundamental comprender toda la lógica y la importancia del cambio decisivo en la estructura del Estado aristocrático y de la propiedad feudal que produjo el nuevo fenómeno del absolutismo.
La redistribución del poder social de la nobleza fueron la maquinaria de Estado y el orden jurídico absolutistas, cuya coordinación habría de aumentar la eficiencia del dominio aristocrático al reducir a un campesinado no servil a nuevas formas de dependencia y explotación. Los estados monárquicos del Renacimiento fueron, ante todo y sobre todo, instrumentos modernizados para el mantenimiento de dominio mobiliario sobre las masas rurales.
Al mismo tiempo, sin embargo, la aristocracia tenía que adaptarse a un nuevo protagonista: la burguesía mercantil que se había desarrollado en las ciudades medievales. Ya se ha visto que fue precisamente la intromisión con el campesinado al modo oriental, esto es, aniquilando su resistencia y encadenando al señorío. La ciudad medieval pudo desarrollarse gracias a la dispersión jerárquica de la soberanía en el modo de producción feudal, que había liberado a las economías urbanas de la dominación directa de un clase dominante rural. En este sentido, como y hemos visto, las ciudades nunca fueron exógenas al feudalismo de Occidente. De hecho, la condición fundamental de su existencia fue la «destotalización» única de la soberanía en el marco del poder político económico del feudalismo.
3.3. La Ilustración y el Enciclopedismo: fuentes ideológicas del liberalismo. El despotismo ilustrado.
• La Ilustración y el Enciclopedismo: fuentes ideológicas del liberalismo. La Ilustración es un movimiento cultural que va a la par del desarrollo del absolutismo. De hecho no podemos entender las revoluciones burguesas del siglo XVIII sin el pensamiento ilustrado, así como tampoco los movimientos de liberación de Hispanoamérica frente a la metrópoli española. Pero ¿qué es la Ilustración?
Para comprender este movimiento es necesario tener en cuenta que la raíz de todo pensamiento ilustrado es la confianza absoluta en la razón humana y, por lo tanto, en los logros del ser humano como el único ser que puede aspirar a la racionalidad completa.
La Ilustración es en este sentido una forma del pensamiento «moderno», el cual tiene su origen en nuestra cultura a partir del Renacimiento. La modernidad se expresa en la confianza en la razón como la facultad mediante la cual el ser humano puede conocer, comprender y dominar el mundo que lo rodea, sin otra explicación que el estudio sistemático del fenómeno mismo. En este sentido, el pensamiento ilustrado recurre fundamentalmente al conocimiento como medio de un desarrollo pleno de la racionalidad para así formar a un ser humano completamente informado y plenamente consciente de todas y cada una de sus decisiones con lo cual se llegaba no sólo a una visión plena del individuo, sino que también se forma por este medio a los ciudadanos.
La Ilustración se define como el movimiento ideológico y cultural que sustenta a la burguesía, especialmente en Francia durante el siglo XVIII y tiene sus antecedentes filosóficos en el empirismo inglés (corriente de pensamiento que busca la comprobación de todo conocimiento para validarlo como cierto) del siglo XVII.
Como corriente filosófica toma al ser humano como el centro de su reflexión, lo cual se conoce como antropocentrismo, a diferencia del pensamiento arraigado desde el periodo medieval el cual consideraba como centro de toda reflexión filosófica a Dios. Este cambio radical en el pensamiento lleva consigo un principio ético: la confianza absoluta en el ser humano y sus capacidades transformadoras del mundo y de la realidad, las cuales sólo pueden manifestarse en plenitud a través de la razón. Surge así la idea de progreso, pues se concibe que el camino de conocimiento humano iniciado por esta vía desde el Renacimiento no pueda llevar a un retroceso. La confianza en la razón y el progreso humano toman diferentes formas durante el Siglo de las Luces (como también se conoce al periodo de la ilustración) y una de ellas es el pensamiento político, el cual se expresa en dos grandes formas: el Despotismo Ilustrado y el Liberalismo.
• El Despotismo Ilustrado se enmarca se enmarca dentro de las monarquías absolutas, las cuales se conocerán en Francia como el Antiguo Régimen.
El despotismo ilustrado sigue un principio básico: aumentar el bienestar del pueblo y dándole una educación básica, pero no excesiva, se conseguía que su nivel cultural aumentase y esto permitiría que posibilidades económicas de los más pobres mejoraran, obteniendo un beneficio a largo plazo para el Estado. A pesar de que los filósofos ilustrados criticaron la política y la sociedad de su época, no pretendieron que los cambios se dieran por la vía revolucionaria; confiaban más bien en un cambio pacífico orientado por una élite racional con acceso al poder político que pudiera educar al pueblo.
Los problemas del Estado absolutista requerían de la colaboración de hombres calificados y con nuevas ideas, dispuestos a reformar e impulsar el desarrollo político y económico de las naciones. El monarca ilustrado es un soberano que acepta los principios de la Ilustración y desea ponerlos en práctica para lograr una mayor eficacia en el Estado, en beneficio de éste y de los súbditos.
La consecuencia fue el aumento de la burocracia formada por grupos burgueses los cuales incidieron en la política de naciones como Francia, Prusia, Rusia, entre otros países, lo que permitió un auge de las monarquías absolutistas: Federico II el Grande, en Prusia, Catalina II en Rusia, Carlos III en España y Gustavo III de Suecia son ejemplos de este tipo de gobernantes.
Por otra parte, era una manera de dar una nueva imagen de las monarquías absolutas para que parecieran una forma de gobierno más transigentes con el pueblo, una manera de mejorar la imagen de las Coronas ante los ojos de los Ilustrados de ideas más renovadoras y revolucionarias.
• El liberalismo se define como una corriente de pensamiento que tiene su origen en los trabajos de John Locke, especialmente en su Tratado sobre el Gobierno Civil. En cuanto a la política, la ideología liberal encuentra sus bases en la obra de Montesquieu y de independentistas americanos (Benjamín Franklin, Thomas Jefferson, entre otros). Se manifiesta porque no hay personas ni sistemas perfectos, y por lo tanto, el Estado debe ser un conjunto de pesas y balanzas en el que se contrapesen los distintos poderes que ostenta sobre el individuo, para que ninguno pueda devenir en tiranía.
Esto significa que para el pensamiento liberal existe la división de poderes: el ejecutivo, el legislativo y el judicial.
Esta corriente tiene expresiones tanto en lo social como en la economía. El liberalismo social defiende la no intromisión del estado en la conducta privada de los ciudadanos y en sus relaciones sociales no-mercantiles, admitiendo la libertad de expresión, la religiosa, los diferentes tipos de relaciones sexuales consensuadas. Esta corriente distingue entonces lo público de lo privado.
El liberalismo económico busca la no intromisión del Estado en las relaciones mercantiles entre los ciudadanos, sacrificando toda protección a los sectores más desprotegidos de la sociedad.. El liberalismo económico tiende a ser identificado con el capitalismo, aunque éste no es necesariamente liberal.
Por último, la gran obra que deja la Ilustración es la Enciclopedia. En ella se buscó plasmar todo el saber humano, organizado de acuerdo a un sistema racional (el orden alfabético) en el cual cada uno de sus artículos tenía una extensión similar significando un orden no jerárquico por disciplina, sino la expresión de un concepto nuevo que aparecerá durante las revoluciones burguesas francesa y norteamericana: un orden democrático.
La Enciclopedia significó en su época una gran síntesis de todos los conocimientos humanos hasta ese momento. Así el conocimiento serviría para que cualquiera, educado dentro de la recta razón, pudiera arribar a conclusiones prácticas para su vida. El saber se convierte entonces en un bien que la burguesía aprovecha: saber implica conocimiento y también hacer las cosas. La educación es entonces una de las bases del pesamiento ilustrado, pues el ciudadano sólo será plenamente consciente de su papel cuando pueda, mediante el conocimiento, determinar su papel dentro de la vida social. Base ver los textos de Voltaire, en especial el cuento del Micromegas, o la obra de Jean Jacques Rousseau, Emilio o la Educación para ver la importancia que la Ilustración asigna a la educación del individuo y del ciudadano.
3.4. Las revoluciones liberal-burguesas en Inglaterra y la independencia de las trece colonias inglesas.
• La revolución liberal-burguesa en Inglaterra. La Revolución Inglesa se desarrolla entre 1640 y 1660. Oliver Cromwell será quien la dirija y tendrá como consecuencia la proclamación de la única república en la historia inglesa y la primera república burguesa en el mundo. Asimismo el proceso revolucionario inglés muestra a la burguesía como clase apta para llegar al poder y plantear un proyecto diferente a la monarquía absoluta en dos vías, que seguirán todas las revoluciones del siglo XVIII y XIX: el gobierno republicano o la monarquía parlamentaria.
La primera fase de la Revolución implicó el poder del Parlamento. Desde 1640 hasta 1643 el Parlamento aprobó numerosas leyes anti-absolutistas. Por ejemplo, se eliminó el tribunal de la Cámara Estrellada (uno de los medios utilizados por Enrique VII en el siglo XV para controlar a la nobleza) y se retiró el poder al rey de disolver el Parlamento.
De 1643 a 1649 se desarrolla la guerra civil. Oliver Cromwell, con su Batallón de los Santos (Ironsides), derrotó a los a los monárquicos y se condena a muerte a Calos I.
La tercera fase de la Revolución Inglesa fue la República. Dictadura bajo el puritanismo intransigente de Cromwell que abolió la Cámara de los Lores y centró su poder en el ejército y la Cámara de los Comunes, en donde se representaba la burguesía inglesa. De hecho este es uno de los grandes logros de la Revolución Inglesa: que la burguesía tuviera representación en el Parlamento. Una de las leyes más significativas de este período fueron las Actas de Navegación. Para 1660, a la muerte de Cromwell, la república no logra mantenerse y el general Monck convoca al Parlamento y restaura la monarquía y la cámara de los Lores.
Para Carlos II llega al poder y se inicia la Restauración monárquica, la cual culminará con la expulsión del Parlamento de los Católicos. Hay que recordar que la religión implicaba no sólo el culto, sino también una posición frente al Estado. La iglesia anglicana, se convirtió en oficial desde el siglo XVI y a partir de las Test Acts, que obligaban a que todo funcionario del Estado fuera anglicano.
No puede negarse que este primer intento por alcanzar el poder frente a la aristocracia muestra el empuje de la burguesía como clase social y pone en evidencia las formas de hacer política que considera adecuadas. La representación parlamentaria implicó el reconocimiento de este sector el cual si bien no tiene la nobleza por nacimiento, la obtiene a partir del fruto de su trabajo. Esta relación fue factible por la influencia del pensamiento protestante y su ideal de predestinación a partir del trabajo y la riqueza como evidencia. Ideológicamente el puritanismo también se presenta en Francia y, junto con la experiencia parlamentaria inglesa, preparará el ascenso de la burguesía a través de los Estados Generales al poder.
Así entre 1660 y 1789 se desarrollarán en Europa y América una serie de revoluciones con las cuales se aparece la burguesía como una clase en ascenso frente a la nobleza feudal y permitió la aparición plena del sistema capitalista. Durante este periodo se sentaron las bases para la expansión de formas de propiedad y se cuestiona y en ocasiones derroca al régimen absolutista y da pie para la formación de un mercado tanto nacional como internacional, bajo una perspectiva diferente al mercantilismo y al modelo fisiócrata. En todos estos procesos el concepto de libertad es determinante en la expansión capitalista.
Si bien en Inglaterra la burguesía perfila uno de sus elementos políticos fundamentales, la lucha parlamentaria, será en América, concretamente en las colonias inglesas donde se instaure la primera república moderna.
• La independencia de las trece colonias inglesas. La complejidad social de las colonias inglesas en América implicó que desde sus orígenes presentaran dos tendencias: por una parte cada colonia debería funcionar como una entidad autónoma en lo político y económico local, lo cual a diferencia de la colonización española, fundamentalmente integradora, aisló a los europeos en el nuevo continente. Por otra parte, la dependencia de la metrópoli en lo político y jurídico fue una cohesión para las colonias. Es así que se enfrentan durante el siglo XVIII y el XVIII estas dos fuerzas, las cuales se manifestarán plenamente durante la guerra de independencia.
Es decir, desde hace mucho tiempo (cuando todavía eran colonias) este país se rige bajo unas medidas muy claras: sus propios intereses.
A finales de la Guerra de los Siete Años (conflicto ocurrido entre 1753 y 1763 para establecer el control sobre Silesia y la supremacía colonial en América del Norte e India, tomaron parte Prusia, Hannover y Gran Bretaña -y sus colonias americanas- por una parte y por otra Sajonia, Austria, Francia, Rusia, Suecia y España), Inglaterra intenta reformar el pacto colonial para de concentrar el poder de los monarcas británicos dentro del contexto del absolutismo, lo cual endureció las condiciones políticas de las colonias, las cuales disfrutaban de cierta autonomía.
El punto donde la Corona tuvo mayor injerencia fue en el fiscal: una serie de impuestos indirectos sobre los cultivos norteamericanos y otros como la Ley del Timbre, la Ley de la Melaza, aunado al establecimiento de tropas en las colonias dentro de los hogares norteamericanos fueron condiciones que mostraron en amplias capas de la población colonial la opresión del régimen. Poco a poco se generó una conciencia revolucionaria, la cual en un primer momento sólo aspiraba a separarse de la metrópoli, pero en un segundo momento implicó determinar una forma de gobierno: la república y en ella, para ser inclusivos con todas las colonias, la existencia de un pacto federal, lo cual llevó necesariamente a los problemas de la representación y división de poderes.
Es así que las ideas del liberalismo inglés y las formas racionales de la Ilustración francesa tienen en las Colonias británicas un campo fértil no sólo para la teoría política, sino principalmente para la práctica política.
La riqueza estaba desigualmente dividida: en el campo la tensión entre grandes hacendados y pequeños propietarios venia de antiguo; en la ciudad los grandes comerciantes se agrupaban en una elite social mientras veían el descontento de artesanos, obreros y marineros, estos conflictos fueron parte de la propia revolución y la dotaron de una reconocible participación campesina.
Thomas Paine, el teórico político y escritor que llegó a América del Norte en 1774, procedente de Inglaterra, publicó el folleto de 50 páginas intitulado Common Sense (Sentido común) en enero de 1776. En menos de tres meses se vendieron 100.000 ejemplares de ese folleto. Paine atacó la idea de la monarquía hereditaria y dijo que un hombre honrado era más valioso para la sociedad, que "todos los rufianes coronados que ha habido en la historia". Él propuso estas dos opciones: seguir estando sometidos a un rey tiránico y a un gobierno desgastado, o buscar la libertad y la felicidad como una república independiente y autosuficiente. Common Sense circuló en todas las colonias y ayudó a cristalizar el deseo de la independencia.
Sin embargo aún no se realizaba la tarea de obtener la aprobación de cada una de las colonias para una declaración formal. El 10 de mayo de 1776 -a un año de la fecha en que se reunió por vez primera el Segundo Congreso Continental- se aprobó una resolución en la cual se instaba a la separación. Ahora lo único que faltaba era una declaración formal. El 7 de junio Richard Henry Lee, de Virginia, presentó una resolución donde se declaraba "Que estas Colonias Unidas son y tienen el derecho de ser estados libres e independientes...". Un comité de cinco miembros encabezado por Thomas Jefferson, de Virginia, fue designado de inmediato para que elaborara una declaración formal.
La Declaración de Independencia, que en gran parte fue obra de Jefferson y se proclamó el 4 de julio de 1776, no sólo anunció el nacimiento de una nueva nación, sino también expuso una filosofía de la libertad humana que habría de llegar a ser una fuerza dinámica en el mundo entero. La Declaración se basa en la filosofía política de la Ilustración en Francia e Inglaterra, pero se destaca en ella una influencia en especial: el Second Treatise on Government (Segundo tratado de gobierno) de John Locke. Éste tomó algunas concepciones de los derechos tradicionales de los ingleses y las universalizó, al mostrarlos como los derechos naturales de toda la humanidad. En el conocido pasaje inicial se oye un eco de la teoría del contrato social de Locke como forma de gobierno:
Sostenemos que estas verdades son evidentes por sí mismas, que todos los hombres han sido creados iguales, que fueron dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables, entre los cuales se incluye el derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad. Que para dar cumplimiento a esos derechos, los hombres han instituido gobiernos, los cuales derivan sus justos poderes del consentimiento de los gobernados; que siempre que una forma cualquiera de gobierno llega a ser perjudicial para alcanzar esos fines, el pueblo tiene derecho de cambiarlo o abolirlo, y de instituir un nuevo gobierno, erigiendo sus cimientos sobre los principios, y organizando sus facultades en las formas que el pueblo juzgue más apropiadas para el logro de su seguridad y felicidad.
En la Declaración, Jefferson vinculó en forma directa los principios de Locke con la situación que imperaba en las colonias. Luchar a favor de la independencia de la Unión Americana era tanto como luchar por un gobierno basado en el consentimiento popular, que tomaría el lugar de un gobierno encabezado por un rey que se había "confabulado con otros para someternos a una jurisdicción que es ajena a nuestra constitución y no ha sido reconocida por nuestras leyes...". Sólo un gobierno popular podía garantizar los derechos naturales a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. De este modo, luchar por la independencia de la Unión Americana era luchar en nombre de los derechos naturales de uno mismo.
La consolidación de la independencia se logra hasta 1783 y el establecimiento de la primera república federal, con representación en un parlamento de tipo bicameral y una constitución inspirada en los principios del liberalismo inglés y la Ilustración francesa se convirtieron en el claro ejemplo del ascenso de la burguesía al poder como clase social. El desarrollo de los movimientos latinoamericanos estará estrechamente ligado a este proceso.
3.5. La revolución liberal-burguesa en Francia. Sus etapas. El imperio napoleónico.
• La revolución liberal burguesa en Francia. El principal movimiento revolucionario del siglo XVIII en el cual la burguesía mostró no sólo su capacidad para acabar con el orden feudal, sino también la construcción de un nuevo orden, con base en los principios racionales de la Ilustración y el liberalismo fue la Revolución Francesa.
A diferencia del movimiento revolucionario norteamericano, iniciado en 1776, en Francia existía un orden político profundamente arraigado en el absolutismo, el cual conocemos como Antiguo Régimen. Dicha condición implicó no sólo terminar con una forma de gobierno específico (la monarquía absoluta), sino también interactuar con otros sectores de la sociedad, convirtiéndose de esa manera en un movimiento no sólo político, sino en esencia social: La revolución no solo abolió el feudalismo (17 de julio de 1793) sino que en ella intervinieron campesinos y miembros de las clases populares, lo cual permitió la consolidación de amplios sectores del campesinado como propietarios plenos de las tierras, en ese sentido la revolución fue democrática.
En el aspecto ideológico, la Revolución Francesa se distingue también por promover una nueva visión del mundo: promovió un nuevo calendario (el cual no prosperó) y logró implantar el sistema métrico, promovió la ecuación de los ciudadanos y logró también la unificación lingüística.
• Etapas de la Revolución Francesa. La Asamblea Nacional Constituyente y la Asamblea Legislativa, 1789-1792. La Ilustración, con su idea de progreso y educación para todos los ciudadanos, unido a las libertades individuales (la libertad religiosa, por ejemplo), así como las ideas de igualdad (todos los hombres son libres e iguales por naturaleza)y gobierno de un pueblo surge por convenio de los ciudadanos son la base ideológica del movimiento en contra del régimen del monarca Luís XVI.
Los problemas financieros del Estado hicieron que Luís XVI enfrentara una crisis económica, la cual no podía resolverse mediante impuestos. Entonces encargo su solución a los Estados Generales (asamblea formada por representantes de la nobleza, el clero y el pueblo). Esta asamblea también fracasó. Los representantes del pueblo formaron aparte la Asamblea Nacional. El julio la corte de Luis XVI intento evitar las reuniones, pero esta fue la chispa que incendio Paris y provoco los sucesos del 14 de julio. La capital quedo en manos del pueblo, que protegía a la recién nacida Asamblea a través de la recién creada Guardia Nacional.
Las noticias de Paris intensificaron y difundieron al movimiento campesino que ya había empezado y que a su vez provocó una serie de revueltas municipales, en las cuales los campesinos destruyeron los registros locales en un intento de acabar con la opresión de los señores. Así en un primer momento la revolución iniciada en las ciudades por la burguesía se extendió al campo, bajo una alianza tácita en la cual no existieron acuerdos inmediatos.
La asamblea nacional buscó una salida política y la constitución de 1791 convirtió a Francia en una monarquía constitucional. Esta salida no satisfizo ni a la nobleza desplazada ni a los campesinos insurrectos, con lo cual, para agostos de 1792, el pueblo de París marcha hacia el palacio de las Tullerías, encarcelando al monarca y posteriormente condenándolo a muerte.
La primera Republica: entre la guerra y el terror, 1792-1794. En 1792, gobernada por la Convención Nacional, se proclama la República. Los diputados Girondinos (moderados) intentan frenar a los montañeses o Jacobinos (radicales) que apuestan por una republica social que regule la producción y frene la especulación y la inflación. Los Jacobinos están convencidos de que sin esas concesiones la guerra contra Austria y Prusia que había sido declarada en Abril de 1792 no podía ganarse: El apoyo popular es la única vía para convertir la guerra en nacional. El 21 de enero de 1793 Luis XVI es ejecutado. El 31 de mayo se produce un nuevo levantamiento de las secciones parisinas, los diputados Girondinos serán eliminados de la Convención.
Entre marzo de 1793 y marzo de 1794 se instaura en Francia un periodo llamado del Terror, donde su mayor expresión es la guillotina, va dirigido contra los sospechosos de frenar el asentamiento de la republica social, contra agiotistas y contra especuladores que aprovechan la situación para enriquecerse a costa de la miseria popular. Pero no solo la guillotina: a su lado, los decretos revolucionarios que obligan a la escolarización universal, que erradican la feudalidad y que promueven la libertad de cultos.
La reacción Termidoriana y el Directorio, 1794-1799. La Convención Nacional estuvo controlada hasta finales de 1794 por el grupo termidoriano que derrocó a Robespierre y puso fin al Terror. Se clausuraron los clubes jacobinos de toda Francia, fueron abolidos los tribunales revolucionarios y revocados varios decretos extremistas, incluido aquél por el cual el Estado fijaba los salarios y los precios de los productos.
Al estar los girondinos en control de la Convención el conservadurismo termidoriano cambió a un movimiento reaccionario. Durante la primavera de 1795, se produjeron en París varios tumultos, en los que el pueblo reclamaba alimentos. Las manifestaciones de protesta que se extendieron a otros lugares de Francia. Estas rebeliones fueron sofocadas y se adoptaron severas represalias contra los jacobinos y sans-culottes que los protagonizaron.
La guerra. Durante el invierno de 1794-1795, las fuerzas francesas dirigidas por el general Charles Pichegru invadieron los Países Bajos austriacos, ocuparon las Provincias Unidas instituyendo la República Bátava y vencieron a las tropas aliadas del Rin. Esta sucesión de derrotas provocó la desintegración de la coalición antifrancesa. Prusia y varios estados alemanes firmaron la paz con el gobierno francés en el Tratado de Basilea el 5 de abril de 1795; España se retiró de la guerra el 22 de julio, con lo que las únicas naciones que seguían en lucha con Francia eran Gran Bretaña, Cerdeña y Austria. El expansionismo y sus amenazas interiores y exteriores van fraguando una alianza, y el 18 de brumario de 1799 se da un Golpe de Estado. Uno de de los implicados es el general Napoleón Bonaparte es ahora cónsul de Francia. La primera republica queda atrás y la forma monárquica se recupera, pero su depositario es un hijo de la revolución.
• El imperio napoleónico. En 1803 Francia entra de nuevo en guerra con Inglaterra. El gran imperio con sus territorios anexionados fue tomando forma: en 1805 surgía el reino de Italia. Suiza, Holanda y Bélgica estaban subordinadas a Francia. Tras la campaña de 1806-1807 dieciocho príncipes alemanes se colocan bajo protección de Francia. En 1807 la Polonia Prusiana se transformo en el Gran Ducado de Varsovia. En 1808 José Bonaparte ocupa el trono vacante de España y Junot se encarga de Portugal.
En términos generales, el gobierno napoleónico destruyo las instituciones del Antiguo Régimen, abolió el régimen feudal, desamortizó diezmos, aplico los derechos de herencia y propiedad del Código Civil, otra idea innovadora del emperador.
En 1806 Federico Guillermo de Prusia pide que la burguesía liberal del país apoye la defensa de Prusia frente a Napoleón. En 1808 las tropas napoleónicas invaden España y se desencadena la guerra, pero también la revolución. José Bonaparte se convierte en el nuevo monarca y estallan diferentes formas de descontento popular. En 1808 se forma una junta central, que toma el poder, pero lo resigna poco después (1810) y convoca una consulta al país para la convocatoria de unas cortes que, a la postre, serán Constituyentes. En Cádiz a partir de septiembre de 1810 se impone la facción liberal, allí se lleva a cabo la revolución jurídica contra el feudalismo. La constitución de 1812 aglutina esta obra de destrucción de lo existente y construcción de un Estado-Nación de contenidos liberales y aspiraciones democráticas.
Colonias en América. Los criollos hispanoamericanos se harán eco de los argumentos expresados por las Juntas Españolas de 1808. La situación revolucionaria que vive España y el arranque de los procesos de independencia hispanoamericanos son dos caras de la misma moneda.
Baste recordar por ahora que los movimientos en Sudamérica y en México la revolución de Hidalgo, son consecuencias de la Ilustración y el Imperio.
Derrotado Napoleón en la batalla de Waterloo, en junio de 1815, sus vencedores se reunirán en el Congreso de Viena con objetivo de rehacer el mapa europeo tal como antes del proceso revolucionario francés. Eran conscientes que durante el imperio las insurrecciones populares habían adquirido un componente nacional, y por ende liberal. De lo que se trataba ahora era de recomponer el viejo sistema de estados en su configuración prerrevolucionaria.
De los Estados participantes del Congreso de Viena, la mayoría eran monarquías. El final del imperio implicó también la expansión del pensamiento conservador en oposición al liberal y se manifestó en el impulso a la revolución industrial, con movimientos de oposición en distintos países y permitirá entre 1815 y 1848 la integración de Estados-Nación modernos y la aparición de nuevas formas de la conciencia social, entre ellas, el socialismo.
3.6. La Revolución Industrial: el sistema fabril, primeras repercusiones sociales y surgimiento del movimiento obrero.
• «Revolución industrial es –según Phyllis Deane- un término generalmente aplicado al conjunto de cambios económicos implicados en la transformación de una economía preindustrial, de corte tradicional, caracterizada por una productividad baja y por tasas de crecimiento generalmente estancadas, en una fase moderna e industrializada del desarrollo económico donde el producto per cápita y el nivel de vida son relativamente altos, y el crecimiento económico es normalmente sostenido»
Ese conjunto de cambios se realizaron mediante la combinación de los siguientes elementos:
- En la organización económica, con el triunfo del capitalismo.
- En la estructura económica, con la producción de artículos suntuarios a gran escala, de los bienes de consumo a los de producción, y del campo a la ciudad.
- En la tecnología, con la introducción de innovaciones en los procesos de producción y distribución.
Así entendida, la Revolución Industrial arranca de la segunda mitad del siglo XVIII para el caso inglés, con unas fechas iniciales que se han fijado entre 1760 y 1780; y en el segundo tercio del siglo XIX para Estados Unidos, Francia, Bélgica y Alemania.
El Antiguo Régimen europeo tiene una orientación estática si se compara con el dinamismo que impuso la revolución. Se ha explicado el despegue europeo en comparación con otras civilizaciones centrándose en la evolución de los siglos previos a la revolución industrial, encontrándose que en el mundo occidental, a diferencia de otras culturas, la industrialización implicó no sólo el maquinismo, sino en una reestructuración de las formas de trabajo, pasando del taller artesanal a la fábrica como espacio de producción.
• Las primeras máquinas y el sistema fabril. El perfeccionamiento comenzó en la producción de tejidos cuando el mecánico Kay, en 1733, inventó la lanzadera. La lanzadera es un dispositivo especial que se usa para tramar. Antes de esta invención, el tejedor efectuaba la operación haciendo pasar la canilla ora a la derecha, ora a la izquierda. Para impulsar la lanzadera, basta con tirar de la palanca con el cordón. Esto acelera en alto grado el proceso y eleva el rendimiento del trabajo, exigiendo menos habilidad y experiencia, una calificación más baja que la utilización de la canilla corriente. Así se creó la maquina sumamente simple, por el momento, sin impulsión a vapor.
Las consecuencias de esta invención sumamente modesta a primera vista, fueron enormes. Se duplicó la cantidad de producción del tejedor. Pero lo principal consistía en que se quebrantara el equilibrio natural existente entre la producción de hilados y tejidos. Los hiladores no daban abasto en la producción de hilados para los tejedores que, gracias a la invención de Kay, comenzaron a trabajar con una rapidez doble de la anterior, mientras que los hiladores continuaban con el mismo rendimiento de trabajo. Surgió el “hambre de hilados” que demandaba insistentemente perfeccionamientos en la hilandería.
En 1738, J. Withe y Lewis Paul inventaron los rodillos de estirar, que sustituían a los dedos de hilados. A continuación, Higos construyó una máquina de hilar, que actuaba por la fuerza del agua, la llamada “water machine”, la invención de la que se apropió hábil y emprendedor barbero y relojero Arkwright.
Con la máquina de Arkwright se fabricaban hilos fuertes, pero muy gruesos. Con estos hilados sólo podían confeccionarse tejidos bastos. Por eso, a pesar del ascenso vertical de la productividad del trabajo, la competencia de los tejedores de la India, que producían tejidos de alta calidad, no disminuyó. Se precisaba una máquina para la producción de hilados finos.
Por fin, en 1765, la inventó el tejedor y mecánico Hargreaves, que la denominó “hiladora de Jenny” en honor de su hija. La “Jenny” proporcionaba un hilado fino, pero el mecanismo era excesivamente frágil. La máquina se movía a mano, pero en lugar de un huso, como la hiladora manual corriente, tenía 16 ó 18 husos que ponía en movimiento un solo hilador. Se obtuvo la posibilidad de producir muchos más hilados antes. Si hasta entonces por cada tejedor trabajaban tres hiladores y el hilado no bastaba, ahora se producía más del que podían utilizar los tejedores existentes. Se precisaron más tejedores, y su salario se elevó. El tejedor abandonó sus ocupaciones agrícolas y se dedicó exclusivamente a tejer. Poco a poco, el tejedor labriego fue desapareciendo y se convirtió en obrero tejedor, carente de toda propiedad y viviendo sólo de su jornal.
Con la aparición de las primeras máquinas, sumamente imperfectas, no sólo comenzó a desarrollarse el proletariado industrial, sino que se impulsó el surgimiento del proletariado rural.
El desarrollo de la industria, que se operó paralelamente a los cambios de la estructura social, no paró aquí. En 1799, un hilador, hijo del granjero Samuel Crompton, construyó una máquina que reunía los principios de las máquinas de Hargreaves y de Arkwright. Por ser una fusión de las dos invenciones precedentes, por su origen híbrido, recibió la denominación popular de mula. La máquina de Crompton proporcionaba un hilo fino y fuerte que servía para la producción de tejidos caros, en particular, de la muselina. Esta invención incrementó de súbito el rendimiento del trabajo a proporciones enormes, jámas vistas. Ahora, una máquina, manejada por una persona, tenía hasta 120.000 husos. Gracias a las invenciones en la producción de hilados, la cantidad de éstos aumentó varias veces. Los tejedores seguían trabajando a mano y resultaban incapaces de elaborar toda la masa de hilados que producían las fábricas. El “hambre del tejido” fue liquidada mediante la introducción del telar mecánico, inventado por el Rev. Cartwright de Kent (1785).
La utilización del telar de Cartwright incrementó cuarenta veces el rendimiento del trabajo. Enotras palabras: un obrero producía tanto como cuarenta tejedores a mano. Paulatinamente, el telar de Cartwright se fue perfeccionando y, por fin, terminó con el telar a mano, como antes la “Jenny” y la máquina mula liquidaron el hilado a mano.
Gracias a estas y a otras invenciones, el trabajo mecánico triunfó sobre el manual en las ramas principales de la industria inglesa. Los resultados no tardaron en aparecer. Por un lado, se produjo un rápido descenso de los precios de todos los artículos fabriles, un florecimiento del comercio y de la industria; se conquistaron nuevos mercados extranjeros, se incrementaron con rapidez los capitales y las riquezas nacionales. Por otro lado, se operó un rápido crecimiento cuantitativo del proletariado, los trabajadores perdieron toda seguridad en el salario, se hicieron más frecuentes los disturbios obreros.
La máquina de vapor. En 1765, el inventor inglés James Watt construyó un modelo de máquina de vapor. Cuatro años después, en 1769, construyó su primera máquina de vapor. El invento halló muy pronto aplicación en las empresas de Inglaterra. En 1780, en Birmingham funcionaban 11 máquinas de vapor, en Leeds 20, y en Manchester 32.
La invención de la máquina de vapor, fue el resultado de los conocimientos prácticos y científicos; sólo pudo efectuarla un hombre que, además de la habilidad práctica, contase con grandes conocimientos en la esfera de las ciencias exactas. La invención y la aplicación en gran escala de la máquina de vapor fue la base de la gran industria: las máquinas pudieron existir antes de la invención de la de vapor en la producción presentaba enormes dificultades: exigía la creación de una nueva rama de la industria con su personal y sus instalaciones.
La invención de la máquina de vapor, fue el resultado de los conocimientos prácticos empresas industriales. Antes todas las fábricas, impulsadas por la energía hidráulica, podían emplearse solamente a orillas de los ríos de corriente caudalosa y rápida, lejos de las ciudades, los mercados y las fuentes de materias primas. Ahora todo había cambiado. La máquina de vapor podía instalarse en cualquier lugar, donde pudiera obtenerse carbón mineral a precio asequible. El carbón mineral abundaba en toda Inglaterra. En adelante, las fábricas podían construirse cerca de los mercados, en los que era posible adquirir materia prima y vender los artículos, aproximarse a los grandes centros de población, en los que se reclutan los obreros. Las moles de los edificios fabriles se apretujaban unas con tras; en las grandes ciudades se formaron los suburbios obreros, sobre los que se ciernen constantemente las nubes de humo de los hornos de las máquinas de vapor.
La siderurgia y la minería. ¿Qué ocurrió? En el siglo XVIII, para convertir el mineral en fundición y ésta en hierro, se utilizaban exclusivamente la leña. Esto produjo la destrucción de enormes extensiones de bosque. El gobierno inglés tomó medidas de protección de los bosques del país, ya que precisaba madera para su cuantiosa flota. Y a fines del siglo XVIII se promulgó una ley que prohibía el emplazamiento de empresas siderúrgicas en las cercanías de Londres y a orillas del Támesis. La producción de metales descendió, pero la destrucción de los bosques proseguía. Los altos hornos continuaban devorando enormes cantidades de carbón de leña, que se volví cada vez más caro. Entre tanto, los riquísimos yacimientos de carbón mineral continuaban intactos.
La utilización del carbón de hulla como combustible se conocía desde tiempos remotos, pero no se había logrado utilizarlo para la fundición de hierro. La causa estribaba en que todavía no se había conseguido volver inofensivas las sustancias contenidas en la hulla (en especial, el azufre) y, como consecuencia, la fundición que se obtenía con el carbón mineral era inservible. Los técnicos ingleses trataban de hallar el procedimiento para emplear el carbón mineral en la siderurgia, pero sus intentos fracasaron, hasta que, en 1735, Abraham Derby, dueño de unas minas, obtuvo buenos resultados.
Las invenciones de Derby, Cort y Hunstman tuvieron una gran escala; además, sustituyeron el caro carbón vegetal, por el mineral. No sólo incrementaron la producción, sino que mejoraron en alto grado su calidad. Los primeros pasos de la Revolución Industrial en la siderurgia no condujeron a una situación decisiva del trabajo manual por la máquina. Pero el predominio del trabajo manual en las nuevas condiciones, duró poco; pronto aparecieron también las máquinas en esta rama de la industria.
Los cambios de los métodos de producción en la siderurgia no sólo transformaron esta rama de la industria sino ciudades y regiones enteras.
Como resultado, el hierro se abarató mucho y se diversificó su utilización. Los rieles de madera fueron sustituidos por los de hierro; en lugar de los fuelles de piel, aparecieron los metálicos; se construyeron depósitos de hierro para las fábricas de cerveza y las destilerías, tubos de hierro de todas las medidas, etc. En 1779 se construyó el primer puente de hierro, en 1796 el segundo, y en 1797 el tercero. En 1787, navegó por el río Severn el primer barco metálico, construido con planchas de hierro remachadas. En 1788, en una de las fábricas de Inglaterra se fabricaron alrededor de 9.000 metros de tuberías de fundición para el abastecimiento de aguas en París. Pero lo más importante fue la utilización del metal en la construcción de maquinarias.
De todas las nuevas aplicaciones del hierro, ésta fue la más importante. En las viejas máquinas la mayoría de las piezas eran de madera, a excepción de algunos resortes. La célebre máquina de hilar de Arkwright, por ejemplo, era toda de madera. Por eso, todas las máquinas tenían movimientos irregulares y su desgaste era muy rápido. El empleo del metal en gran escala permitió la construcción de laminadoras, tornos para la elaboración de metales y martillos hidráulicos. No cabe duda de que Watt no hubiera podido construir su primera máquina de vapor, si no le hubiesen proporcionado previamente cilindros metálicos de forma irreprochable, que inútilmente intentaron construir con los viejos métodos. A fines de la década del 80 del siglo XVIII, se construyeron, según diseños de Watt, nuevos molinos de vapor, cuyas piezas eran todas de metal.
Medios de comunicación. La etapa inicial de la revolución industrial está relacionada con la intensificación de la construcción de caminos. Sólo en el quinquenio de 1769 a 1774, el Parlamento votó más de 450 decretos sobre la construcción de nuevos caminos o mejoramientos de viejos. Con el mejoramiento de los caminos, la velocidad de las comunicaciones comerciales aumentó a más del doble. A partir de 1756 aparecieron las comunicaciones portales y de viajes regulares entre Londres y Edimburgo. Las bestias de carga fueron sustituidas en casi todas partes por las carreteras. Sin embargo, para la conducción de cargas luminosas y pesadas, el transporte terrestre continuaba siendo muy caro e incómodo. Surgió la idea de sustituir los caminos por las comunicaciones fluviales. La construcción de canales comenzó a principios de la segunda mitad del siglo XVIII. En unos 30 años, el país se cubrió de todo un sistema de canales, abiertos preferentemente en los condados del centro y del norte del país.
Todos los canales los construyeron particulares, dueños de grandes manufacturas o magnates de la industria. Pero la verdadera revolución en los medios de transporte está relacionada con la aplicación del vapor y la invención de la locomotora y el barco de vapor. En el primer cuarto del siglo XIX, los veleros comenzaron a ser sustituidos por los vapores, y las torpes y pesadas diligencias por los ferrocarriles.
El primer vapor se botó en 1807 en el río Hudson, en Norteamérica. Su inventor y constructor fue Robert Fulton. En Gran Bretaña, el primer vapor se construyó en 1811. en 1816 un vapor cruzó por primera vez el Canal de la Mancha. Tres años después, en 1819, el vapor norteamericano Savannah hizo el primer viaje entre el Nuevo y el Viejo Mundo, cruzando el Atlántico en 25 días, o sea en 6 días más que los barcos de vela. En 1842, el vapor inglés Drover realizó el primer viaje en derredor del mundo. Hasta entonces sólo los barcos de vela habían circundado el globo. En los primeros tiempos, la navegación de vapor fue más lenta que la de vela y resultaba más cara; muchos comerciantes y empresarios no querían utilizarla, pero los más sagaces no tardaron en darse cuenta de sus ventajas en un futuro próximo.
Todavía de mayor trascendencia fue la construcción de los ferrocarriles. En 1812, el mecánico inglés George Stephenson logró inventar la locomotora, elemento primordial del transporte ferroviario. La primera locomotora podía transportar 8 vagones con una carga de 30 toneladas, a una velocidad de 6 kilómetros por hora, es decir, mucho más lento que los caballos. 17 años después, en 1829, el propio Stephenson obtuvo un premio por su locomotora “Cohete” que podía desarrollar una velocidad hasta de 60 km. Por hora, sin carga, y de 25 km. Por hora con una carga de 38 toneladas. En 1830 se inaugura el primer ferrocarril, que comunicaba dos grandes centros industriales de Inglaterra: Liverpool y Manchester. En 1832 se inauguró en Francia el tráfico de viajeros entre Saint-Etiene y Ruán. En Alemania, el primer ferrocarril, entre Nuremberg y Furth, se construyó en 1835. Ese mismo año comenzó a funcionar el primer ferrocarril de Rusia, entre Petersburgo y Tsárskoie Selo. A partir de entonces se abre la era de los ferrocarriles en Europa y Estados Unidos.
Igualmente las premisas culturales tendrán un papel clave. Así sucede con el desarrollo de la técnica y las ciencias naturales, el materialismo inglés y francés, el método científico cartesiano y la creciente independencia de la ciencia con respecto a los dogmas religiosos. Las invenciones espectaculares de la Revolución Industrial no se comprenderían sin un previo análisis del desarrollo en el pensamiento filosófico, científico y tecnológico que va desde los siglos XVI y XVII, tal como hemos visto en el capítulo anterior.
• Repercusiones económicas, tecnológicas y político-sociales. Fueron numerosas las consecuencias de la Revolución Industrial, muchas de ellas palpables hasta nuestros días. En primer lugar destacan las económicas: la instauración definitiva del sistema capitalista como modo de producción dominante en todo el orbe, dado que se carácter mundial lo impulsó a poner bajo su dominio a nuevos territorios, al tiempo que consolidaba más aún su poder donde ya lo tenía. Así, la penetración económica en diferentes grados, y el colonialismo, serán el corolario más evidente de este carácter mundial del capitalismo.
Las invenciones técnicas concretas del siglo XIII: lanzadera, máquina de hilar, hiladora Jenny, fuerza del vapor, locomotoras y utilización del carbón mineral, se van a integrar en tres sectores claves de la economía, cuyas relaciones estrechas tendrán efectos múltiples en el resto de la estructura productiva, comercial y bancaria, y en el conjunto de la sociedad. Estos tres sectores son: la industria textil, la minería y la metalurgia, y la agricultura. También el comercio, los transportes y el sistema bancario sentirían y reflejarán en forma importante las innovaciones que forman la Revolución Industrial. La fábrica y la máquina, resumen, en su inicio y evolución, dicho proceso histórico, que por otro lado acarrea la concentración obrera en el lugar de trabajo, lo que confiere una fuerza colectiva especial a los asalariados.
La mayor concentración de capitales es otra consecuencia destacada del proceso que estudiamos, así como la producción en masa y la ampliación de los mercados internos y externos. La riqueza fluía en grandes volúmenes pero se concentraba en unas cuantas manos, dejando en la pobreza no sólo al obrero que es el principal productor de plusvalía, sino a la mayor parte de la población mundial: por ello, la miseria obrera es una de las principales consecuencias sociales del proceso de industrialización capitalista.
Con la Revolución Industrial crece la población en términos absolutos, así como en las propias ciudades (consecuencia de la emigración a éstas), provocando un sinnúmero de problemas: hacinamiento, malas condiciones sanitarias, aumento de la desocupación y por lo mismo mayor índice de prostitución y delincuencia en general. La explotación es generaliza y profundiza no sólo a los varones adultos sino sobre todo a mujeres y niños que representaban mano de obre más barata. Los obreros trabajaban jornadas amplísimas y vivían en condiciones de miseria y enfermedad absolutas.
Una consecuencia de orden político que es fundamental para entender aquella y esta época, son los movimientos obreros y el socialismo, ambos como legítima respuesta contra la explotación y las injusticias del capitalismo.
La invención y, posteriormente, la aplicación en gran escala de las máquinas tuvieron vastas consecuencias. Se incrementó en alto grado el rendimiento del trabajo y se redujo el costo de producción, lo que reportó un enorme crecimiento de las riquezas nacionales. La artesanía y la manufactura no pudieron ya competir con la gran fábrica capitalista y fueron desapareciendo paulatinamente. El modo de producción capitalista, que se formó en el seno del feudal, había vencido ahora a todas las formas de economía precapitalista, condenándola la ruina y el hundimiento irremisibles.
La industria ocupó una situación predominante. Se intensificó el dominio económico de la ciudad sobre el campo. Culminó el proceso de desaparición del campesinado inglés. Cambió radicalmente la estructura profesional de la población: a cuenta de la población agrícola se incrementó el número de personas ocupadas en las diferentes ramas de la industria. Aparecieron las grandes ciudades, que se convirtieron en centros industriales. Pero la consecuencia principal de la Revolución Industrial fue la aparición de las dos clases de la sociedad capitalista: la burguesía industrial y el proletariado fabril. El desarrollo impetuoso de la economía, suscitando por la Revolución Industrial, acarreó un incremento del lujo y riqueza de la burguesía, por una parte, y de la pobreza y la indigencia de las masas trabajadoras, por otra. La situación precaria de las masas trabajadoras empeoró con motivo de las crisis económicas, que acompañaban al rápido crecimiento de la producción capital.
Igualmente las premisas culturales tendrán un papel clave. Así sucede con el desarrollo de la técnica y las ciencias naturales, el materialismo inglés y francés, el método científico cartesiano y la creciente independencia de la ciencia con respecto a los dogmas religiosos. Las invenciones espectaculares de la Revolución Industrial no se comprenderían sin un previo análisis del desarrollo en el pensamiento filosófico, científico y tecnológico que va desde los siglos XVI y XVII, tal como hemos visto en el capítulo anterior.
• Surgimiento del movimiento obrero y el Sindicalismo. Todo cambia con el sistema capitalista. La introducción del maquinismo en el proceso de producción dio lugar al factory system, que empezó a implantarse a finales del siglo XVIII. Esta innovación en la manera de producir bienes implicó tanto una transformación técnica (división del trabajo) como de las relaciones sociales de producción (disociación entre patrono y obrero), de tal manera que ambos factores se interrelacionan únicamente a través del mercado de trabajo. Pues bien, el factory system, al disociar la titularidad de capital y trabajo, engendrará las causas del sindicalismo, por la discrepancia de interés entre patrono y obrero.
Mientras lo nuevo no se consolida y lo viejo no se acaba de desaparecer, esta realidad esquematizada se complica. La forma artesanal de producción de bienes hasta entonces preponderante y sólidamente anclada en la tradición gremial del Antiguo Régimen, al iniciar un vertiginoso declive que le conducirá a ocupar una posición marginal en el mercado, ocasionará protestas y pondrá en marcha mecanismos para defender los intereses de quienes ven amenazada la posición privilegiada que hasta entonces salvaguardaban las ordenanzas gremiales. Estas asociaciones de obreros cualificados del sector artesanal que surgen para defender unas condiciones sociolaborales privilegiadas que la implantación del liberalismo económico pone entredicho, constituye al antecedente más inmediato del sindicalismo obrero. La actuación de estas sociedades de defensa del corporativismo gremial fue como el canto del cisne. No podrán impedir lo que la dinámica del desarrollo económico capitalista hará inevitable.
Los sindicatos, definidos como asociaciones permanentes de trabajadores asalariados con la finalidad de defender sus intereses sociolaborales, aparecen por primera vez en el Reino Unido a finales del siglo XVIII bajo la forma de trade unions (sindicatos de oficio) en las nuevas industrias.
Este incidente sindicalismo, al promover plantes y paros en el trabajo (strike work) en apoyo de sus peticiones laborales, en un ambiente de protesta y agitación obrera en el sector textil, obtuvo una respuesta inmediata: el Parlamento prohibió legalmente desde 1799 las coaliciones obreras. Son las combination laws, que permitieron al gobierno intervenir administrativamente para impedir nuevas actuaciones en las manufacturas del algodón, sector pionero de la industrialización.
Ni la prohibición legal, que materializo en una represión gubernativa selectiva para ser eficaz, que llevó a los dirigentes sindicales a la cárcel, ni la actitud de los tribunales de justicia, que al aplicar el Common Law tenia una gran capacidad para resucitar la sociedad medieval, fueron suficientes para impedir el desarrollo del sindicalismo. El celo antisindical de los jueces era incluso mayor que le del gobierno. En 1818 aplicaron a una coalición de hiladores de algodón que reivindicaba un modesto aumento salarial, una disposición legal del siglo XIV sobre conspiraciones y revoltosos, lo que le costo a los cabecillas una condena de dos años de cárcel. Esta postura judicial persisto, incluso, después de la despenalización del asociacionismo.
En esta etapa de prohibición y represión, que se prolonga hasta 1824, los sindicatos de oficio se gestan y desarrollan en la clandestinidad, únicamente posible por el principio de fidelidad inquebrantable de todos los miembros, cuya incorporación se realiza por un acto solemne y pintoresco que sella simbólicamente el juramento de secreto y obediencia.
3.7 Ciencia, cultura, arte y vida cotidiana.
• Ciencia. Durante esta etapa la obra científica tiene una expresión moderna debido a las aportaciones de Galileo Galilei, quien en sus experimentos usó el telescopio, el microscopio y el termómetro.
Otro científico que usa métodos objetivos es el físico Torricelli quien incorporó para verificar sus experimentos el barómetro.
El uso del péndulo se usa en el reloj, y esto es parte del resultado de los trabajos de Chistian Huygens. Las aportaciones de Robert Boiler y de Otto von Guericke complementan los trabajos científicos realizados en la Física y la Química.
Existen dos grandes autores que son la expresión de la ciencia del siglo XVII y nos referimos a Isaac Newton (A toda acción corresponde una reacción de igual intensidad y en sentido contrario), y René Descartes quien aportó la parte filosófica para explicar los procesos vitales en la Física y la Química.
Finalmente otros autores relevantes son: Michael Faraday, James Clerk Maxwel y James Prescott Joule.
• Cultura. Para muchos se considera esta etapa como la edad moderna que tiene tres momentos importantes: el fin del renacimiento; la reforma y el nacimiento de los estados europeos; y la ilustración, modernización y revoluciones.
El Renacimiento es renacer en todas las dimensiones artísticas, la arquitectura, la escultura, el teatro, la pintura y se ubica en Europa, siendo Francia, Italia, España y Alemania quienes aportan grandes obras artísticas. Hablar de este período es referirse a todo aquello que impactó y que sigue haciéndolo, como la obra pictórica de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina y las esculturas y pinturas de Leonardo Da Vinci.
La Reforma Protestante está acompañada de la cultura cortesana, de la formación del Estado, de las ideas cuestionadoras de Martín Lutero, de la ruptura con Roma de las nuevas iglesias; del Estado teocrático calvinista que representa el espíritu del capitalismo; de la división dibujada entre el Estado y la Religión. Todo lo anterior tiene un efecto que se condensa en la Contrarreforma Católica. La concepción de la tierra, del universo y de la sociedad son cambiantes, siendo en ese sentido las aportaciones de científicos como Copérnico que abren un nuevo horizonte.
La Ilustración, la modernización y las revoluciones liberales son resultado de los anteriores procesos. En Francia aparecen escritores e intelectuales que reflexionan y escriben sobre el concepto de Ilustración y el saber humano; en su forma política, la Ilustración se expresa en la forma del Despotismo Ilustrado, con monarcas como Federico el Grande de Prusia, o Catalina de Rusia, impactando la vida intelectual de Suecia y Polonia, entre otros países del Norte y Este de Europa. Así mismo aparece el laicismo, es decir, la separación de poderes entre la Iglesia y el Estado, perfilada en Bodino y Hobbes, pero manifiesta claramente en Voltaire, Diderot o los Padres Fundadores norteamericanos. Los efectos sobre los movimientos de independencia coloniales son directos: recordemos que la Constitución hecha en Estados Unidos en el último tercio del siglo XVIII es influyente para la lucha de Hidalgo en México. La Revolución Francesa instala la Asamblea Nacional, la toma de la Bastilla, la aparición de la guillotina y su aplicación al rey hecho prisionero; son tan sólo una parte de esta historia inscrita en la cultura; la otra son la Constitución de 1790, la Asamblea Constituyente, la radicalización, la Convención Nacional y sus repercusiones, y el golpe de Estado de Napoleón.
• Arte. Pintura. Uno de los ejes fundamentales es la expresión artística es la pintura y a principios del siglo XVI aparece un joven pintor que bien poco se sabe: Giorgio Barbarelli. Este autor en su pintura “Tres filósofos”, presenta una continua alteración de colores, pincelada por pincelada, de claros y oscuros; las líneas brillan ya por su ausencia y los colores se funden en un tejido único con relación de intensidad de colores. Este autor aporta lo que será la pintura tonal y será de gran influencia para los pintores del siglo XVII y XVIII.
En la música grandes compositores que impactan a la sociedad, tal es el caso de Claudio Monteverdi impulsor del teatro cantado: la ópera; Johann Sebastian Bach, autor de las fugas; Georg Friedrich Haendel, autor de El Mesías; Antonio Vivaldi, autor de las cuatro estaciones; Henri Pourcell autor de la ópera del Rey Arturo; Jean-Baptiste Lugy autor de diversas óperas francesas (se recomienda ver la película Farinelli); Volfgan Amadeus Mozart autor de la Flauta Mágica; Ludving van Bethoven autor de la Novena sinfonía.
Literatura. Una de las fundamentaciones de la moderna ciencia histórica está basada en el libro Principios de una ciencia nueva acerca de la naturaleza común de las naciones del autor italiano Giambattista Vico, donde establece un paralelismo entre los ciclos individuales y los históricos, comparando las etapas de la juventud, madurez y vejez entre los individuos y la cultura.
Otro autor importante es Albrecht von Haller quien en 1732 escribió su libro de poemas Los Alpes, donde descubre lo sublime de la magia de las montañas.
En los enciclopedistas el autor Diderot y D’Alembert escriben La Enciclopedia, obra cumbre de la Ilustración, que junto con Francois Marie Arouet de Voltaire y su obra Ensayo sobre las Costumbres, son los textos claves para entender la Ilustración Francesa.
Johann Joachin Winckelmann sintetiza la grandeza del arte griego y de otras expresiones en su libro Historia del arte entre los antiguos.
Otros autores importantes son: Johan Gottfried Herder, Tratado sobre el origen del lenguaje; Immanuel Kant, Critica de la razón pura; Edmund Burke, Reflexiones de la revolución en Francia; Thomas Paine, Los derechos del hombre; y Mary Wollstonecraft, la compañera del filósofo Gorwin y madre de la escritora Mary Shelley (autora de la novela Frankenstein), reivindica la igualdad de la pareja en su libro La reivindicación de los derechos de la mujer.
• Vida cotidiana. En este espacio histórico aumentaron los ritmos de crecimiento demográfico, acompañados de crisis, reconversiones y expansión. La explotación agropecuaria familiar y autosuficiente empezó a ser cercada. El crecimiento del número de habitantes en las casas fue un efecto de las migraciones. En el siglo XVI se introduce el maíz a Europa, intensificando el cultivo. Los nuevos caseros encontraron en las habitaciones y los hostales una manera de obtener dinero.
Estos cambios arrojan nuevos experimentos en la vida cotidiana. La arquitectura permite edificaciones, las casas y edificios con segundos pisos en el campo tienen un objetivo el secado del maíz y paralelamente protegerse ante las inclemencias del tiempo.
Por otro lado los viajes constantes a Europa saliendo de la península Ibérica, y de otros puertos, van creando las condiciones para que tanto las propuestas culturales, artísticas, de vida cotidiana y científicas, viajen a través de los barcos y lleguen a nuevos mundos, lo que significó que no era sólo lo que se llevaba, sino también lo que se traía, por ejemplo el cacao producido en América tuvo un gran impacto en los diversos usos gastronómicos en Europa.
La aparición de los piratas, de los corsarios, la búsqueda de tesoros, instalan el vandalismo, se hacen famosos Barba Roja, Sir Francis Drake, y esto se puede observar en escritos donde idealizan a los grandes forajidos, surgiendo canciones, cuentos, historias y las novelas de Salgari y Stevenson en el siglo XIX.
Otra parte importante de este rompecabezas es la sexualidad y las relaciones matrimoniales. La institución matrimonial se hará legítima tras el Concilio de Trento, donde se establece el sacramento matrimonial, esto representa un triunfo de una moral cristiana porque permite castigar las relaciones fuera o antes del matrimonio. Aquí se establece que la unión heterosexual se tiene que hacer ante el párroco y los testigos. La edad de las mujeres al casarse era temprana, entre los 16 y 22 años, si alguna mujer llegaba a los 28 años sin casarse se decía que se quedó para vestir santos. Las formas sexuales fuera de los matrimonios se daban a través de las prostitutas, las viudas, las violaciones, La infidelidad se llevaba a cabo cuando alguna mujer casada estaba en el periodo de la lactancia, otra manera es la seducción y el abandono. El aborto se castigaba y se practicaba usándose ganchos que ponían en riesgo la vida de las mujeres. Los hijos ilegítimos, eran el resultado del abandono de las madres y pocas veces los llamados bastardos recibían apoyo del padre. El machismo se manifestaba por la preferencia de los padres a tener hijos varones.
La vestimenta contrastaba entre las clase sociales. Las telas mejor bordadas y acabadas las usaban los poderosos y las más sencillas los campesinos y trabajadores de la ciudad. En la iglesia los adornos para oficiar misa se hacían con bordados dorados en túnicas blancas y sobre ellas cruces rojas. Igual pasaba con la comida que adquiere una gran elaboración para los nobles, los burgueses y la iglesia, ante los panes, vinos y quesos de poca calidad. Se recomienda para este tema ver la película Vatel.
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INTRODUCCIÓN TEMÁTICA DE LA UNIDAD IV: AUGE DEL CAPITALISMO DE LIBRE COMPETENCIA Y PRESENCIA DEL MOVIMIENTO OBRERO
(SIGLO XIX HASTA 1873)
4.1. Liberalismo político y liberalismo económico. Características del capitalismo industrial de libre competencia.
• Los principios fundamentales del liberalismo político tienen su origen en las grandes obras de los teóricos de los siglos XVII y XVIII: John Locke, Montesquieu y Juan Jacobo Rousseau. Estas ideas políticas fueron puestas a pruebas a través de las revoluciones en América del Norte y en Francia; más tarde en los movimientos de orientación liberal que se propagan por Europa, América Latina y el Caribe desde principios del siglo XIX, que se definen por su defensa del liberalismo frente al absolutismo de las monarquías del Antiguo Régimen.
Estos principios consisten en: la sustitución del concepto de súbdito por el de ciudadano, que se convierte en el sujeto de derechos inalienables; en la abolición de las libertades particulares de gremios y corporaciones en favor del concepto universal de libertad, que se aplica en el ámbito económico y político, a través del laissez faire-laissez passer (“dejar hacer, dejar pasar”), y en la defensa de los derechos de propiedad; en la sustitución del origen divino de la soberanía para radicarla en la nación o en el pueblo, en su versión más radical y democrática.
El liberalismo se manifiesta también en una nueva organización de la vida política a través de la creación de los Estados nacionales, el equilibrio de los poderes, la regulación de la participación ciudadana mediante partidos políticos y sistemas electorales. El Estado se convierte en el titular de la soberanía nacional y en la instancia que dispone las facultades para ejercer la dominación política, con la violencia si es necesaria.
Para el liberalismo, libertad quiere decir el derecho de cada uno a no ser sometido más que a las leyes, a no ser encarcelado, muerto ni maltratado; el derecho de cada uno a externar su opinión, de elegir su oficio y ejercerlo, de disponer y hasta de abusar de su propiedad; el derecho de reunirse con otras personas y de influir en la administración, nombrando a los funcionarios o a través de peticiones. El derecho burgués es el derecho de propiedad, porque sin ese derecho no se puede llegar a ser un verdadero ciudadano.
• La doctrina que interpretó y defendió los intereses del capitalismo industrial de libre empresa fue el liberalismo económico, siendo sus teóricos más destacados los economistas ingleses: Adam Smith (1723-1790), autor de Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (1776), considerado como el fundador de la ciencia económica, y David Ricardo (1772-1823), autor de Economía política y tributación (1817), los representantes más importantes de la escuela clásica de la economía, sentaron las bases teóricas del llamado liberalismo económico.
Adam Smith explicó la relación del individuo con el Estado y las funciones adecuadas de éste en relación con sus miembros; explicó cómo el gobierno divino del universo actúa sobre nuestros problemas políticos y económicos inmediatos. Según él, el egoísmo, es decir, la persecución del interés individual, empuja a los hombres a la acción. Cada individuo no intenta promover el bienestar público ni sabe cuánto está contribuyendo a ello, sólo busca su propio beneficio; está conducido por una “mano invisible” que promueve un objetivo que no entra en sus propósitos. No recurrimos a la bondad o compasión de los hombres, sino a su egoísmo, y jamás les hablamos de nuestras necesidades, sino de las ventajas que ellos sacarán. Estos móviles egoístas de los individuos transformados por la acción mutua entre ellos mismos producen la “armonía social”, el “mundo maravilloso” de la libertad.
¿Cómo se logra esta armonía social, esta cooperación voluntaria? A través de la libertad económica, tesis fundamental del liberalismo económico, que empuja a la sociedad hacia la multiplicación de las riquezas y de bienes. El orden económico se realiza en forma espontánea y mecánica por medio del libre juego de las fuerzas económicas. El mercado es el punto culminante de esta libertad económica. Las leyes del mercado (“mano invisible”), conduce a los intereses privados y a las pasiones de los hombres hacia lo que es más conveniente a los intereses de toda la sociedad. El mecanismo regulador que evita o limita el egoísmo (que los individuos exijan más de lo justo) es la competencia, que cuida que la sociedad se vea provista de una manera ordenada de aquellos elementos para satisfacer sus necesidades. El mercado regula precios, cantidades de mercancías y los ingresos (ganancias, interés, rentas y salarios) de quienes “cooperan voluntariamente” en la producción de bienes y servicios que permitan satisfacer las necesidades de la sociedad. A través de la competencia se establecen los precios y los ingresos justos.
La libertad económica consiste en la facultad de escoger la manera en que vamos a utilizar nuestros ingresos (gastar o ahorrar); cómo utilizar los recursos que poseemos de acuerdo a los valores predominantes; libertad para “elegir” un empleo, para comprar o vender; libertad para hacer negocios y para ser dueños de propiedades.
Todo individuo es “racional”, por tanto, cualquier sistema tutelar organizado por el poder es perjudicial, porque distorsiona esta “racionalidad natural”. La divisa del liberalismo económico es “dejad solo al mercado” (laissez faire, laissez passer); quería decir libertad para producir y libertad para comerciar, sin traba alguna por parte de los gobiernos. La interferencia gubernamental es innecesaria e indeseable. El hombre económico (homo oeconomicus) conoce mejor sus propios intereses que cualquier institución. Se opone a las leyes del gobierno que protejan a la industria contra la competencia, y a que el gobierno realice “gastos improductivos”.
¿Cuál es el papel del Estado, según el liberalismo económico? Asumir el papel de Estado gendarme:
a) Encargarse de la defensa exterior y del mantenimiento del orden interior;
b) Proteger a los individuos frente a la coacción física mediante una exacta administración de justicia (por ejemplo, proteger la propiedad privada).
c) La obligación de realizar y conservar determinadas obras e instituciones públicas, cuya realización y mantenimiento no pueden ser nunca de interés para un individuo particular o para un pequeño número de individuos.
Carlos Marx en su análisis del sistema capitalista criticó los principios teóricos de la escuela clásica de la economía.
• El proceso de industrialización que experimentó Europa, durante los dos primeros tercios del siglo XIX, tuvo sus raíces en la Primera Revolución Industrial, iniciada en Inglaterra a fines del siglo XVIII. Una de las grandes consecuencias económicas de esta revolución fue el desarrollo del capitalismo industrial de libre competencia o de libre empresa, que se caracteriza por la producción generalizada de mercancías dirigida hacia el mercado y la transformación del productor directo en una simple mercancía que se usa y se explota, al ser despojado de sus medios de producción; además es una tremenda lucha entre la burguesía industrial por producir más a bajo costo y asegurarse el control de los mercados.
El nuevo imperio de las máquinas determinó una transformación radical en la manera de aplicar el trabajo del hombre al proceso industrial. Surgió una nueva organización en la producción de mercancías: el sistema fabril. La fábrica es la unidad de producción típica en la fase industrial del capitalismo, es una consecuencia lógica del progreso técnico. En la fábrica culmina el proceso de separación del trabajador del control de la producción; el obrero se supedita al ritmo que le impone la máquina y pierde el control sobre el proceso de trabajo, es decir, se transforma en un simple apéndice de la máquina. El trabajador se ve sometido a la nueva disciplina fabril mediante el control de su tiempo y de su capacidad; su actividad es supervisada, vigilada y reglamentada. El control lo asume su patrón, el capitalista.
Una de las características sobresalientes del capitalismo y que constituye al mismo tiempo una de sus leyes medulares que rigen el funcionamiento de este sistema económico es la plusvalía o plusvalor. Es la forma que asume la explotación del proletariado industrial y agrícola por los capitalistas. Consiste en el tiempo de trabajo no remunerado (pagado) al obrero; ello equivale a no pagar a éste una parte del nuevo valor que genera en la elaboración de mercancías durante una determinada jornada de trabajo; la parte no retribuida del trabajo del obrero se la apropia el capitalista en calidad de ganancia, convirtiéndose en dinero al momento de la venta o realización de las mercancías.
Apoyándose en la doctrina del liberalismo económico, las naciones industrializadas defendieron la libertad de comercio en contra de las barreras aduanales de los países menos industrializados: pretendían, mediante la libre competencia, apoderarse del mercado mundial.
4.2. La restauración aristocrática y la Santa Alianza. Las revoluciones y los movimientos nacionalistas (1820,1830 y 1848). Las unificaciones de Italia y de Alemania.
• La restauración aristocrática y la Santa Alianza. La Revolución Francesa y el Imperio napoleónico causaron una honda conmoción política en toda Europa hacia el final del siglo XVIII y el inicio del XIX, desatando vigorosos movimientos revolucionarios, liberales y nacionalistas que llevaron a la crisis del llamado Antiguo Régimen y al debilitamiento de las clases aristocráticas. Los burgueses y los trabajadores de diversos países veían en la Revolución Francesa un ejemplo que impulsaba sus propias luchas en favor de un nuevo orden social.
Ante tal situación, las viejas clases privilegiadas, principalmente la aristocracia terrateniente y los altos jerarcas eclesiásticos de Austria, Prusia, Rusia y otras monarquías, pero también la burguesía inglesa temerosa del expansivo capitalismo francés, unificaron sus esfuerzos para derrotar a las tropas de Napoleón Bonaparte. Una vez logrado esto, procedieron a organizar el Congreso de Viena (1814-1815), donde habrían de discutir qué hacer ante los múltiples problemas ocasionados por el proceso revolucionario.
Uno de los objetivos claves de tal Congreso fue redistribuir los territorios europeos para delimitar las áreas de poder y lograr la estabilización política entre las potencias. Después de algunos forcejeos que amenazaron con hacer fracasar la asamblea, la integración de una alianza entre Austria, Francia e Inglaterra, más las hábiles maniobras de Metternich, el canciller austriaco, lograron la firma de importantes acuerdos.
Pero además, como también se trataba de frenar a las fuerzas que buscaban el cambio histórico, los congresistas de Viena decidieron crear la llamada Santa Alianza, organismo al que se sumaron la gran mayoría de los gobiernos europeos y cuya pretensión era restaurar, al menos en parte, el Antiguo Régimen fracturado por la Revolución.
Los instrumentos para lograr tal finalidad eran, además de la vigilancia severa y la represión policíaca o militar, la imposición de una ideología contraria a la democracia, las libertades personales y la igualdad legal, favorable, por lo tanto, al absolutismo monárquico, la intolerancia religiosa y los privilegios aristocráticos. Así, los movimientos políticos que pretendían abrirle cauce a los derechos de las mayorías o favorecer la liberación de los pueblos contra los Estados imperiales fueron atacados violentamente. Pero como fue imposible restaurar el orden anterior en su conjunto, tampoco las clases reaccionarias pudieron contener los movimientos progresistas que se iban multiplicando por toda Europa.
Tómese en cuenta, además, que si las clases privilegiadas pretendían retroceder en los terrenos político y cultural, en el transfondo de las sociedades europeas el capitalismo industrial iba avanzando y destruyendo las viejas instituciones económicas, haciendo imposible una auténtica restauración del Antiguo Régimen.
• Las revoluciones y los movimientos nacionalistas (1820, 1830 y 1848). Que sería imposible el pleno resurgimiento del orden aristocrático, lo prueban los levantamientos revolucionarios desencadenados a partir de 1820, comenzando por el español, cuyo triunfo llevó al reestablecimiento de la Constitución liberal de Cádiz e, indirectamente, a la Consumación de la Independencia mexicana al año siguiente.
Similar caso se presentó en Portugal, donde un alzamiento militar condujo a la formación de una asamblea constituyente e hizo que el monarca quedara obligado a firmar el Estatuto de 1822, basado en planteamientos del liberalismo. Hubo también acciones rebeldes en Italia, donde las aspiraciones liberales se conjugaron con los propósitos de obtener la liberación de los territorios sometidos al Imperio austriaco y de avanzar hacia la integración nacional.
La guerra de Independencia griega, iniciada en 1821 contra el Imperio turco, tenía también una fuerte influencia del liberalismo, y fue punto de fricción y debilitamiento para la Santa Alianza. El gobierno ruso decidió apoyar la lucha independentista para disminuir el poder de Turquía, mientras que el gobierno austriaco se opuso a la insurgencia griega por el temor de que su posible triunfo robusteciera a las corrientes liberales y nacionalistas que se diseminaban en sus dominios imperiales.
En Francia, Rusia y otros países europeos surgieron asimismo sublevaciones o intentos de rebelión con características semejantes, contribuyendo a frustrar el resurgimiento de viejo orden, mismo que, no obstante sus esfuerzos represivos, enfrentaría un nuevo ciclo revolucionario a partir de 1830.
Después de que Napoleón fuera vencido se restauró en Francia la dinastía borbónica, y el rey Luis XVIII llevó a cabo una política moderada para lograr la pacificación del país y favorecer su resurgimiento económico, razón por la cual se dejaron en pie algunos de los logros revolucionarios (por ejemplos: el reparto de tierras entre los campesinos y el derecho de participar en la elección para diputados). Sin embargo, cuando el monarca murió, su sucesor Carlos X, apoyándose en los sectores más reaccionarios de la Iglesia y de la aristocracia, pretendió acabar con las conquistas revolucionarias y regresar al sistema absolutista de gobierno, ocasionando la rebelión de los burgueses y los trabajadores en julio de 1830.
El alzamiento resultó triunfante, pero el sector más activo de la burguesía -los banqueros- maniobró con eficacia, no sólo para quitarle el poder a los Borbones y dárselo a la Casa de Orleáns, sino para despojar al pueblo de su triunfo y colocarse en posición dominante.
Los hechos ocurridos en Francia tuvieron fuertes repercusiones en otros países europeos (Alemania, Italia, España, Bélgica, Polonia, etc.), favoreciendo, en diferente medida, a las fuerzas políticas que buscaban mayores libertades sociales y nacionales frente al predominio de las viejas monarquías, con lo cual el proyecto de la Restauración siguió debilitándose irremediablemente.
Pero sin duda, fueron las revoluciones de 1848 las que con más vigor aceleraron la descomposición del Antiguo Régimen. Veamos algunos de sus aspectos relevantes.
Después de los acontecimientos de 1830 el capitalismo francés había progresado considerablemente. Sin embargo, para 1847 ocurrió una crisis económica internacional que llevó al cierre de muchas empresas, empeorando las ya de por sí difíciles condiciones de vida que soportaban los obreros industriales. Junto con lo anterior, el hambre se extendió entre las clases trabajadoras del campo y la ciudad, como consecuencia de las malas cosechas de granos y el consecuente encarecimiento de los alimentos básicos.
Además, la burguesía industrial, golpeada por la crisis, reclamó al monarca Luis Felipe de Orleáns que dejara de privilegiar a los banqueros y ampliara las libertades democráticas a través de una reforma electoral, objetivo que también perseguían los sectores medios y los trabajadores a través de sus organizaciones liberales o socialista utópicas.
El gobierno orleanista se negó a reformar las leyes electorales, y ello desencadenó una movilización tan fuerte que la represión no pudo contenerla. Luis Felipe perdió el poder y huyó del país, estableciéndose un Gobierno Provisional dominado por burgueses, pero donde también había algunos representantes de los trabajadores.
La revolución había triunfado en principio y algunos de sus principales efectos fueron: la eliminación del régimen monárquico, el establecimiento de la República y la convocatoria una Asamblea para elaborar nuevas leyes constitucionales.
Pero los trabajadores, urgidos por el desempleo y la miseria, exigían cambios rápidos y con nuevas movilizaciones obligaron a que las autoridades organizaran los talleres nacionales donde obtendrían empleos. El gobierno, por su parte, argumentó que dados los altos costos de los talleres era necesario elevar los impuestos de los campesinos, logrando con ésta y otras maniobras que la mayoría de los diputados de la Asamblea Constituyente se pusiera a favor de la burguesía.
Ya con esta ventaja y con el propósito de adelantarse al posible riesgo de una nueva insurrección obrera, esta vez de más clara intención socialista, la burguesía lanzó una provocación: cerró los talleres y se preparó para vencer en las calles de París a los obreros indignados. Así ocurrió en efecto, pues no obstante que los trabajadores de París lucharon con gran valor durante varios días, finalmente fueron vencidos por las tropas gubernamentales.
Los hechos revolucionarios franceses regaron otra vez su influencia por varios países europeos, sobre todo Austria, Alemania e Italia, originando movilizaciones donde confluyeron los propósitos liberales, nacionalistas y revolucionarios, con el común denominador de impedir el restablecimiento del absolutismo y otras instituciones del viejo orden aristocrático. Así mismo, de modo semejante al caso francés, los burgueses trataron de colocarse al frente de tales movilizaciones, aunque a veces su escasa fuerza los obligó a buscar alianzas con algunos sectores de la aristocracia.
Las revoluciones de 1848 entonces, fueron colocando frente a frente a las dos clases principales del capitalismo industrial: los burgueses y los proletarios; en tanto que las viejas clases aristocráticas, fuertes aún en varios países, serían gradualmente marginadas del escenario histórico principal.
• Las unificaciones de Italia y Alemania. Hasta mediados del siglo XIX, Italia no era una nación unificada sino dividida en varios Estados con visibles residuos del feudalismo. La revolución de 1848 había buscado liberar los territorios del norte dominados por Austria y la integración de todos los Estados italianos, pero había fracasado en el intento. Hacia 1860 el movimiento unificador se reavivó bajo el liderazgo de Victor Manuel, rey de Piamonte-Cerdeña, y representante de los terratenientes y los burgueses.
Cavour, ministro del mencionado rey, consiguió el apoyo de Francia y en 1859 Austria perdió el control de Lombardía, Estado que se unió a Piamonte. Con este triunfo el proyecto de unificación fue alcanzando mayores adeptos, circunstancia que se reforzó cuando Garibaldi, héroe popular desde 1848, obtuvo el respaldo de miles de campesinos sureños. El reto para la monarquía italiana era ahora aprovechar su creciente base campesina, pero tratando de impedir que esta fuerza creciera hasta convertirse en una revolución.
Para 1861, luego de diversos motines y de nuevas victorias de las tropas piamontinas, Módena, Parma, Toscana y Sicilia se unieron al Reino de Italia, quedando sólo Venecia y Roma como Estados no unificados, el primero bajo control austriaco, el segundo gobernado por el Papa.
En 1868, el gobierno italiano obtuvo Venecia, gracias al apoyo que brindó a los prusianos en su guerra contra Austria. En 1870, cuando Prusia venció a Francia, protectora de Roma, los Estados pontificios fueron integrados al Reino de Italia, consumándose la unificación bajo un liderazgo aristocrático-burgués.
Respecto a Alemania, la aristocracia terrateniente (junker) había logrado derrotar a la insurrección popular de 1848, pero si bien pretendía conservar algunas instituciones del Antiguo Régimen, también buscaba impulsar el desarrollo capitalista para crear una nación capaz de competir contra Inglaterra y Francia. Así, el Estado prusiano, con el rey Guillermo I y su canciller Bismarck a la cabeza, no sólo refrendó su carácter como defensor de la clase terrateniente, sino también se convirtió en sostén de la impetuosa burguesía alemana, deseosa de alcanzar la unificación nacional.
En 1866, Prusia derrotó a los austriacos y se reafirmó como el Estado líder en el proceso de la integración alemana, dándose a la tarea de someter a varios Estados para fundar la Confederación Germánica del Norte, mientras preparaba la guerra contra Francia. Los Estados alemanes del sur no se adhirieron a Prusia, pero se comprometieron a reconocer a Guillermo I como general de todos los Estados germanos en caso de estallar la guerra contra los franceses.
Aprovechando como pretexto un conflicto político menor, Bismarck provocó la guerra contra Francia en 1870, y al año siguiente los alemanes, con sorprendente empuje, obtuvieron una gran victoria, cuyo resultado lógico fue la unificación política bajo el dominio del Estado prusiano: los junker y los industriales tenían el camino libre para acelerar el avance del capitalismo alemán.
4.3. El socialismo utópico, el socialismo científico y el anarquismo. La organización de la clase obrera y la Comuna de París (1871).
• La moderna sociedad burguesa no abolió las contradicciones de clase, sustituyó las viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las viejas formas de lucha por otras nuevas. En lugar de la explotación velada por ilusiones religiosas y políticas, estableció una explotación abierta, descarada, directa y brutal. Desde el momento mismo en que nació, la burguesía llevaba en sus entrañas a su propia antítesis, pues los capitalistas no pueden existir sin obreros asalariados.
El desarrollo del capitalismo industrial tuvo importantes consecuencias sociales: bajos salarios, explotación de mujeres y niños, jornadas laborales de 16 y 18 horas, insalubridad y enfermedades, condiciones inhumanas de trabajo para la clase trabajadora. Surgieron numerosas críticas al sistema. La palabra empleada para designar esta denuncia de las injusticias provocadas por la sociedad industrial y por el avance del capitalismo es la de “socialismo”. Socialismo significaba lucha por la igualdad, pero también cooperación asociativa frente a la libre empresa.
Estas primeras teorías socialistas llamaban más la atención sobre los efectos del capitalismo que sobre las causas que provocaban esta situación de pobreza y miseria de los trabajadores. Es la época de los socialistas utópicos. En las primeras décadas del siglo XIX, periodo inicial y rudimentario de la lucha entre el proletariado y la burguesía, florece lo que se ha denominado como Socialismo Utópico, cuyos principales representantes fueron los franceses Saint-Simon y Carlos Fourier y el inglés Roberto Owen.
A los socialistas utópicos les preocupaba principalmente el problema moral; estaban en contra de la violencia y los métodos revolucionarios de lucha. Diseñaban organizaciones sociales más justas, en las que el hombre podría vivir feliz sin la explotación. Se dan cuenta del antagonismo de las clases pero no advierten del lado del proletariado ninguna iniciativa histórica, ningún movimiento político propio. Para ellos, el proletariado no existe como clase revolucionaria sino sólo como la clase que más padece. Repudian toda acción política, y en particular, toda acción revolucionaria; se proponen alcanzar su objetivo por medios pacíficos, intentando abrir camino al nuevo evangelio social por medio de pequeños experimentos que fracasan siempre. Apelan a toda la sociedad sin distinción e incluso se dirigen con preferencia a la clase dominante y la ayuda de los gobernantes.
Enrique Saint-Simon (1760-1825). Era un noble terrateniente, arruinado por la Revolución Francesa, que había optado por identificarse con las fuerzas del progreso. Consideraba que la clase gobernante lleva a cabo una política miope y egoísta, que forma una casta cerrada, que acumula toda la riqueza en unas pocas manos y que reduce a la mayoría desposeída a la esclavitud social y económica. Según él, el ejército y la Iglesia, elementos orgánicos y progresivos en la jerarquía medieval, son supervivencias anticuadas cuyas funciones desempeñan en la sociedad moderna el banquero, el industrial, el hombre de ciencia, con la consecuencia de que los sacerdotes, los soldados, los rentistas, sólo pueden sobrevivir como seres ociosos y parásitos sociales que despilfarran la sustancia de las nuevas clases y frenan su avance; por lo tanto, han de ser eliminados. En su lugar han de colocarse a la cabeza de la sociedad expertos industriosos y hábiles, elegidos por su capacidad ejecutiva: ingenieros, financieros, organizadores industriales y agrícolas rigurosamente centralizadas, han de constituir el gobierno. Por lo tanto, el Estado debe recompensarlos porque al lograr racionalizar la vida económica de la sociedad garantizarán la seguridad, la justicia universal, la alegría de todos los hombres y su igualdad de oportunidades. Las leyes de la herencia tenían que abolirse por ser las causantes de las desigualdades de fortuna, pero no las que protegen la propiedad privada, pues todo hombre tiene derecho al fruto de su trabajo personal.
Carlos Fourier (1772-1837). Era un agente comercial, típico representante de la clase arruinada. Desconfiaba de toda autoridad central y declaraba que la tiranía burocrática está destinada a desarrollarse si las instituciones gubernamentales tienen amplio campo de dominio. Propuso que la tierra se dividiera en pequeños grupos, a los que dio el nombre de “falansterios”, cada uno de los cuales se gobernaría a sí mismo y estaría federado en organismos cada más amplios; todas las maquinarias, la tierra, los edificios, los recursos naturales, habían de poseerse en común; los beneficios se dividirían entre el trabajo, el capital y el talento en la estricta proporción 5:3:2, y los miembros, que trabajarían una pocas horas, tendrían libertad para ocuparse en desarrollar sus facultades intelectuales, morales y artísticas. Es el primero en proclamar que el grado de emancipación de la mujer en una sociedad es la medida de la emancipación general.
Roberto Owen (1771-1858). Gran socialista utópico inglés, idealista industrial manufacturero. Convirtió su fábrica textil “New Lanark” en una empresa modelo mediante una serie de reformas: reducción de las jornadas de trabajo, aumento de los salarios, mejora en las condiciones laborales, medidas para proteger la salud de sus obreros y la constitución de un fondo de ahorro. Allí no se conoció la embriaguez, la policía, los jueces de paz, etc. Con estas medidas incrementó la productividad de su fábrica, elevó de forma importante el nivel de vida de sus trabajadores y, además, triplicó su fortuna. “New Lanark” se convirtió en un lugar de interés y de visita de reyes y estadistas para conocer el gran éxito de la fábrica textil. Sin embargo, no logró convencer a otros empresarios de adoptar sus reformas.
Se declara enemigo del matrimonio y de todo tipo de religión. Propone la fundación de un sistema de “pueblos cooperativos” de entre 500 y 2,000 personas que deben vivir en absoluta igualdad, donde trabajo, propiedad y educación de los niños serán colectivos. Invirtió su fortuna en la fundación de una colonia modelo, la “Nueva Armonía” en Indiana, Estados Unidos, que fracasa en 1827.
Al fracasar en su intento de crear una nueva sociedad, regresa a Inglaterra para participar en el movimiento obrero en sus organizaciones sindicales y cooperativas. Todos los movimientos sociales y los progresos reales registrados en Inglaterra, van asociados al nombre de Owen. En 1819 consiguió que fuese votada la primera ley limitando el trabajo de la mujer y el niño en las fábricas, y en 1833 presidió el primer congreso en que las tradeuniones de toda Inglaterra se fusionaron en una gran organización sindical única. A pesar de los repetidos fracasos de su proyecto, creyó hasta el fin de sus días en la omnipotencia de la educación y en la perfectibilidad del hombre.
• Para transformar el socialismo en una ciencia, era indispensable situarlo en el terreno de la realidad. El tránsito entre el Socialismo Utópico y el Socialismo Científico tiene lugar en la década de los 40 del siglo XIX, con la publicación del Manifiesto del Partido Comunista, en 1848, por Carlos Marx y Federico Engels. Ambos pensadores revolucionarios protagonizaron ese cambio al establecer las bases del socialismo moderno de fundamentos científicos, que habrá de desembocar en la creación de los partidos políticos obreros y en la postulación de una sociedad futura de carácter comunista, concebida como alternativa a la sociedad clasista burguesa.
El Socialismo Científico, es decir, el socialismo convertido en ciencia, fue producto de dos grandes descubrimientos de Marx y Engels: la concepción materialista de la historia y la revelación del secreto de la producción capitalista mediante la plusvalía.
La concepción materialista de la historia parte de la tesis de que la producción, y tras ella el cambio de sus productos, es la base de todo orden social; de que en todas las sociedades que desfilan por la historia, la distribución de los productos, y junto a ella la división social de los hombres en clases o estamentos, es determinada por lo que la sociedad produce y cómo lo produce y por el modo de cambiar sus productos. Por lo tanto, las últimas causas de todos los cambios sociales y de todas las revoluciones políticas no deben buscarse en las cabezas de los hombres ni en la idea que ellos se forjan de la verdad eterna ni de eterna justicia, sino en las transformaciones operadas en el modo de producción y de cambio; han de buscarse no en la filosofía, sino en la economía de la época de que se trata. En las nuevas relaciones de producción han de contenerse ya los medios necesarios para poner término a los males descubiertos. Y esos medios no han de sacarse de la cabeza de nadie, sino que es la cabeza la que tiene que descubrirlos en los hechos materiales de la producción, tal y como los ofrece la realidad.
El proceso de la historia no presta atención ni a simpatías ni a antipatías, las condiciones cambian gradualmente, y también gradualmente se reorganizan las clases sociales. La división de la riqueza cambia entre torbellinos y agonías. La historia es un gran cortejo de luchas incesantes entre las clases sociales para dividirse la riqueza social. El conflicto es siempre un choque violento entre clases económicamente determinadas, definiéndose una clase como un grupo de personas, dentro de una sociedad, cuyas vidas están determinadas por la posición que ocupan en el proceso de producción, el cual determina el papel que desempeña en el proceso de producción social, y éste, a su vez, depende directamente del carácter de las fuerzas productivas y de su grado de desarrollo en cualquier estadio dado.
No es la conciencia de los hombres lo que determina su propia existencia, sino que, por el contrario, la existencia social de los hombres es lo que determina la conciencia de estos. En cierto estadio de su desarrollo al chocar las fuerzas productivas con las relaciones existentes de producción o con las relaciones de propiedad dentro de las cuales han operado antes, sobreviene un periodo de revolución social que transformará la estructura económica de la sociedad y tarde o temprano transformará también la superestructura política, jurídica, ideológico-religiosa. Ningún orden social desaparece antes de que todas las fuerzas productivas que tienen cabida en él se hayan desarrollado, y las nuevas relaciones más altas de la producción no aparecen nunca antes de que las condiciones de su existencia hayan madurado en el seno de la vieja sociedad.
La moderna sociedad burguesa es la última forma que toman estos antagonismos. Después de su desaparición, el conflicto desaparecerá para siempre. El periodo prehistórico de la humanidad quedará completado, y entonces comenzará al fin la historia del individuo humano libre.
El segundo punto importante del pensamiento marxista es su análisis crítico de la economía capitalista y el de la producción de capital, el proceso de valorización del capital (creación de plusvalía). Al demostrar Marx que el régimen capitalista corresponde a una determinada etapa de la historia demuestra también la necesidad de su caída. Esto se puso de manifiesto con el descubrimiento del origen de la plusvalía. La teoría de la plusvalía es la piedra angular de la teoría económica marxista.
El análisis marxista del capitalismo considera que el valor de una mercancía se determina por el tiempo de trabajo socialmente necesario. Éste es el que se requiere para producir un valor de uso cualquiera en las condiciones normales de producción y con el grado medio de destreza e intensidad de trabajo imperantes en la sociedad. Por consiguiente, la fuerza de trabajo del obrero -el conjunto de capacidades que posee el hombre y emplea en el proceso de producción de bienes materiales: músculos, cerebro, nervios- se convierte en mercancía. Su valor se determina también por el tiempo de trabajo socialmente necesario para reproducirlo, es decir, por el valor de los medios indispensables para mantener la vida del obrero y de su familia. Esta mercancía posee la cualidad de que al consumirse en el proceso de producción, engendra y crea un nuevo valor. El obrero, vendedor de la fuerza de trabajo, siempre produce más de lo que necesita para mantenerse, y esta diferencia, la plusvalía, es en lo fundamental la ganancia del capitalista. La plusvalía es, por consiguiente, el resultado de la explotación de la clase obrera por los capitalistas.
Para superar las contradicciones de la sociedad capitalista, el marxismo considera necesario llevar a cabo una revolución que permita al proletariado tomar el poder político y, por medio de él, convertir en propiedad colectiva o social, los medios de producción (máquinas, edificios, bancos, tierra, empresas, etc.). La realización de este acto que redimirá al mundo es la misión histórica del proletariado moderno (clase obrera). El Socialismo Científico, expresión teórica del movimiento proletario, es el llamado a investigar las condiciones históricas y, con ello, la naturaleza misma de este acto, infundiendo de este modo a la clase llamada a hacer esta revolución, a la clase hoy oprimida, la conciencia de las condiciones de su propia acción.
Carlos Marx (1818-1883). Hijo segundo de un matrimonio judío formado por Heinrich y Henrietta Marx, nació el 5 de mayo de 1818 en Tréveris, Alemania y murió el 14 de mayo de 1883. Fue redactor de la Gaceta Renana (1842-1843) y, como Engels, de los Anales Franco-Alemanes. Fue desterrado y perseguido por el gobierno prusiano. En 1844 conoce a Federico Engels, con quien comenzó una amistad y una colaboración intelectual que habría de durar toda la vida. El Manifiesto del Partido Comunista, el más grande y elocuente de todos los folletos socialistas, fue escrito por Marx y Engels como programa de la Liga de los Comunistas, publicándose por primera vez en Londres en febrero de 1848. A partir de 1849 pasa a residir en Londres, Inglaterra, donde trabajó durante muchos años en la biblioteca del Museo Británico, allí publicó en 1867 el primer volumen de El Capital. En esta obra (que se compone de tres volúmenes), Marx estudia científicamente, por primera vez, la relación entre el capital y el trabajo, eje en torno del cual gira todo el sistema capitalista. Lo que Marx perseguía no era la novedad, sino la verdad. Otras de sus obras son: Miseria de la Filosofía (1847); Las luchas de clases en Francia (1850); El 18 Brumario de Luis Bonaparte (1851-1852); Contribución a la crítica de la economía política (1859); Crítica del Programa de Gotha (1875).
Federico Engels (i820-1895). Hijo de una familia burguesa, fabricante de tejidos de Barmen. Era un hombre de mente sólida, de excepcional integridad y fuerza de carácter, poseía un intelecto penetrante y lúcido y un sentido de la realidad como muy pocos. Antes de conocer a Marx había publicado La situación de la clase obrera en Inglaterra (1844), fruto de sus investigaciones en Manchester, Inglaterra, donde describe las condiciones de vida de la clase obrera inglesa. Redactó junto con Marx El Manifiesto del Partido Comunista. Después de la muerte de su amigo, acabó siendo el líder reconocido del movimiento socialista internacional. Ejemplos de su capacidad teórica fueron también sus obras: Ludwing Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana (1886); Del socialismo utópico al socialismo científico (1880); El Anti-Duhring; El origen de la familia, la propiedad privada y el estado.
• El término “anarquía” y sus derivados, originarios de la voz griega anarchos (“sin mando”), fueron usados por primera vez en sentido político durante la Revolución Francesa. En la década de 1840, Proudhon reivindicó positivamente tales términos aplicándolos a sus teorías. Posteriormente, Bakunin, Kropotkin y Malatesta, ampliaron las ideas expuestas por aquél y las forjaron en una práctica revolucionaria.
El Anarquismo se fundamenta menos en la organización del partido obrero y más en la capacidad del individuo para lograr su libertad y una relación igualitaria con sus semejantes. Su rechazo de la autoridad desemboca en la negación del Estado como forma política y en la abolición de la propiedad privada, considerada como un robo.
El Anarquismo es un conjunto de principios generales, de concepciones fundamentales y de aplicaciones prácticas sobre las cuales se ha establecido el acuerdo entre individuos que piensan como enemigos de la autoridad y luchan, aislados o colectivamente, contra todas las disciplinas y trabas políticas, económicas, intelectuales y morales que deriven de ella. Posee múltiples variantes, pero todas tienen un rasgo común que las une y al mismo tiempo las separa de todas las otras corrientes. Este rasgo común, es la negación del principio de autoridad en la organización social y el odio a todas las trabas que tienen origen en las instituciones basadas sobre este principio. Cualquiera que niegue la autoridad y la combata es anarquista.
Plantea que la libertad individual se logra con la libertad comunitaria. Son antiautoritarios, antipolíticos, rechazan la acción política y la conquista del poder del Estado. La revolución social dependerá de la actuación voluntaria de cada individuo; es fundamental para esta corriente la abolición del Estado, las naciones y las relaciones de propiedad mediante la violencia, instaurar un socialismo libertario asentado en principios morales defensores de la libertad e igualdad de todos los individuos.
Pedro José Proudhon (1809-1865). Considerado como uno de los principales representantes del anarquismo, autodidacta francés y prolífico escritor que no participó prácticamente en ninguna agitación política. Contribuyó con dos ideas al pensamiento anarquista: la creencia en pequeños grupos de productores mutuamente apoyados en lugar de la deshumanización de las fábricas, y el odio al gobierno como tal, a cualquier gobierno.
En su libro “¿Qué es la propiedad?” (1840), desarrolla su crítica al derecho de la propiedad y sus abusos, afirmando que toda propiedad es un robo; más tarde enseñó que todo hombre necesitaba un mínimo de propiedad a fin de mantener su independencia personal, su dignidad moral y social. Según él, el Estado se convertía en un instrumento destinado a desposeer a la mayoría en beneficio de una pequeña minoría, en una forma legalizada de robo que privaba sistemáticamente al individuo de su derecho natural a la propiedad. El capitalismo es, a la vez, el despotismo de los más fuertes sobre los más débiles, acumular riqueza es robar; abolirla es socavar los cimientos de la moralidad. El remedio propuesto por Proudhon consiste en la supresión de la competencia y en la introducción, en su lugar, de un sistema cooperativo “mutualista”, bajo el cual se permitirá y alentará, una limitada propiedad, pero no la acumulación de capital.
Mijail Bakunin (1814-1876). Hijo de una familia de propietarios rurales de Rusia. Fue el más sobresaliente jefe del anarquismo y el gran adversario de Marx en la I Internacional.
En Berlín y en París se empapó de las ideas de los jóvenes hegelianos, especialmente de Feuerbach y también se puso en contacto directo con ideas francesas, principalmente con las de Proudhon, que había de llegar a ser en él un influjo principal. Participó en gran parte de las revoluciones y movimientos políticos de la Europa de mediados del siglo XIX: en las revoluciones de 1848, en las barricadas de París, en Polonia, en Sajonia. Fue detenido y confinado en Siberia, Rusia, de donde consiguió escapar en 1861. El principal conflicto político e ideológico sostenido por Bakunin fue el protagonizado con Carlos Marx, después de su incorporación en 1868 a la Asociación Internacional de Trabajadores (I Internacional). Fue expulsado con sus seguidores en el Congreso de la Haya de 1872. Murió pobre en 1876.
En sus obras Dios y el Estado y El Estado y la Anarquía, plantea que Dios, como el Estado, eran el símbolo mismo de la desigualdad y de la falta de libertad. La Iglesia es la hermana menor del Estado, mantenida por los gobernantes para que los ayude en la parte desagradable del trabajo, haciendo creer a los hombres en un mundo gobernado por una autoridad suprema contra la cual no tienen derecho a rebelarse o a ejercer su libertad natural. Un mundo gobernado por Dios no deja lugar a la libertad humana, y si es deber del hombre obedecer a Dios, ya no es dueño de sí mismo, y no puede defenderse contra el doble despotismo del rey y del sacerdote, quienes le ordenan en nombre de Dios que hagan lo que a ellos les conviene. La religión, siendo cuestión de la conciencia individual, debe ser eliminada de las instituciones políticas y de la educación pública, a fin de que las iglesias no puedan impedir el libre desarrollo de la sociedad.
“Nosotros, anarquistas revolucionarios -afirma Bakunin-, somos enemigos de todas las formas de Estado y organización estatal…; pensamos que todo gobierno estatal, al estar colocado por su propia naturaleza fuera de la masa del pueblo, ha de procurar necesariamente someterlo a sus costumbres y propósitos que le son enteramente extraños. Por lo tanto, nos declaramos enemigos… de todas las organizaciones estatales y creemos que el pueblo sólo podrá ser libre y feliz cuando, organizado desde abajo por medios de sus propias asociaciones autónomas y completamente libres, sin la supervisión de ningún guardián, cree su propia vida”.
• Con la 1ª Revolución Industrial, las máquinas remplazaron el trabajo en muchas actividades laborales y se mecanizaron los procesos de fabricación de bienes económicos. En el sistema fabril, los obreros perdieron el control sobre el producto final y se convirtieron en meros apéndices de las máquinas. El desempleo, salarios bajos, malas condiciones de vida y el pauperismo fueron el resultado de estos cambios.
Ante esta situación surge el movimiento obrero, es decir, el conjunto de acciones que la clase trabajadora lleva a cabo para defenderse organizadamente de la explotación y de las malas condiciones de vida. Los trabajadores respondieron con diversas formas de protesta y constituyeron organizaciones propias.
La primera reacción con la que aparece en escena el movimiento obrero, es el odio contra las máquinas y su destrucción violenta. Esta destrucción descontrolada, destructiva y explosiva adquiere su máxima violencia con el luddismo, entre 1818 y 1820. El luddismo, denominado así por un legendario calcetero de nombre Ned Ludd, estaba integrado por tejedores y trabajadores textiles, consistió en la destrucción de las máquinas consideradas como las causantes del despido de trabajadores y la disminución de los salarios. Enviaban cartas amenazadoras a los patrones y lograron destruir una importante cantidad de telares mecánicos en varias zonas del centro de Inglaterra. La respuesta de los patrones y del gobierno inglés fue la represión. Se dictaron leyes para castigar con la pena de muerte a quien destruyera una máquina.
El fracaso de este tipo de lucha obligó a los trabajadores a conseguir mejoras en su situación laboral o salarial a través de la asociación. Los sindicatos pioneros fueron las Trade Unions (asociaciones de oficios). Los sindicatos comprendieron que no bastaba con la lucha económica sino también aspiraban a reformar la situación de la clase obrera mediante la vía electoral y parlamentaria.
Surge el cartismo, en 1836, con la Carta del Pueblo en la que se reclamaba una serie de reivindicaciones: el voto secreto, el sufragio universal, distritos electorales iguales, pago de dietas a los diputados, parlamentos elegidos por un año. El cartismo no fue un movimiento unitario; en su seno había partidarios de la presión pacífica y partidarios que propugnaban acciones violentas e insurreccionales.
Además de rechazar las peticiones del movimiento cartista, el gobierno reprimió las huelgas y los intentos de insurrección de los sectores más radicales. No obstante su fracaso, el cartismo ejerció una gran influencia tanto en la historia política de Inglaterra como en el desarrollo del movimiento obrero internacional.
En 1848 una nueva oleada de revoluciones sacudió Europa. La llama de la revolución alcanzó a casi todas las naciones europeas, pero en cada país tuvo su carácter específico. La crisis económica de 1846-1847 (caída en la cosecha de cereales, hundimiento bursátil y bancario, desempleo y carestía) fue una las causas que desataron estas revoluciones.
En Francia la lucha de clases alcanzó su más alto desarrollo, ya que allí el movimiento democrático general contra la monarquía por la república, se transformó en una guerra entre la burguesía y el proletariado. En febrero de 1848, los trabajadores de París se levantaron en armas y derrocaron a la monarquía de los banqueros, proclamando la república. El gobierno provisional de la república burguesa trató por todos los medios de frustrar las medidas orientadas a mejorar la situación de los proletarios. Con la fuerte movilización de los obreros de París se fundan los “talleres nacionales” con el fin de proporcionar trabajo a los proletarios, que fracasan por la resistencia de los patrones y por su propia desorganización. En junio se cierran los “talleres nacionales” teniendo como resultado una nueva sublevación, con la consigna de “libertad o muerte”, que es aniquilada sangrientamente por el general Cavaignac. Cientos de combatientes cayeron en la lucha y miles fueron asesinados después de los combates. A finales de 1848, fue electo presidente Luis Napoleón, sobrino de Napoleón Bonaparte. El 2 de diciembre de 1851, Luis Napoleón dio un golpe de Estado.
El fracaso de las revoluciones de 1848 tuvo importantes consecuencias para el movimiento obrero, al hacer evidente que para modificar su situación era preciso fortalecer la organización independiente de la clase proletaria y enfrentar en forma colectiva el triunfo de la contrarrevolución que se expresó en la represión política contra el movimiento socialista.
Hacia 1860, las organizaciones obreras sólo habían adquirido una dimensión nacional. Los sindicatos ingleses, franceses o alemanes, no podían contrarrestar los métodos utilizados por los patrones para romper las huelgas y debilitar su lucha. Los dirigentes del movimiento, conscientes de esta situación, consideraron necesario crear una organización internacional. La primera organización de este estilo fue la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), conocida también con el nombre de I Internacional, fundada en el Saint Martin’s Hall de Londres en 1864, con la participación de diferentes tendencias (seguidores de Marx y Engels, proudhonianos y anarquistas). El papel decisivo le correspondió a Carlos Marx, quien redactó el manifiesto fundacional y los estatutos.
La evolución de la AIT estuvo plagada de problemas internos, dado el enfrentamiento ideológico entre las posiciones teóricas de Marx y las de Bakunin. Los seguidores de Marx (los más radicales), asumieron resoluciones favorables a la utilización de la huelga como instrumento de lucha, a la participación en la política de las organizaciones obreras y a la reclamación de una legislación laboral: jornada de trabajo de ocho horas, supresión del trabajo infantil.
Los conflictos internos y la derrota de la Comuna de París determinaron el fin de la I Internacional, terminando su actividad en Europa en 1872, aunque formalmente pervivió en Estados Unidos hasta 1876.
La derrota de Francia en la guerra franco-prusiana dejó un vacío de poder en el Estado francés. Desapareció el antiguo gobierno y un gobierno provisional de Defensa Nacional lo sustituyó. En febrero de 1871 se eligió una Asamblea Nacional, reaccionaria, que se componía de monarquistas, legitimistas y orleanistas. Esta asamblea negoció la rendición y ocupación de París. La población radical recibió con furiosa indignación esta noticia. Al ser abandonada París por el gobierno oficial, el poder pasó a manos de un Comité Central de la Guardia Nacional. Nace así la Comuna de París.
La Comuna de París (18 de marzo al 28 de mayo de 1871) fue el primer gobierno revolucionario de la clase obrera, integrado por las diversas corrientes de la AIT. Durante su breve existencia no tuvo la posibilidad de poner los cimientos de una nueva sociedad, debido a la guerra y a la falta de un programa político coherente y de una organización adecuada. La Comuna llevó a cabo algunas reformas que no pasaron del papel, por falta de medios para implantarla: convertir los talleres y fábricas como cooperativas, mejorar los salarios, suprimir el trabajo nocturno en las panaderías, una instrucción gratuita, obligatoria y laica.
El temor de los gobiernos europeos y de la III República Francesa de un gobierno obrero, desató una represión feroz contra los comuneros, asesinando a miles y otros tantos fueron llevados a Nueva Caledonia (isla de Oceanía). De treinta y seis dirigentes, 18 escaparon al extranjero, 12 murieron en la lucha o fueron fusilados después y 5 fueron deportados a Nueva Caledonia.
La derrota de la Comuna de París acabó con las esperanzas que tenían los socialistas de una futura revolución total en Europa, provocó la represión de los miembros de la I Internacional y el fin de la Asociación.
4. 4. América Latina y el Caribe: de las revoluciones de Independencia a la construcción del Estado-nación y el surgimiento de nuevos vínculos de dependencia.
• Antecedentes de las revoluciones de independencia. Desde los últimos años de siglo XV, las islas del Mar Caribe y luego los extensos territorios de lo que hoy se conoce como América Latina, empezaron a ser conquistados y convertidos en colonias por España y Portugal, poderosas metrópolis que durante poco más de trescientos años lograron conservar casi íntegros estos dominios, a pesar del hostigamiento de otras pujantes potencias: Inglaterra, Francia y Holanda. Estas últimas más progresistas, en el sentido de que su naciente capitalismo avanzó sin tantas restricciones como en las primeras. España logró poner bajo su control desde Nueva España (México) hasta el Río de la Plata (Argentina), así como varias islas antillanas o caribeñas, en tanto que Portugal se adueñó del gigantesco Brasil.
En todas estas colonias las dos potencias ibéricas construyeron, dejando a un lado los procesos históricos particulares, un orden donde el poder político se hallaba en manos de opulentas minorías peninsulares, cuyo principal propósito era generar grandes riquezas explotando a los indígenas, negros y otros grupos étnicos, a fin de remitir la mayor parte de tales bienes a las metrópolis de Europa. De modo que, mientras este continente obtenía cuantiosos recursos para impulsar su incipiente capitalismo, América Latina y el Caribe los perdían, dificultándose desde entonces la prosperidad de sus poblaciones mayoritarias.
En el “Nuevo Mundo”, la presencia dominante de instituciones productivas de tipo comunal y tributarias, o semejantes a las esclavistas y serviles, más la política económica que monopolizaba o prohibía la producción y comercio de diversas mercancías, frenaron el avance de las nacientes empresas capitalistas, acentuando el rezago de las colonias explotadas frente a las potencias explotadoras; situación que exasperaba a muchos criollos deseosos de tomar el control de sus sociedades para impulsar una cierta modernización económica, dentro o fuera del sistema imperial.
Las diversas formas de organización económica colonial, si bien de alguna manera se hallaban relacionadas, en frecuentes casos funcionaban con cierta autonomía, o incluso sometidas a enfrentamientos (como la pugna de las comunidades indígenas contra la expansión de las haciendas agrícolas y las estancias ganaderas), impidiendo el surgimiento de un sistema económico articulado o coherente. También a nivel externo, las monarquías imperiales procuraban mantener casi aisladas a sus colonias, a fin de no propiciar su integración y fortalecimiento.
Diversas rebeliones de trabajadores y de motines encabezados por criollos, evidencian que en la mayoría de las colonias iberoamericanas el orden impuesto desde Europa se enfrentó a desafíos intermitentes, aunque dispersos, desde el siglo XVI hasta el XVIII. En esta última centuria, la explotación colonial se hizo más intensa, al tiempo que se reforzó la centralización absolutista del poder político, multiplicándose el número de americanos dispuestos a luchar por la autonomía o por la Independencia. A tal situación interna de creciente descontento, se unieron factores como la penetración de las ideas ilustradas, el triunfo de las revoluciones burguesas en Estados Unidos y Francia, las presiones del capitalismo industrial inglés, y el ejemplo de los esclavos haitianos levantados en armas, para crear las condiciones o premisas de la insurrección.
• Las revoluciones de Independencia. Sin duda, de todos los factores externos que contribuyeron al estallido de los movimientos por la emancipación de América Latina, fue la invasión napoleónica a España y Portugal, en 1808, factor político que puede calificarse como definitivo, pues trajo consigo la caída de los “legítimos” reyes hispanos, y con ello brindó a los criollos y a sus aliados el pretexto, o la razón, para intentar la toma del poder en las colonias, quitándoselo a los peninsulares.
Así, a partir de 1808 y hasta 1825, se llevaron a cabo las revoluciones de Independencia en la mayoría de las colonias iberoamericanas, en algunas de ellas con mayor violencia que en otras y con diversos grados de participación popular, pero todas con el propósito de mejorar la situación social de los nacidos en América. Las clases y sectores en rebelión tuvieron, además, propósitos particulares, y a veces contradictorios, por ejemplo: mientras muchos criollos sólo buscaban puestos de mando en las sociedades liberadas, grandes grupos de indígenas querían recuperar las tierras que los hacendados criollos les habían expropiado. Veamos algunos aspectos de dicho proceso independentista:
En Nueva España, los criollos intentaron crear un gobierno autónomo pero los peninsulares lo impidieron violentamente, circunstancia que llevó a una alianza entre criollos, indígenas y otros sectores oprimidos que se lanzaron a la guerra contra el régimen virreinal (1810). Luego de once años de luchas y ya cuando los insurgentes se hallaban debilitados en extremo, los ricos criollos que se habían opuesto a la rebelión decidieron tomar en sus manos la causa independentista, para no tener que aplicar en México los cambios revolucionarios que en España se estaban imponiendo.
Aunque en Centroamérica no hubo un levantamiento armado semejante al novohispano, los grupos sociales interesados en vivir fuera del dominio español, apoyaron la causa insurgente de México y hasta buscaron unirse a este país cuando logró su Independencia en 1821. Sin embargo, dos años después decidieron formar las Provincias Unidas de América Central, proyecto con el cual Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Honduras y Costa Rica tratarían de alcanzar un progreso común.
En el Virreinato del Río de la Plata, los criollos aprovecharon los acontecimientos ocurridos en España para formar una Junta Patriótica, que alcanzó temprano triunfo cuando destituyó al virrey y decretó el final del monopolio español, tanto en el terreno político como en el del comercio internacional. También en la vecina Capitanía de Chile se llevó a cabo una experiencia semejante, fundándose una Junta dominada por criollos. No tardó sin embargo la contraofensiva militar del gobierno virreinal, desatándose una guerra que duró varios años, durante los cuales surgieron también graves conflictos entre los insurrectos. Finalmente, gracias a las batallas ganadas por el general José de San Martín, Río de la Plata y Chile alcanzaron su libertad en 1819.
En el Virreinato de la Nueva Granada, también los criollos supieron organizar un gobierno autónomo al establecer la Junta de Caracas en 1810, órgano donde empezó a ganar fuerza el célebre líder Simón Bolivar, que luego de algunas derrotas frente a las tropas españolas, se refugió en Jamaica para replantear su estrategia. A su regreso, logró ampliar la base social de su movimiento rebelde con la incorporación de sectores indígenas y mestizos, logrando, después de varios años y múltiples batallas, entrar triunfante a Bogotá (1819) y culminar la liberación de Venezuela y Colombia. Con este triunfo, Bolivar emprendió la fundación de la Gran Colombia, cuna de un proyecto para impulsar la unificación de Iberoamérica o América Latina.
Perdidas las colonias del Río de la Plata y Nueva Granada, el gobierno español concentró fuerzas para resguardar su más rica colonia sudamericana: el Virreinato del Perú, donde las tropas imperiales habían logrado someter a los núcleos rebeldes. Durante varios años, los ejércitos de San Martín -procedentes de Chile- y los de Bolivar -venidos desde la Gran Colombia-, lograron mermar la consistencia de las tropas coloniales al someterlas a una operación de doble golpeteo. Finalmente, en 1825, los triunfantes destacamentos de Bolivar entraron a la ciudad de Lima, sellando así la Independencia del Perú.
Respecto al Brasil, el proceso de emancipación siguió un camino muy distinto. Resulta que en 1808, cuando las tropas de Napoleón invadieron Portugal, el rey Juan VI decidió trasladar su gobierno monárquico a Brasil, y aquí, por presiones del capitalismo británico, estableció una serie de reformas que dieron a la colonia un cierto progreso y una relativa autonomía política. Tal circunstancia dio impulso a grupos de criollos brasileños que organizaron varios alzamientos exigiendo la independencia de su país. Cuando Juan VI regresó a Europa, su hijo Pedro se hizo cargo del gobierno brasileño, ligándose cada vez más con los ricos criollos independentistas. Así, cuando Portugal trató de retomar un fuerte control sobre su colonia, el propio Pedro decidió ponerse al frente del movimiento rebelde, proclamando la Independencia de Brasil en 1822.
• La construcción de los Estados nacionales y el surgimiento de nuevos vínculos de dependencia. Las revoluciones de Independencia lograron uno de sus propósitos principales: romper las cadenas del dominio imperial y abrir la posibilidad de un desarrollo libre en manos de los propios latinoamericanos. Sin embargo, trajeron consigo una cauda de graves problemas que se alzaron como obstáculos para impedir la prosperidad y la estabilidad de las nuevas naciones, porque fueron incapaces de barrer viejas y profundas estructuras económicas, políticas, sociales y culturales, heredadas del colonialismo.
Por ejemplo: la mayor parte de las tierras quedaron en manos de minorías criollas o de la Iglesia, sin que se procediera a un reparto agrario en beneficio de millones de indígenas empobrecidos, al tiempo que se conservaron o reforzaron formas de explotación “esclavistas” o “serviles”, estorbosas para el avance del débil capitalismo latinoamericano. También se acentuó el aislamiento de diversas regiones económicas, creciendo la relativa autonomía entre distintos tipos o modos de organización productiva.
Las guerras de emancipación, por otra parte, habían causado severos daños a la producción agrícola y minera, ocasionando una notoria disminución en la fuerza de trabajo disponible. Además, desarticularon las redes que durante muchos años habían estructurado los monopolistas peninsulares para dominar los mercados internos, y provocaron la salida de grandes fortunas que descapitalizaron a las nacientes economías, libres ya pero con escasos recursos para crecer.
En tales circunstancias era muy difícil que las economías latinoamericanas pudieran avanzar por sus propios medios Al romperse los lazos con las viejas metrópolis ibéricas, potencias en pleno ascenso como Inglaterra, Francia y Estados Unidos se esforzaron por convertirse en los nuevos centros imperiales, aprovechando la debilidad material con la que las naciones de América Latina inauguraban su vida independiente.
En efecto, ya sea mediante préstamos abusivos (que luego dieron pretexto para exageradas reclamaciones) o a través de inversiones en los renglones más lucrativos, los capitales extranjeros empezaron a introducirse en América Latina, aunque también contaron con el comercio inequitativo, vendiendo a precios altos sus artículos industriales (que de paso arruinaban a los artesanos locales) y comprando a precios bajos los productos agrícolas y las materias primas de los países recién emancipados. Si por estos medios, las nuevas metrópolis no lograban sus propósitos de penetración y dominio, les quedaba el recurso de la violencia directa, es decir, el de la intervención militar, que los inestables gobiernos latinoamericanos muy difícilmente podían contener.
Y es que además de este adverso panorama económico, los países latinoamericanos debieron enfrentar una larga y profunda crisis política por su incapacidad para constituir Estados nacionales sólidos y funcionales, aptos para ordenar la vida pública y favorecer el progreso material. Entre las causas de tal situación, pueden mencionarse las siguientes:
Aún cuando las revoluciones de Independencia lograron sentar las bases de la soberanía política, las pugnas entre las clases sociales continuaron con mucha fuerza, pues ninguna de ellas estaba en condiciones de imponer su dominio a las demás; por ejemplo: los viejos terratenientes semifeudales no lograron consolidar su poderío, pero tampoco las incipientes burguesías pudieron robustecerse para desplazar en poco tiempo a la Iglesia y sus aliados. Las sociedades latinoamericanas, por así decirlo, se hallaban en vilo, entre las antiguas instituciones que se resistían a morir y las nuevas formas de organización social incapaces de surgir o avanzar plenamente.
Al no existir una clase que realmente dominara, surgieron el militarismo, el caudillismo, el caciquismo, como formas anómalas de un poder que durante décadas estuvo disperso. Si el Estado colonial había caído, a muy duras penas el Estado nacional se iba configurando, en medio del “caos” o la “anarquía”.
Durante alrededor de medio siglo, a partir del momento en que alcanzaron su Independencia, las naciones latinoamericanas mostraron una “inmadurez política” que se manifestó en los conflictos protagonizados por monarquistas y republicanos, centralistas y federalistas, conservadores y liberales, etc. Sin embargo, en el fondo de esta inestabilidad hay que buscar la persistencia de las formas económicas precapitalistas que se hallaban también en pugna contra los escasos adelantos que lograban las de tipo moderno o capitalista. De una manera u otra, las diversas corrientes o partidos políticos expresaban intereses de clases o grupos comprometidos con determinadas formas de organización productiva; sólo que ninguno de ellos lograba tomar el poder para aplicar por largo tiempo su proyecto.
Por otra parte, boicoteando también la posibilidad de construir Estados nacionales sólidos, se hallaban las contradicciones entre los mismos gobiernos latinoamericanos, así como la intervención política, y a veces militar, de las potencias capitalistas. Dadas estas circunstancias, los planes de unidad plurinacional como el de Bolívar -la experiencia de la Gran Colombia-, o la alianza centroamericana, terminaron por fracasar, y hasta surgieron guerras entre países “hermanos”, a veces instigadas desde los centros mundiales del poder capitalista.
Fue sólo hasta las últimas décadas del siglo XIX, cuando en la mayor parte de América Latina se fueron imponiendo las burguesías y sus programas liberales, pero no para fundar Estados nacionales democráticos, sino autoritarios, ligados a los intereses de las oligarquías nativas y, sobre todo, a las ambiciones de los monopolios capitalistas europeos y estadounidenses, que por entonces marcaban el comienzo del imperialismo contemporáneo. La fugaz Independencia iberoamericana se iba transformando en un nuevo tipo de dependencia.
4.5. El expansionismo territorial, la Guerra de Secesión de los Estados Unidos y el desarrollo capitalista. Sus repercusiones en América Latina, particularmente en México.
• Al final del siglo XVIII, Estados Unidos era un país recién independizado y predominantemente agrícola. Los estados sureños, esclavistas, con una producción de algodón a gran escala, demandaban vías de comunicación que facilitaran la exportación de sus productos. Los estados del Norte, liberales, con una incipiente producción industrial, pero con una producción importante de barcos comerciales, pugnaban por la celebración de convenios internacionales que les permitiera la libre navegación de su flota mercante y una política aduanera que restringiera la importación de productos manufactureros que se elaboraban en Norteamérica.
Los conflictos bélicos entre Francia e Inglaterra (1798-1805) y la declaración de neutralidad de Norteamérica, facilitó que esta nación celebrara acuerdos comerciales con esos países contendientes: con Francia logra, primero, el acuerdo para transitar mercancías por el río Mississippi y, en 1803, la compra de la Louisiana, con lo que Estados Unidos duplica su territorio; con Inglaterra logra convenios para la exportación de productos agrícolas y manufactureros.
La rivalidad entre Inglaterra y Francia, y ante el creciente comercio de Estados Unidos con ambos países, obligó al Imperio británico a imponer control en el comercio marítimo norteamericano, tratando de evitar el envío de mercancías hacia Francia. Esto provocó el descontento sobre todo de los agricultores de los estados del Sur, hecho que trajo como reacción del gobierno norteamericano la declaración de guerra contra Inglaterra en 1812. La guerra duró dos años. Los combates en tierra se llevaron a cabo por las regiones del norte, en la frontera con Canadá, y en el mar, en las costas del Atlántico. Sin que se esperara, con un ejército poco preparado, los norteamericanos se alzaron con la victoria. Como saldos de la guerra, los estadounidenses lograron despertar el patriotismo en su población y poner las bases de negociación con la propia Inglaterra, con Francia y España para desarrollar el comercio en las islas del Caribe.
A partir de 1815, se inicia la colonización de las tierras del Oeste y empiezan, también, las grandes migraciones de Europa hacia América del Norte. Como consecuencia de la colonización se desplazaron a los indios de sus tierras; los colonos construyeron nuevas ciudades y una red interna de comunicaciones que incluía la construcción de carreteras, mejorando las vías fluviales y llevando a cabo la apertura de canales. El comercio experimentó en Norteamérica un gran crecimiento. En los estados norteños la producción industrial aumentó, en tanto que los estados sureños mantenían una producción agrícola que además de satisfacer la demanda interna, era básica para la economía nacional por sus volúmenes de exportación. Se vivía una aparente etapa de prosperidad, porque, en 1818, los pequeños bancos del Sur y del Oeste, que habían hecho circular una cantidad excesiva de dinero, entraron en crisis financiera, la cual se extendió a todo el sistema bancario norteamericano en 1819; este problema duró hasta 1823, año en el cual el Estado, a través de un fuerte proteccionismo, pudo controlar la inflación y hacer que los bancos más importantes se recuperaran. A principios de 1819 termina la negociación con España que culmina con la compra de La Florida.
En la colonización de las tierras del Oeste no sólo se desplazó a la población india de sus tierras, sino realmente lo que se instrumentó fue el exterminio a través de una guerra contra ellos no declarada. Y aún cuando se promulgaron leyes de protección, éstas jamás se aplicaron porque los colonos nunca estuvieron dispuestos a reconocer los derechos de los indios sobre su propiedad.
En el período de 1810-1825, varias colonias españolas en América iniciaban y lograban su independencia, y aún cuando España las consideraba como colonias en rebeldía, en realidad sus deseos de reconquista se convertían en una ilusión ya que sus condiciones internas eran tan precarias que hacía imposible una empresa de esta naturaleza. Sin embargo, en Europa, Austria, Prusia, Rusia y Francia habían formado una alianza y un “Sistema de Congreso”, con el propósito de aplastar las revoluciones populares dondequiera que ocurriesen. Además, Rusia reclamaba las tierras de Oregón para Alaska, estableciendo puestos comerciales en California. Ante esta situación, Estados Unidos, aún cuando Gran Bretaña le ofreció un acuerdo para contrarrestar cualquier interferencia de la alianza europea en América, decidió enfrentar el problema de manera autónoma proponiendo su “Doctrina Monroe” en 1823, en la que señalaba dos principios fundamentales: la no colonización y la no intervención de alguna potencia en tierras americanas, considerando que cualquier intento de esta naturaleza constituía un peligro para la paz y la seguridad de los americanos. Este nacionalismo “continental”, defendiendo la independencia del “nuevo mundo” frente a la injerencia del “viejo”, escondía las ambiciones imperialistas de Norteamérica sobre Centro y Sudamérica, que se manifestarían abiertamente con el paso del tiempo.
Durante los años de 1824 a 1848, la política exterior de Norteamérica se caracteriza por un fuerte expansionismo territorial. Se intensificó la conquista de las tierras del Oeste, desplazando a la población india hacia las tierras del sur de Canadá y se anexiona en 1846 los territorios de Oregón; apoya el movimiento independentista de Texas e incursiona hasta el territorio de la Alta California en México. Después de una guerra injusta y de rapiña (1846-1848), se anexiona las tierras del norte de México y a Texas. Establecidas las nuevas fronteras, profundiza el proceso de colonización en estas regiones.
En la política interna de los E. U., las contradicciones entre los liberales de los estados norteños y los esclavistas sureños se empiezan a agudizar también en el período 1824-1848. En los estados del Norte, el desarrollo industrial transformó la naturaleza de la organización de los negocios, el papel de la mano de obra asalariada, la distribución de la población y sus condiciones de vida; en las fábricas se comenzó a utilizar la máquina de hilar algodón, la máquina de coser, la máquina de vapor de alta presión, la aplicación del sistema de producción en cadena, y la industria siderúrgica se convirtió en el segundo motor del desarrollo de la industrialización. En los estados del Sur, el uso del arado de hierro fundido, el de acero y la cosechadora mecánica aumentaron la cantidad de tierra cultivable, lo que trajo consigo el crecimiento de la producción algodonera. La prosperidad que tuvieron los agricultores de los estados sureños los ligaba más al mercado exterior que al desarrollo industrial de los estados norteños.
Pero no a todos beneficiaba este auge económico: el aumento de la población y la llegada de muchos inmigrantes, provocó que hubiera mucha gente sin trabajo en las ciudades industriales, y en los campos de cultivo, el esclavismo sumía en la miseria a una cantidad enorme de esclavos negros.
La década 1850-1860, fue la época de florecimiento económico de los norteamericanos, la cual se vivió dentro de una fuerte división ideológica: El Partido Republicano pugnaba por el desarrollo de un capitalismo dinámico, expansivo, y un movimiento con una ideología moral antiesclavista, la cual consideraba a la esclavitud como incompatible con el futuro de un país democrático donde la Unión, entendida como una Federación, era la garante de los derechos inalienables de libertad y justicia. Los blancos del Sur, identificados con el Partido Demócrata, consideraban a la esclavitud esencial para su tranquilidad doméstica y el bienestar general, por lo que veían en la ideología de los republicanos un peligro para su estabilidad socioeconómica y concebían a la Unión como una Confederación o asociación voluntaria de estados separados y autónomos, de la cual podían salirse por voluntad propia de la misma manera en que habían entrado. Los estados del Norte empezaron a cuestionar la esclavitud. Ante esta política y para evitar que se destruyera la explotación esclavista y el sistema de plantaciones, los estados del Sur eligieron el camino de la secesión, lo que abrió paso a la Guerra Civil o de Secesión, que duró poco más de cuatro años (1861-1865).
Durante el desarrollo del conflicto, poco a poco se fue demostrando la superioridad militar de los partidarios de la Unión, pues si bien el conflicto comenzó con victorias militares de los sureños confederados, éstos no pudieron convertirlas en victoria final porque las respuestas de los ejércitos norteños siempre fueron más contundentes. En lo político, en plena guerra, el presidente Lincoln decidió abolir la esclavitud (1863), lo que significó que muchos negros se incorporaran a las filas de los unionistas; y en lo económico, la ocupación de los principales puertos comerciales del Atlántico, particularmente Nueva Orleáns, disminuyó notablemente los ingresos de los sureños, al grado de que pronto algunos estados se incorporaran a la causa de la Unión, para poder garantizar la comercialización de sus productos. Todos estos factores influyeron para la victoria de los republicanos y, con ella, la preservación de Estados Unidos como una Federación. El asesinato de Lincoln (abril de 1865), casi al finalizar la Guerra Civil, era una muestra de los rencores acumulados y de que los días siguientes debían ser de reconciliación nacional.
• De 1865 a 1873, se inició el proceso de reconciliación y reconstrucción del país. El gobierno federal se asumió como del principal promotor del desarrollo económico capitalista, creando las obras de infraestructura que más necesitaba Norteamérica para la consolidación del mercado nacional. Y aunque el crecimiento industrial y urbano fue más rápido que el de las granjas y aldeas durante este período, la agricultura, ya con un sello capitalista, siguió siendo la ocupación principal de los norteamericanos y la columna vertebral de la economía. Los trabajadores agrícolas negros se contrataron como medieros en los campos de cultivo, con lo que sus condiciones materiales de vida muy poco cambiaron con respecto de la época esclavista, y los trabajadores urbanos vieron disminuir su salario, lo que los obligó a aceptar largas jornadas de trabajo para poder sobrevivir.
El crecimiento económico con base en una explotación excesiva de los trabajadores, y de manera paralela la formación de organizaciones financieras y comerciales, ponían las bases de una nueva era: la formación de grandes empresas monopólicas, que junto con una política expansionista hacia el exterior, anunciaban, en E. U., el arribo de una nueva etapa del capitalismo: el imperialismo.
• Estados Unidos, después de la guerra con Inglaterra, trató de proteger su independencia promoviendo el desarrollo de movimientos liberales en las diferentes regiones de América Latina. De hecho muchos movimientos independentistas latinoamericanos tuvieron cierto apoyo por parte de los liberales norteamericanos; el caso de los integrantes de la logia yorkina en México es un ejemplo de ello. Pero fue a partir de la proclamación de la “Doctrina Monroe”, que Estados Unidos empezó a instrumentar una política agresiva de acuerdo a sus intereses en los diferentes países latinoamericanos, sobre todo a partir de que Francia e Inglaterra vieron en esta parte de América la posibilidad de obtener grandes ganancias económicas. Esta política se puso en práctica respaldando gobiernos en América Latina que facilitaran sus inversiones y defendieran la libertad de comercio, en una región donde el mercado estaba dominado por Inglaterra.
De 1830 hasta 1850, la política territorial de los E. U. respondió a un proyecto de expansión comercial que le permitiera tener salida a los dos Océanos: por el Este al Atlántico y por el Oeste al Pacífico. Después de haber ocupado Oregón le resultaba importante adjudicarse las tierras mexicanas de la Alta California, que además de ser fértiles tenían el atractivo de contar con yacimientos de oro. Y esto último fue lo que le sirvió de gancho para que muchos inmigrantes europeos, una vez que adquirían el estatus de norteamericanos, organizaran empresas de colonización hacia esas regiones mexicanas. Para ello celebraron con los gobiernos mexicanos tratados de colonización pacífica. Pero, una vez que tuvieron la oportunidad, en parte facilitada por las luchas intestinas de los mexicanos que tenían gobiernos débiles con pocas posibilidades de enfrentar una guerra prolongada con países extranjeros y por no contar con armas adecuadas y suficientes, apoyaron el movimiento independentista en Texas y, en 1846, le declaran la guerra a México, logrando, con los Tratados de Guadalupe Hidalgo en 1848, despojarlo de más de la mitad de su territorio. La colonización de estas tierras anexadas siempre estuvo acompañada de obras de infraestructura, con lo que pusieron las bases para la conformación de empresas monopólicas.
4.6. El capitalismo en la Rusia zarista y el colonialismo en África y Asia.
• En las primeras décadas del siglo XIX, Rusia, gobernada por el zar Alejandro I, vivió un período de inestabilidad política en el que se conjugaron: por un lado, los deseos de expansión territorial hacia Occidente, sobre todo a las regiones que hoy ocupan Polonia, Lituania, Finlandia y las repúblicas balcánicas; por el otro, los conflictos con Francia, Turquía y Persia, como consecuencia de esa política. En 1809, Rusia se incorpora parte de Lituania y Finlandia; después de las guerras con Turquía y Persia, ocupa, en 1812, Besarabia (territorio actual entre Moldavia y Ucrania), y en 1813 los territorios del Cáucaso.
La política reaccionaria impuesta por Alejandro I, contrastaba con la difusión de las ideas liberales que se propagaron entre la aristocracia y la burguesía rusas, lo que permitió que, en 1825, se llevara a cabo la conspiración de los decembristas. Como consecuencia de este movimiento, llega al poder el zar Nicolás I, quien depura al ejército y establece una política de control policíaco de la vida pública. En 1831, como resultado de una insurrección, se priva a Polonia de su autonomía. Este zar es el principal enemigo de la revolución de 1848, reprimiendo los brotes liberales de Hungría, Moldavia y Valquiria. En 1854, tras un conflicto con el Imperio otomano por conseguir la preponderancia en los Balcanes, se desencadena la guerra de Crimen (1854-1855), en la que intervinieron las potencias europeas. La derrota de Rusia y la muerte del zar Nicolás I, permitió el arribo al poder de Alejandro II, quien se vio obligado a firmar la paz en 1856.
Durante el gobierno del zar Alejandro II (1855-1881), se llevaron a cabo diversas reformas que promovieron el desarrollo del capitalismo: en 1861 se promulga el edicto de Emancipación por el que se libera a los siervos, se crea el Banco de Rusia, se establece la reforma a los gobiernos locales en asambleas representativas (1864), se concede la autonomía municipal a las ciudades y se crea un nuevo sistema judicial. La abolición de la servidumbre no trajo beneficios importantes para los campesinos, ya que a los viejos dueños de las tierras expropiadas se les debía pagar una indemnización que fijaba el gobierno, donde el banco estatal quedaba como aval de la deuda que contraía el campesino por la tierra que se le otorgaba. El plazo de pago era de cuarenta y nueve años, lo que significó una carga aún mayor que la servidumbre por causa de las prestaciones personales y la renta en dinero.
A partir de 1860 aparecieron varios grupos revolucionarios de oposición al régimen zarista, tales como el de Joven Rusia y Tierra y Libertad, cuyo objetivo era el fin de la dinastía y el cambio total de la sociedad rusa. El grupo más sobresaliente en la lucha antizarista fue el de los nihilistas, que negaban todo valor religioso y político del régimen dominante, y estaban influidos por las ideas anarquistas propuestas por Bakunin. Junto a estos movimientos radicales surgió también una ideología populista, en la que sectores liberales y democráticos lograron una cierta forma de enseñanza política basada en valores puramente russonianos.
No obstante el fracaso de las reformas emprendidas por el zar Alejandro II, que provocaron sublevaciones campesinas en Polonia en 1863, el gobierno logró una incipiente industrialización en la región europea de Rusia y la expansión territorial hacia la región del Asia central, logrando además la conquista y pacificación de todo el Cáucaso.
En 1866, ante el atentado que sufrió el zar Alejandro II, su política se endureció apoyando las posiciones más conservadoras, con una ideología que promovía el paneslavismo (doctrina que proclamaba la unión de la raza eslava en las diferentes naciones), con lo que justificaba su expansionismo por medio de su inmensa fuerza militar. Para los siguientes años, Rusia se presentaba ante el mundo europeo como una nueva potencia.
• Con el declive de los imperios español y portugués en América Latina a principios del siglo XIX, los territorios sometidos a dominio colonial europeo adquieren su independencia. En el Caribe, Haití había adelantado su emancipación de la Francia imperial en 1804. A partir de 1830 se abre una nueva etapa histórica en las relaciones entre Europa y resto del mundo: la presencia de la colonización europea se concentra sobre los continentes de África y Asia, aunque también en Oceanía.
Los avances de la investigación geográfica (cartografía y cronómetro de precisión) permitieron el conocimiento y exploración de la parte de tierras, mares, ríos y lagos que todavía no eran bien conocidos. Se forman expediciones que pretenden descubrir estados y civilizaciones del interior del África, Australia o Nueva Zelanda. En África, los ríos Nilo y Níger son objeto de diversas incursiones exploratorias; el francés René Callié llega a Tombuctú, Mali, en 1828; el misionero británico David Livingstone recorre el río Zambeze y alcanza las cataratas del lago Victoria, descubriendo los actuales territorios de Angola y Mozambique; otro francés, Savorgnan de Brazza, había recorrido la margen derecha del río Congo.
Se crean organizaciones de propaganda religiosa católica y protestante que abonan el terreno a la expansión europea. El papel del misionero, con su acción evangelizadora y de difusión de valores culturales occidentales acabó por reforzar la colonización. Al mismo tiempo, escritores y periodistas familiarizaron a sus lectores con las andanzas de viajeros y acrecentaron la curiosidad por las culturas no europeas, reafirmando una supuesta superioridad occidental; entre esos autores podría mencionarse a Herman Melvilla (Moby Dick, 1851) y Julio Verne (La vuelta al mundo en ochenta días, 1873).
Una arma decisiva para la penetración colonial en África y Asia, fue el empleo de una tecnología más desarrollada: la aplicación del vapor a la navegación marítima, mayor rapidez en los viajes, construcción de una red de comunicación e información; la utilización de buques-cañonera para la exploración de los ríos y, sobre todo, imponer la apertura de puertos al comercio occidental; el uso como producto profiláctico y preventivo de algunos adelantos médicos como la quinina, que podía evitar la fiebre tifoidea o la malaria, enfermedades que eran el gran impedimento para entrar a África.
• El período que va de 1830 a 1880, es el momento en que se “gestan las fuerzas” que después iban a llevar a cabo el reparto de África. Es la época en que se efectúa la gran tarea de explorar el interior del continente, entrando en contacto con los diferentes estados africanos. Durante el siglo XIX la presencia europea se amplió a través de otros dos grandes ejes de penetración: en África del norte (el Magreb) y en Senegal, y la entrada de Gran Bretaña en África del Sur.
El dominio europeo del norte del continente africano tuvo su principal expresión en la conquista de Argelia por los franceses y en el control de Egipto, por Francia e Inglaterra, como lugar estratégico de paso hacia la India a través del Canal de Suez. La incorporación de Argelia al dominio de Francia comienza en 1830 con la toma de la ciudad de Argel y tardaría treinta años en ocupar los territorios del interior, debido a la lucha de resistencia casi permanente que mantuvieron las tribus bereberes. Argelia es el ejemplo clásico de colonia de poblamiento, instalándose allí no sólo franceses sino también numerosos españoles.
La colonización de África occidental tuvo menor intensidad que la del Magreb, no produciéndose su dominio oficial hasta después de 1880, a pesar del gran interés comercial que tenía la región. La política del francés Louis Faidherbe como gobernador de Senegal (1854-1865) tuvo importantes consecuencias posteriores: estableció la prioridad del eje Senegal-Níger-lago Chad y contribuyó a crear el cuadro administrativo que gestionaría la ulterior colonización francesa en África.
En el África meridional, región de El Cabo, existía una colonia de poblamiento holandés calvinista. Sus colonos, conocidos como bóers (campesinos), se dedicaban a la agricultura y ganadería y eran firmes defensores del esclavismo. La entrada de la colonia sudafricana bajo dominio británico (1806) causó problemas a los bóeres, que, con la abolición del esclavismo, una buena parte abandonan El Cabo y se desplazan hacia los territorios de Natal, Orange y Transvaal. Las disputas con los británicos, que controlaban las salidas al mar y tenían interés por los yacimientos de diamantes y oro descubiertos desde 1867, ocasionaron varios enfrentamientos conocidos como las guerras bóers.
• La expansión occidental en Asia. Los principales lugares del continente asiático en que se desarrolló la acción colonizadora de las potencias occidentales (incluido E. U.) durante el siglo XIX, fueron: la Siberia asiática, India y territorios cercanos, la península de Indochina, el mar de China y su Imperio.
La expansión territorial del Imperio zarista ruso a través de la Siberia asiática había comenzado en el siglo XVII, alcanzando el océano Pacífico a principios del XIX. Luego, Rusia ampliaría sus posesiones siberianas con el dominio del Turquestán y llegó hasta los límites del Imperio británico en India. La incorporación efectiva de Siberia se logró con la incorporación masiva de emigrantes rusos. Por otra parte, hacia 1860, en el contexto del acoso occidental a China, Rusia consiguió una salida al mar templado de China por medio de Vladivostock y otros puertos de la región del río Amur.
India se convirtió en una colonia británica a partir de 1763, como consecuencia de la guerra de los Siete Años. Su control lo realizaría a lo largo de cien años la Compañía de las Indias Orientales, que acaparaba todo el comercio británico con el océano Índico. Su base principal de operaciones era la región de Bengala (con capital en Calcuta), aunque progresivamente se fue extendiendo el control británico sobre un territorio muy poblado pero fragmentado políticamente. Después de la revuelta de los cipayos en 1857, el gobierno británico asumió directamente la administración de India mediante un gobernador general y un cuerpo de funcionarios civiles. Se construyen vías de comunicación, se establecen centros educativos al estilo occidental y la economía se especializa como complemento de la británica; India desarrolló a gran escala la producción de algodón con destino a la industria inglesa, que transformada en tejido se vendía de regreso a la colonia.
El otro polo de atracción de las potencias occidentales en Asia fue la península de Indochina, donde el gran protagonismo corresponderá a Francia. Su presencia en el continente asiático es el aspecto más novedoso de la expansión colonial europea del siglo XIX, dado el escaso interés que hasta entonces habían mostrado los franceses por asentarse en el Extremo Oriente. La ocupación territorial se inició en la zona de Saigón y el delta del río Mekong (Cochinchina), tanto para proteger a las misiones católicas allí establecidas como para tener una base desde la cual participar en el comercio con China, sobre todo el de la seda.
Hacia finales del siglo XVIII los británicos comenzaron a intentar la apertura de los puertos chinos al comercio con Occidente. Lograr entrar a China fue la gran tarea occidental de todo el siglo XIX.
China era el más grande imperio asiático y se calificaba así mismo como el “Imperio del Centro”, cuyas relaciones con el resto del mundo no eran consideradas como algo prioritario. La primera fase de la apertura de China comenzó en 1839 con la “primera guerra del opio”. Gran Bretaña, que había perdido con la independencia de las trece colonias de América del Norte su lugar de aprovisionamiento de té, empezó a importarlo de China y quiso pagarlo con cargamentos de opio, al que los chinos eran tan aficionados como los ingleses del té, el cual lo producían en India.
Ante las dificultades crecientes que a este comercio oponía el Imperio chino, Gran Bretaña empleó su fuerza naval. La cañonera Némesis destruye con facilidad a los “juncos” chinos. La consecuencia de la derrota china es la firma del Tratado de Nanking (1842): China cede a Gran Bretaña la isla de Hong Kong; además, admite el libre comercio en cinco puertos costeros, siendo el más importante Cantón. Fue el inicio de los “tratados desiguales”, que en 1844 los chinos también hubieron de firmar con E. U. y Francia. El mercado chino, cerrado por siglos, tenía ahora algunos “tornos” por los cuales entraban mercancías occidentales.
Nuevos pretextos llevaron a Inglaterra y Francia a desencadenar la “segunda guerra del opio”, entre 1856 y 1858, que finalizó con los Tratados de Tientsin (1858) y Pekín (1860) por los que se obtienen más ventajas para los occidentales, como la apertura de once nuevos puertos.
Con las guerras se inicia un progresivo asalto a la fortaleza del Imperio Chino, que se debilita, y aunque siguió siendo independiente, estaba siendo colonizado económicamente. Tal situación provocó fuertes movimientos sociales como la revuelta de los Taiping (1851-64).
En cuanto al continente de Oceanía, la penetración europea se efectuó de acuerdo a los esquemas de la colonia de doblamiento, propia de la formación de las “nuevas Europas”. Tanto en Australia como en Nueva Zelanda, la colonización realizada en el marco del Imperio británico supuso la desaparición de la población aborigen, así como la organización de sus estructuras económicas y sociales de tipo europeo
4.7. Manifestaciones en la ciencia, la cultura, el arte y la vida cotidiana hasta antes del último tercio del siglo XIX.
• Manifestaciones en la ciencia. A partir del siglo XIX se inician relaciones permanentes entre el pensamiento científico y el filosófico. La Filosofía incorpora el desarrollo de las ciencias físico-naturales. La idea del hombre, del mundo, la dimensión humana del libre albedrío, se vinculan a la idea de verdad y del conocimiento. Ciencias como las Matemáticas, la Física y la Biología, forman vértice con la Filosofía en relación a la manera de entender el mundo pero principalmente al hombre, la sociedad; y toman una distancia con el pensamiento religioso occidental; esta vinculación va también en relación a la forma de hacer y de aplicar de otras ciencias como: Química, Embriología, Astronomía, Historia, entre otras.
La relación entre la ciencia y la sociedad tiene como puente el desarrollo de la industria. El impulso científico del siglo XIX no depende del industrial, pero sí puede ser una causa o efecto: sin los descubrimientos científicos, la 1ª Revolución Industrial no se hubiera dado; y viceversa, ésta estimuló nuevos avances científicos.
Otro aspecto importante de la ciencia son los nuevos postulados que cuestionan o cambian los anteriores. Un ejemplo es cómo los axiomas de Euclídes (considerados todavía hasta el s. XVIII como verdades históricas), son superadas por la nueva manera de entender y aplicar la Geometría. El entendimiento de que la ciencia no es estática le da una nueva cara a los procesos dinámicos, ayuda a la experimentación, al riesgo científico, a enfrentar los modelos mecanicistas de la realidad; todo ello, al tomar en cuenta a las nuevas condiciones que la Física descubre en el campo de la electricidad, rompe con visiones y “verdades” en un sólo escenario. Esto explica también la teoría evolucionista de Darwin, indicando las distintas variaciones del origen del hombre, lo cual tuvo un impacto en la vida cotidiana en otras proyecciones del saber: en la Política, la Sociología y la ideología. Cuando Herbert Spencer escribió sobre el evolucionismo social, en gran medida lo hizo por la influencia de Charles Darwin.
En el caso de las Matemáticas, la aplicación de procedimientos deductivos enfrentó la propuesta de la evidencia como criterio clave de la explicación. La Geometría, como ya señalamos, aporta la capacidad de no negar las contradicciones en el estudio. Entre los principales matemáticos encontramos a: Louis Augustín Cauchy, Karl Weierstrass, George Cantor y Richard Dederick.
Respecto a la Física, propone otras maneras de explicar la realidad. La Mecánica aplica las Matemáticas de una forma intensa en sus métodos, que ya no se reducen al ámbito de la ciencia Física, y se apoya en una visión de totalidad de las ciencias de la naturaleza. Cuando se inventan las pilas eléctricas se abren los estudios de las corrientes eléctricas, pero cuando el electromagnetismo amplía la propuesta y tiene un nuevo marco teórico de referencia, aumentan las posibilidades de la Mecánica. En la práctica cotidiana se usaban los imanes como conductores de corriente y servían para hacer actos de magia, donde se movía algún objeto debajo de una mesa o de un cartón.
La electricidad con el magnetismo, la luz y la gravedad se conjugan con manifestaciones de una misma fuerza. El cientificismo se procura como algo nuevo que va enterrando paso a paso al modelo mecanicista del universo. Y así, frente a lo estático aparece lo dinámico, el mecanicismo se añeja, el evolucionismo se incorpora a la ciencia.
En Biología, las aportaciones de Carlos Darwin se expresan en su trabajo titulado Del origen de las especies por medio de la selección natural (1859). En esta obra explica la evolución de las especies animales, incluida la del hombre, subrayando la supervivencia de las especies mejor adaptadas a las condiciones del medio natural. Esta teoría se enfrenta a la historia bíblica de la Creación y a los biólogos que la apoyaron. El concepto de la evolución se impuso frente al de la divinidad.
La Filosofía. En Federico Hegel nace la interpretación de la historia universal como un proceso dialéctico de progresiva autoconciencia del espíritu. Este pensador fue influido por los griegos, principalmente por Sócrates, Platón y Aristóteles, donde el movimiento de las palabras dan opciones y permite la evolución de los conceptos. El historiador francés Augusto Comte, escribió seis volúmenes con el título Cursos de filosofía positivista, en los cuales plantea una teoría evolucionista de las ciencia social de corte hegeliano, donde el espíritu humano camina por tres etapas: la teológica, regida por la divinidad en todo lo que existe; la metafísica, que le otorga prioridad a las ideas frente a la realidad; y la de la ciencia positiva, que ya no pregunta por los fines y los orígenes de la realidad, sino por sus causas, sus leyes y sus relaciones, fase, esta última que corresponde a la sociedad industrial.
• El espacio de la cultura y las artes durantes los dos primeros tercios del siglo XIX tiene varias vertientes. Además del progreso científico tecnológico, se destacan: la herencia de la Ilustración; el Romanticismo; las ideologías socialistas de carácter revolucionario; el mestizaje cultural y las aportaciones artísticas de las independencias de América Latina.
La Ilustración dejó una gran influencia con Juan Jacobo Rousseau y sus libros: Discurso sobre la desigualdad entre los hombres y el Contrato Social. En ellos, Rousseau plantea que los valores esenciales que están expuestos en los sentimientos, no en las ideas; que la comprensión no es el resultado de la observación científica; que las emociones y los movimientos del alma juegan un papel básico, lo que implica enfrentar a lo racional; que antes de la vida social el hombre “no era hombre: era el buen salvaje”; y que el individuo decidió integrarse en una colectividad como sujeto de derechos.
La aportación al Romanticismo de esta influencia del pensamiento ilustrado, es el redescubrimiento y exaltación de la naturaleza como fuerza creadora de la vida. La naturaleza es vital, permite el movimiento, generadora de energía; otro aspecto de la Ilustración que usa el Romanticismo es la afirmación del “genio”, el que impulsa la parte creadora, la fuerza que tiene su origen en el plano intelectual. El Clasicismo jugó también un papel muy importante, pues se retoma del espíritu griego el sentido del límite, del que proporciona un equilibrio en la balanza entre lo caótico y lo racional. Por tanto, encontramos que la formación del Romanticismo contiene elementos artísticos, literarios, filosóficos y de un pensamiento más amplio de las corrientes ilustrada y clásica.
Las definiciones del término Romanticismo son diferentes. Unos lo reducen a la escuela literaria de la primera mitad del siglo XIX (extremadamente individualista, que evita las reglas e incluso es una respuesta frente a la rigidez de los clásicos); para otros es un espacio cultural en donde intervienen no sólo las letras literarias, sino también las notas musicales, en donde se siente que con el fracaso de las revoluciones todo permanece igual y por lo tanto hay que escapar de esa situación; otros más perciben en él un estado sentimental, sublime, onírico; hay quienes lo defienden como un espacio amplio donde entran la Filosofía, las artes figurativas y el pensamiento histórico social; los que consideran que el Romanticismo parte de un eurocentrismo, pero sus núcleos se desbordan y tocan otras tierras como las de América; y no falta quienes lo conciben como los aspectos olvidados del universalismo individualista. Lo que sí podemos concluir es que el Romanticismo no es homogéneo, que es una respuesta al Clasicismo (aunque retome cosas de él) y que en cada país asume rasgos diferentes, donde influyen tanto los aspectos nacionales como internacionales, pero que a la hora de crecer se toman rumbos diversos.
Para algunos autores el ejemplo más terminado del Romanticismo se sitúa en Alemania entre el último lustro del siglo XVIII y las primeras décadas del XIX. Jena y Berlín son los núcleos más destacados donde sobresalen las formulaciones de Herbert y Fichte, los planteamientos de Müller y los sistemas complejos filosóficos de Hegel (que capta la totalidad, la idea y el absoluto con una intencionalidad dialéctica). Para los pensadores del Romanticismo, lo principal es que no se dan realizaciones individuales fuera de la sociedad o de la tradición, coincidiendo con Rousseau en el sentido de que no existen hombres sin sociedad y sin historia; los pueblos o naciones se encuentran unidos pero con vida propia; la titularidad de los derechos pasa al pueblo: la libertad individual se convierte en colectiva; cada pueblo como cada nación tienen derecho a la soberanía política.
El perfil del intelectual romántico se encuentra definido por un sentimiento de aflicción eternamente insatisfecho. Es una nueva sensibilidad donde el factor psicológico interviene. Las respuestas pueden ser ambivalentes entre la inquietud y el desasosiego; querer lo imposible o irrealizable, porque no se puede definir.
Música. La música romántica arroja al viento para la recepción de los oídos la parte instrumental, la vocal va a segundo plano, es un lenguaje libre; las fantasías adquieren expresión y no se pretende entrar a las relaciones de intereses del mercado. El eje es la música folk, que tiene su origen en el pueblo. La rítmica es poco experimentada quizás por la gran cantidad de tonos menores que se usan; la armonía es complicada, donde se da de nuevo el péndulo entre formas racionales y poemas sinfónicos. Los grandes aportes en géneros: nocturno (música más oscura) improntum (música más sorpresiva), intermezzo (música de puente con un ritmo identificado), elegía (romántica), rapsodia (festiva), barcarola (balseada), balada o preludio (son diminutos). La música romántica, como dice Einstein, es de gusto por la miniatura, que también adquiere la forma de la sonata.
La música romántica absorbe expresiones de todas las clases sociales y esto le da a la música libertad para componer de acuerdo a sus necesidades. Entre los música más destacados tenemos: Franz Schubert (austriaco), Gaetano Donizetti (italiano), Johann Strauss I (austriaco), Frédéric Chopin (polaco), Richard Wagner (alemán) Giuseppe Verdi (italiano), Franz Liszt (húngaro).
En pintura se da la poderosa capacidad de sintetizar el mundo con unas cuantas pinceladas, construyendo varios significados. Uno de los más importantes artistas plásticos es el francés Edouard Manet, quien influyó a otros más para que surgieran corrientes como la del Impresionismo y el Neoimpresionismo.
Teatro. El teatro romántico se enfrenta a los moldes neoclásicos y gesta una búsqueda de temas de la libertad. Ante lo práctico y la razón se encuentra lo sublime y lo maravilloso. La reflexión sobre la vida se metamorfosea saliendo de la |cotidianeidad a la búsqueda de lo ideal, impulsando las fantasías acompañadas del sentimiento y la imaginación. Esta expresión del romanticismo se aplica principalmente a España, donde se tienen ejemplos como los siguientes:
El Duque de Rivas, considerado la primer figura romántica española; su principal obra Don Álvaro o la fuerza del sino; este autor goza su vida como andaluz y vuelca ampliamente todo su impulso romántico. Otro autor indispensable es José Zorrilla, que tiene una obra amplia con valor dramático verdadero como: Sancho García; El puñal del Godo; El zapatero y el rey traidor; pero su obra teatral que alcanzó un impacto mundial fue Don Juan Tenorio (el conquistador que logra su objetivo con Doña Inés), argumento basado en varios mitos, como el machismo y la sumisión femenina, tratado anteriormente en la extraordinaria ópera Don Giovanni, de Wolfgang Amadeus Mozart (1756- 1791). El dramaturgo José de Espronceda, expone poemas extensos con un esqueleto de vate romántico, revolucionado y desazonado; son extraordinarias manifestaciones de una escritura poética espontánea, subjetiva y con muy buenas analogías verbales, tal y como lo demuestra en El estudiante de Salamanca, El diablo mudo, La canción del pirata, El canto del cosaco, A Jarifa en orgía, o en sus obras dramáticas de composición más amplia como El himno al sol, A un ruiseñor; A una estrella.
La literatura italiana toma fuerza romántica a inicios del siglo XIX. Mansoni escribió la primera gran novela, donde amplió los caminos al verismo italiano; este autor capta la vida cotidiana y la presenta con un gran sentido común y comprensible para el pueblo; un ejemplo de esto es Los malaboglia.
Un concepto nuevo que aparece en la literatura es el de divulgación científica. Se establece un puente entre el romanticismo y el posromanticismo. El positivismo y el socialismo romántico, son importantes expresiones en el terreno de la divulgación científica, y se proponen llevar a las personas a un bienestar, donde se sintetizan la felicidad y la armonía; el objetivo es el progreso no solo tangible sino subjetivo; es permitir que en la casa habite lo moral de la vida cotidiana; es buscar a la sociedad del mañana. El positivismo aporta a la literatura la necesidad de que lo mostrado sea verosímil y realista, llevando los descubrimientos científicos y tecnológicos a sectores amplios de la población.
Julio Verne publica primero su novela Cinco semanas en globo, y posteriormente otra por entregas en el Magazínee de educación y recreación titulada Los viajes extraordinarios. Los aportes de Julio Verne tienen un objetivo pedagógico que se mezcla con la aventura, la mitología, pero sin perder de vista a la razón; se encuentran en la frontera entre lo imaginario y la ciencia, sobre todo la ciencia ficción. Su obra permite que la gente conozca la geografía, los nuevos descubrimientos, la astronomía, impulsa un romanticismo sobre los dominios del hombre en la técnica. Es sin lugar a dudas un autor que emociona, que sensibiliza para que se aprenda, se cuestione el público y se impulse el progreso tecnológico.
De las ideologías socialistas de carácter revolucionario, sin lugar a duda la que más impactó y trascendió fue la del marxismo. En 1848, Karl Marx y Friedrich Engels publicaron El Manifiesto Comunista, donde se expone que el motor de los cambios para transitar de un modo de producción a otro, es la lucha de clases. Este concepto del cambio y de las transformaciones, impacta a varios artistas de su época, pero, será en años posteriores cuando los creadores culturales asumen aplicar la teoría marxista para el arte, un ejemplo es Bertoldt Brecht.
El mestizaje cultural en América Latina tiene distintos momentos: Primero, la influencia de las ideas de los enciclopedistas en los actores de la independencia, un ejemplo es el caso de México, donde Miguel Hidalgo y Costilla y José María Morelos y Pavón retoman las ideas de soberanía, libertad e independencia; incluso Morelos, en los Sentimientos de la Nación, se identifica con el esquema propuesto por Montesquieu en la división de poderes: legislativo, ejecutivo y judicial. Segundo, la migración de los europeos al continente americano, que se hizo notable por una buena cantidad de compañías de teatro y música que se ramificaron por América Latina; representación de obras del autor José Zorrilla, óperas, operetas y zarzuelas, atraían a la gente al teatro que por lo regular llenaban. Tercero, se da un romanticismo tardío con aportaciones e imágenes poéticas de nuestros autores, siendo un ejemplo notable Nocturno de Manuel Acuña. Cuarto, en los novelistas y novelas como los Bandidos de Río Frío, de Manuel Payno, se incorporaron manifestaciones rebeldes al academicismo neoclásico y al conjunto de reglas que eran propias de la tradición oficial, rasgo característico del romanticismo.
Vida cotidiana. La familia burguesa es la celda básica de inserción del individuo en la sociedad, es el control por parte del Estado, es el inicio de distintas evoluciones sociales y psicológicas; lo emocional y lo impulsivo juegan su papel. La vida cotidiana se presenta en una relación dialéctica, se asoma a una nueva cara del capitalismo: costumbres, carros de caballo, ferrocarriles, barcos, comidas y modas se suman al nuevo Estado nacional, bases de la democracia europea. Los hombres participan en la política, la unidad es lingüística y nacional, las ciudades son centros que atraen a la gente del campo; el diseño de las calles, de casas y edificios tienen un nuevo concepto arquitectónico; nacen los grandes palacios como el de Westminster en Londres o la Plaza de la Estrella en París, de la que parten en forma radial doce modernas avenidas.
El medio de transporte eran carros jalados por caballos: para distancias cortas con uno o dos, para las largas de seis a ocho. Los caminos siguen los trazos en función de los viajes que se han realizado históricamente y se fueron construyendo hasta desembocar en los modernos pisos de asfalto. El ferrocarril al igual que los barcos, señalaban las diferencia de clases sociales de acuerdo al boleto comprado: pullman, primera y segunda clase.
La comida se conservaba con especies, pero también allí había dicotomía: abundancia y pobreza. En el vestir se identificaba a la gente, aquellos que tenían la opción de su caballo y montaban con elegancia usando un sombrero alto de paño negro, camisa blanca con holanes, saco negro (corto de adelante, largo de atrás), pantalón café y botas negras; las mujeres con vestido largo sombrero corto y gargantillas, se incorporaban a bailes, fiestas, espectáculos de ballet; y contrastaban con tabernas, ciudades marginadas y harapos. La vida cotidiana era dinámica, dialéctica, se movía.
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